Ricardo Monreal, coordinador de los senadores de Morena, se había comprometido a que se elegiría a cuando menos un comisionado del INAI, para permitir a la institución seguir operando, y a que no se cometería la salvajada de aprobar con dispensa de trámites todas las iniciativas del ejecutivo en los últimos días del período ordinario de sesiones. El presidente López Obrador, sin embargo, dio órdenes de pasar la aplanadora por el Senado, como ya se había hecho en la Cámara de Diputados. Y del INAI, ni hablar. “Que la desaparezcan”, exclamó en la mañanera del 28 de abril. “Que no titubeen, se trata de defender los bienes del pueblo”.
Como la oposición había tomado la tribuna del Senado, el presidente convocó en Palacio Nacional a los senadores de Morena y sus satélites para darles instrucciones. El liderazgo de Monreal se desvaneció, junto con sus promesas a la oposición. Alejandro Armenta, presidente de la mesa directiva, dio la orden de sesionar en la vieja casona de Xicoténcatl, la sede histórica del Senado. Como la panista Xóchitl Gálvez se encadenó a la tribuna, Armenta dispuso que la sesión se llevara a cabo en el patio. Pero solo había 64 senadores, faltaba uno para el quórum. No importó. Se decretó la licencia de Claudia Balderas Espinoza, quien se encontraba en Bélgica en la XXIX Comisión Parlamentaria Mixta Unión Europea-México, y se tomó la protesta a su suplente, Tanya Carola Viveros Cházaro. La acción era ilegal porque no estaba en el orden del día y no se puede cambiar el orden sin quórum. Tampoco importó. Lo único era obedecer las órdenes del presidente.
Ya con quórum, y sin la presencia de la oposición, la mayoría se dedicó a aprobar iniciativas de manera sistemática en la noche del 28 al 29 de abril. No hubo dictámenes, ni discusiones. Veinte leyes fueron modificadas. Una verdadera aplanadora. Ni el PRI en sus momentos de mayor autoritarismo hizo algo así.
El mayoriteo ha sido siempre un arma de los gobiernos autoritarios. “Las mayorías son para usarse”, dice su lógica. Quizá, pero “la democracia debe ser algo más que dos lobos y una oveja votando sobre qué van a cenar”, como ha escrito James Bovard. Un gobierno que no respeta los derechos individuales, que ni siquiera dialoga con la oposición, no puede considerarse democrático.
“Ayer atestiguamos la más dramática mutilación del estado de derecho”, declaró Claudia de Buen Unna, expresidenta de la Barra Mexicana de Abogados. Los senadores de la 4T, afirmó, “pasarán a la historia como la peor legislatura”. ¿Qué pasará con estas leyes y las aprobadas por los diputados la noche del 25 al 26 de abril? El exministro de la Corte José Ramón Cossío señaló: “Los senadores sabían de las graves violaciones en que incurrían al ‘aprobar’ sus reformas. Conocían también que desde hace años la Suprema Corte declara invalidas las leyes así ‘aprobadas’. Actuaron con plena conciencia. No pueden argumentar nada en su descargo. Nada”.
En 2018, efectivamente, la Suprema Corte declaró inconstitucional la Ley de Seguridad Interior de Enrique Peña Nieto, la que militarizaba a la Policía Federal. Entre las razones incluyó la violación del procedimiento legislativo y la falta de diálogo con la oposición. Hoy un político que luchó contra esa ley ha retomado y multiplicado los vicios en que incurrió el gobierno de Peña Nieto para aprobar esa legislación. Empezará ahora a tratar de intimidar a los ministros de la Corte para que avalen la legislación. Son tiempos peligrosos para la democracia cuando un presidente quiere hacer a un lado los derechos de las minorías para imponer su visión de país.
Inoperante
AMLO no solo ha logrado completar su agenda legislativa con dispensa de trámites, sino que ha conseguido dejar inoperante al INAI. No le gusta la transparencia. Piensa que sus mañaneras son todo lo que se necesita para tener transparencia.
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