En este espacio, hace unos días publiqué un editorial en el que narré la intervención de dos funcionarios públicos muy influyentes, que aprovechando sus puestos cercanos al gobernador, han tejido una red de intereses para apoderarse del mercado de la distribución de vinos guanajuatenses en el estado. En varios comentarios a mi columna me reclamaron los nombres de tales sujetos. No medí el interés por conocer ese dato, trataba únicamente de ejemplificar cómo opera en Guanajuato un mecanismo de corrupción denominado “economía de cuates”.
Pero advirtiendo la curiosidad de mis lectores, paso a dar los nombres de dichos sujetos: uno es un tal Aldo Iván Márquez, que fue diputado y desde la presidencia de la Comisión de Turismo, modificó la ley de la materia, para darle cobertura legal a los apoyos y subsidios a la enología y destilados. Ahora funge como subsecretario de la Secretaría de Desarrollo Social y Humano (Sedeshu) y, para efectos, como coordinador de la campaña de la precandidata oficial, nombrada por dedazo del gobernador.
El otro gobiernícola es su hermano, Alan Sahir Márquez, Coordinador General de Comunicación Social del gobierno del estado. Desde 2019, en boletín oficial, anunciaba orondo los cursos que se impartirían a través de una empresa privada, con la cual tiene una relación estrecha, pagados con fondos de la Secretaría de Desarrollo Económico Sustentable, concretamente con la intervención del subsecretario de entonces, Juan José Álvarez Brunel, ahora secretario de Turismo y dueño del viñedo Xidó, en San Miguel de Allende. Conflicto de interés puro y duro.
Alan y Aldo han propiciado un afán descomunal por promocionar, apoyar y subsidiar a la industria de los vinos guanajuatenses. Han favorecido la participación en diversas ferias europeas de vinos de esta región. Al Ejecutivo ya lo llevan y lo traen a catar buenos vinos, mientras evade sus obligaciones de gobernar el estado. Un ejemplo, acaban de llevarlo a Croacia a un evento vitivinícola, mientras Guanajuato se debate en un baño de sangre imparable y sus ciudades, especialmente León, se atiborran de pobres, a los cuales los cárteles matan indiscriminadamente. Pero ellos, displicentes, viajan por el mundo y beben buen vino.
Nos encontramos de pronto ante una priorización irracional de las acciones del gobierno estatal, privilegiando políticas públicas insulsas, frente al caos de inseguridad que enfrenta la ciudadanía. Con ello, se evidencia la frivolidad del funcionariato estatal, que se esfuerza en realizar acciones propias de los particulares, por promover la buena fama y consumo del vino regional.
En contraste, el crimen no cede, sino avanza. La seguridad pública estatal hace el ridículo constante, mientras asesinan policías, asaltan las casas de los ciudadanos con lujo de violencia, la extorsión menudea impactando la economía local y muchos jóvenes son asesinados diariamente en las confrontaciones entre diversos cárteles que operan, a sus anchas, en nuestro estado.
Ahí no hay respuestas ni programas especiales, ni vínculos con organismos policiales de otros países, ni becas para formación de personal de alta calidad en academias extranjeras. Solo el anuncio de la celebración festiva de la nueva feria que se organizará para catar vinos de por acá. Eso si les parece sonoro y destacable.
Para redondear la tragedia, mientras el bisnes de temas etílicos va viento en popa, la Sedeshu en lugar de combatir eficazmente la pobreza, se convierte en instrumento gubernamental de campaña para el 2024. Los pobres no importan, basta arrojarles dinero y regalitos, promover algunas pavimentaciones y acarrearlos a eventos e inauguraciones para que hagan bola. El chiste es ganar las elecciones, no gobernar y mitigar la miseria expansiva. Esta acción también es criminal, y la precandidata, que funge como secretaria, será la responsable directa de las terribles consecuencias que se producirán en el futuro. Guanajuato vivirá al menos un año sin política social de verdad.
Ante la enorme estulticia de los funcionarios involucrados en negocios, el gobierno ha perdido el sentido común. Así sus reacciones se tornan opacas, necias y basadas en la soberbia. Piensan que el poder lo tienen escriturado para siempre. Verán que no.
Se dice que en la Francia del siglo XVIII, la reina María Antonieta, apostada en el lujoso Palacio de Versalles, charlaba con sus cortesanas. Una le comentaba, mientras escanciaba buen vino en sus copas de cristal cortado, que había problemas en París, que la gente se rebelaba porque eran tan pobres que no tenían para comprar una hogaza de pan para comer. La reina comentó con aplomo:
-Pues si no hay pan, que coman pastelillos. Así la insensibilidad de los gobernantes de ayer y de hoy. El 14 de julio de 1789, el pueblo parisino se rebelaba y tomaba La Bastilla. Comenzaba la Revolución Francesa. Luego, todo cambió.
‘Que coman pastelillos’
Nos encontramos de pronto ante una priorización irracional de las acciones del gobierno estatal, privilegiando políticas públicas insulsas, frente al caos de inseguridad que enfrenta la ciudadanía.