La oposición juega el papel que el régimen ha diseñado para ella. Su discurso, sus reacciones, sus figuras y sus estrategias cumplen a cabalidad la función que se les ha asignado. Salvo las movilizaciones en defensa del INE, no ha habido aparición opositora que no sea celebrada por el oficialismo como evidencia del extravío de sus críticos.

A los opositores corresponde cambiar la conversación. Dejar de ir, como mascotas obedientes, por la pelota que se les lanza a diario y construir una agenda propia. Una agenda que deje de hablarle a los convencidos y que se esfuerce por entender los motivos de una popularidad innegable. Ahí están los materiales a estudiar. Las encuestas que no solamente hablan del embrujo de un caudillo, sino de una percepción favorable en asuntos fundamentales. Es cierto que las oposiciones viven un país distinto al que se retrata en la encuesta más reciente de Reforma. La catástrofe de la que oposiciones y críticos hablamos simplemente no está en la mente de la encuestados. La mayoría ve a un gobierno que ha mejorado el ingreso de las familias, que ha reducido la pobreza y que genera bienestar. Ahí está la encuesta. Apenas una tercera parte de los mexicanos compra el discurso de que López Obrador es un destructor. Por el contrario, se le ve como un demócrata que une al país y que habla con la verdad. Muchos han dicho que, en el respaldo al presidente hay una identificación simbólica, pero es necesario agregar que, de acuerdo con la misma encuesta, la gente percibe buenos resultados económicos. En un año se ha duplicado el porcentaje que siente que su situación económica familiar ha mejorado.

Las oposiciones tienen material de estudio en estas radiografías, pero su estrategia no parece interesada en escuchar a los votantes sino en insultarlos. Las escuchamos cotidianamente lanzándose contra esos ignorantes que venden su voto y que no entienden lo que el país necesita. Cambiar la conversación es también superar la amlomanía que padecemos desde hace años y que solamente beneficia a quien concentra la atención. Las obsesiones de los enemigos del presidente son su mejor alimento. El culto a la personalidad no termina en las oposiciones; en ellas se mantiene y se refuerza.

Las dos opciones que despuntan son la fantasía del régimen. Ambas representan la caricatura que el régimen ha trazado de sus opositores. Uno encarna el  establishment del sistema derrotado en 2018, la otra expresa la furia ideológica de la ultraderecha. Santiago Creel o Lilly Tellez. El oficialismo no podría tener un menú más apetitoso en la mesa. Si Morena le pidiera a ChatGPT las candidaturas opositoras que mejor embonaran con el cuento del régimen, aparecerían de inmediato las imágenes del político y la demagoga. 

El resurgimiento de Creel pone en evidencia que no han surgido en Acción Nacional liderazgos frescos y que su horizonte tiene veinte años de retraso. El diputado Creel tiene experiencia, es un hombre sensato y negociador pero, ¿podría ser una carta atractiva para los votantes de hoy el arquitecto de la política interior de Vicente Fox? Ofrece una política de diálogo y respeto a las leyes, pero también adelanta abiertamente una alianza de complicidades. Veo un discurso del diputado Creel que insisto, parece redactado por el régimen. Ante el dirigente del PRI y un legislador que quiere terminar con el sufragio universal, Creel advierte que la alianza opositora saldrá a la defensa de los pillos la conforman. Unidad por encima de la legalidad. Aquí estamos unidos, grita Creel. “Y si tocas a uno, tocas a todos.”

La candidatura de Lilly Téllez debe tomarse en serio, es decir, con alarma. Tiene todos los elementos de una candidatura atractiva en nuestros tiempos: retrata bien, tiene una notable facilidad de expresión, es pendenciera, ignorante y elemental. Está convencida de que la experiencia estorba y practica ágilmente, como el presidente, el insulto. Nuestra Sarah Palin cree que la presidencia sirve para meter a la cárcel a sus enemigos. En su larga carrera frente a las cámaras no se le ha sorprendido con una sola idea o una sola propuesta. Ofreciendo odios y medievos garantiza el entusiasmo de la ultraderecha y el repudio de los moderados a los que tilda, de inmediato, de cobardes.

La oposición sigue encerrada en el puño del cuento oficial.

 

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