No tengo dinero en bancos, no tengo cuentas bancarias, nada más donde me pagan y eso lo administra Beatriz”.
Andrés Manuel López Obrador
No deja de ser curioso que un político que se ha preciado siempre de no tener cuentas bancarias, ni siquiera tarjetas de crédito, esté interesado en comprar un banco. Dice que es muy fácil. “No hay pierde, porque es un negocio redondo”, dijo ayer. “¿Saben cuánto ganaron los bancos el año pasado? Doscientos cuarenta mil millones de pesos”. Es tan fácil como extraer petróleo: solo hay que clavar un popote.
El gobierno de López Obrador estaría dispuesto a pagar 3 mil millones de dólares, pero “el pueblo” aportaría otros 2 mil millones, o sea, la oferta sería por 5 mil millones. Citigroup se “ahorraría” 2 mil millones de dólares en impuestos, porque si el gobierno compra el banco no le cobraría impuesto sobre la renta. Su entusiasmo es notable: “Nosotros sí necesitamos un banco, y era la oportunidad, es la oportunidad”, dijo ayer en la mañanera. Ahí mismo se puso a hacer cuentas: “Lo del banco sí se puede. Voy a hablar con el secretario de hacienda para que se vea cómo podríamos hacerlo. ¿Cuánto son 3 mil millones de dólares? Sesenta mil millones, ahora un poco menos, porque está [el dólar] en 19, digo 18, pero bueno, 60 mil”.
La aritmética no es el fuerte del presidente, pero tampoco el tema fiscal. Citigroup compró Banamex en 2001 por 12,500 millones de dólares. Si lo vendiera en 7 mil millones, habría una pérdida importante. Claro que los precios para propósitos fiscales en México se determinan en pesos, pero se descuenta la inflación. En cualquier caso, no habría una ganancia que gravar. Esos 2 mil millones de dólares de impuestos no existirían.
Si el presidente quería bajar el precio de Banamex, para colocarse en la fila como comprador, ha tenido éxito. Cuando se anunció la venta en enero de 2022, Bank of America calculó un precio de entre 12,500 y 15,500 millones de dólares. Pero las constantes intervenciones del presidente han hecho caer la cotización a 7 mil millones. Si AMLO bajó el precio para poder comprar Banamex barato, sería culpable de una ilegal manipulación del mercado.
López Obrador dijo primero que el banco debía venderse a una empresa mexicana, con lo que redujo el universo de interesados. Después afirmó que el comprador debía dejar en México el patrimonio artístico de Fomento Cultural Banamex. Añadió que debía estar al corriente en sus impuestos, lo que eliminó a los grupos que están litigando cobros del SAT. Exigió, además, que el comprador no eliminara empleos. Los reguladores añadieron otras restricciones, como evitar una concentración excesiva del mercado, por lo que rechazaron la compra por otro banco nacional importante.
La ley no faculta al presidente a intervenir en una venta privada, pero los bancos operan en nuestro país con “concesiones”. Esto le da al gobierno la posibilidad de vetar cualquier adquisición. Además, mientras que en otros países estas operaciones importantes se manejan en sigilo, aquí el presidente dio a conocer constantemente sus restricciones. Al final solo quedaba Grupo México, de Germán Larrea, que estaba considerando una oferta de 7 mil millones de dólares, muy abajo no solo de las estimaciones iniciales, sino del precio de compra de 2001. Antes de que se anunciara una decisión, sin embargo, el presidente mandó a marinos armados a ocupar tres tramos de vía para obligar a Grupo México a renunciar a su concesión en esos lugares.
El negocio bancario es, por supuesto, mucho más complejo de lo que piensa López Obrador. Las recientes quiebras de bancos son un recordatorio de los riesgos de un negocio con activos de largo plazo y pasivos a la vista. Si el negocio bancario fuera tan generoso, el Banco del Bienestar sería rentable.
Mercados
Las acciones de Grupo México subieron ayer 7.7%, las de Citigroup bajaron 3.3%. Los mercados revelan la opinión de los inversionistas ante la venta de Banamex.
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