¿Qué es lo más tonto que hicimos por la pandemia, Iván? Me preguntó una amiga a propósito de que hace unos días la Organización Mundial de la Salud declaró que el COVID-19 no es más una emergencia sanitaria internacional. Sin pensarlo mucho, casi de inmediato le respondí que la compra y acumulación irracional de papel higiénico. Nunca entendí para qué se necesitaría tanto papel en las puertas del fin del mundo. Aunque al inicio de la contingencia la gente sí salió a comprar alimento enlatado y agua embotellada, no fue con la magnitud ni con la voracidad con la que se abalanzaron sobre los rollitos blancos. El miedo nos vuelve irracionales.
Después, ya con más detenimiento, pensé que fueron mucho más tontas (alerta de eufemismo) algunas otras cosas que hicimos, como sociedad, durante la pandemia. Por ejemplo, los ataques a personal de salud cometidos apenas iniciada la emergencia que incluyeron agresiones con cloro, sin reparar en la extraordinaria labor que profesionales realizaban en circunstancias desconocidas y atemorizantes.
Podríamos pensar que más de tres años después algo habríamos aprendido sobre evitar decisiones irracionales basadas en el impulso del temor… pero no. Aunque sea evidente que son las vacunas la razón principal por la que ha disminuido considerablemente la letalidad del virus, el movimiento antivacunas parece más bien revitalizado por el contexto pandémico. En el mejor de los casos la reticencia está basada en posturas políticas azuzadas por propaganda, de tal modo que no es tanto un rechazo a las vacunas, sino solo a las que fabrique algún o algunos países que por tal o cual razón sean mirados con ojos suspicaces.
Sin embargo, en el peor de los casos (que no son pocos) se trata, efectivamente, de una afrenta directa a las vacunas como método de contención sanitaria. Así, el temor comprensible causado inicialmente por un virus desconocido fue trasladado al miedo irracional a cualquier cantidad de escenarios imaginados que supuestamente causarían las inoculaciones, desde volver nuestros hombros imanes para cucharas, hasta insertarnos tecnología 5G para hacernos marionetas consumistas (como si tal avance de conexión no lo quisiéramos voluntariamente con un nuevo teléfono); incluso hubo heraldos de la destrucción que vaticinaron la muerte de la mayoría de personas vacunadas, pero van dos años y nada.
La pandemia modificó nuestra cotidianidad en varias formas, pero a partir de este año ha sido sensible el retorno a la ‘normalidad’ de 2019. Aún hay resabios inútiles extraviados en algún lugar como tapetes sanitizantes o termómetros mal calibrados; también empieza la nostalgia por el trabajo remoto que, parece, ha desaparecido en la mayoría de los trabajos que insisten en mantener la ilusión del control presencial, herencia de siglos pasados.
Ah, recién iniciada la pandemia también pensamos que nos volvería mejores personas. ¿Cómo creen que va eso?
SÍ TENEMOS MADRE
“Con el ánimo de fomentar bienestar, integración y convivencia familiar”, el gobierno de Hidalgo concederá a sus trabajadoras que son madres un descanso este 10 de mayo. La medida es popular cada año por el que es, quizá, el día más importante para mexicanas y mexicanos. Medidas como esta siempre me hacen recordar a un compañero de trabajo que hace varios años reprochaba: yo no soy, pero sí tengo madre y también quiero convivir con ella. El compañero tenía un punto, claro, si de lo que se trata es de fomentar la convivencia familiar.
La opinión expresada en esta columna es responsabilidad de su autor (a) y no necesariamente representa la postura de AM Hidalgo