El presidente tiene COVID por tercera vez. La pandemia no ha terminado, aunque sus muertes han disminuido, y el presidente tiene mucho contacto con la gente. Aun así, el contagio obliga a reflexionar sobre varios temas.
Ayer el secretario de Gobernación, Adán Augusto López, negó en la mañanera que el presidente haya sufrido un desvanecimiento o un infarto. “No hay nada de eso. Eso quisieran, pero goza de cabal salud. Las especulaciones son producto de las malquerencias de algunos”. En realidad, las especulaciones son producto de los vacíos de información.
Este domingo 23 a las 12:10 el reportero Joaquín Chan Camaal del Diario de Yucatán reportó “versiones de que el Presidente sufrió un desvanecimiento durante su visita a Mérida”. AMLO canceló una reunión con el gobernador Mauricio Vila programada entre 10 y 11 de la mañana. Chan Camaal afirmó que “un avión de la Fuerza Aérea Mexicana (FAM) lo trasladó a la Ciudad de México a las 10 de la mañana”. En redes sociales empezó a circular el rumor de que había sufrido un infarto. El Universal publicó a las 13:10 un desmentido de Jesús Ramírez Cuevas, coordinador de comunicación de la Presidencia, quien dijo que el mandatario estaba bien y continuaba su gira. A las 14:57 Chan Camaal publicó que el Presidente “habría sufrido un infarto o una complicación cardiaca”. A las 15:32 el Presidente emitió el tweet que decía: “Ni modo amigas y amigos: salí positivo a COVID-19. No es grave. Mi corazón está al 100.”.
Quizá Ramírez no sabía qué estaba sucediendo, pero una buena información habría servido para acallar los rumores. Fuera del tweet del Presidente, no hubo información oficial hasta la mañanera de este 24, en que Adán Augusto atacó al Diario de Yucatán: “Es una absoluta mentira. No será la primera vez ni la última, seguramente, que miente el Diario de Yucatán”. La verdad es que con todo el tiempo que transcurrió entre los hechos y la información sorprende que no haya habido más rumores.
¿Debe un gobierno revelar información sobre la salud de un presidente? Casi todo el mundo dice que sí, pero incluso en países con gran transparencia los problemas de salud de un mandatario suelen mantenerse en secreto. Washington ocultó las enfermedades de Franklin D. Roosevelt, John F. Kennedy y Ronald Reagan, y al parecer ha hecho lo mismo con Joe Biden. Un presidente es, por supuesto, una persona con derecho a la privacidad sobre su información personal, y no hay nada más personal que la salud; pero, además, la salud de un presidente puede ser tema de seguridad nacional.
López Obrador no es el único mexicano contagiado de COVID. Tan solo el 22 de abril hubo 1,915 nuevos casos reportados. En Estados Unidos se recomienda ya la aplicación de un refuerzo de la vacuna bivalente, que en México ni siquiera se ha aplicado. El gobierno, de hecho, prohíbe la importación de vacunas por privados y solo aplica la Abdala, cubana, que carece de aprobación internacional. La importación y aplicación por privados de antivirales eficaces, el paxlovid, el remdesivir y el molnupiravit, también están prohibidas. El Presidente tiene sin duda tiene acceso a estos, pero no la mayoría de los pacientes. Es muy injusto.
El caso del nuevo COVID de AMLO lleva a varias conclusiones. La primera es que la enfermedad no ha desaparecido. México, con uno de los peores desempeños ante la pandemia, sigue cometiendo errores, como las restricciones a las vacunas y antivirales. Por otra parte, se confirma que la falta de información genera rumores. La naturaleza aborrece los vacíos; si no hay información oficial, el vacío lo llenan las especulaciones.
Recetar
Comenta Francisco Moreno Sánchez, un médico respetado, que pidió a un funcionario gubernamental remdesivir intravenoso para un paciente en un hospital privado. La respuesta fue: “Hasta que no lo aprendas a recetar no te lo vamos a dar”. No solo son crueles con los pacientes, también son arrogantes.
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