En mi columna del martes pasado, sostuve que un Ebrard traicionado por Morena, según el novelista, podría, tal vez, ser invitado, por la oposición para desmantelar a la 4T desde el Poder Ejecutivo, en tanto el papel de Xóchitl quedaría reducido a la Jefatura de Gobierno de la ciudad. Sólo que hace escasos días, ésta última anunció su interés por competir por la Presidencia de la República, decisión que cambió el escenario político. Con el feliz arribo de Xóchitl a la pre campaña ya no se podrá hablar de una caballada escuálida ni habría espacio para Ebrard en la alianza opositora.
El camino a Palacio implica sortear zancadillas y ataques de francotiradores, algunos de ellos colocados por los propios colegas de Xóchitl, una senadora de impecable trayectoria. Sí, ella está sola, pero tiene carisma, es magnética, posee una nutrida propuesta moderna, cuenta con una contagiosa fortaleza anímica, se graduó en la UNAM como ingeniera, gracias a los programas sociales del gobierno federal. ¿Más? ¡Sí! vendía descalza gelatinas en las calles, ¿cuál fifí?
Xóchitl habrá de cumplir con las reglas que impondrá la alianza partidaria, diseñadas, en buena parte, para favorecer a ciertos candidatos presidenciables y excluir a los indeseables, como podría ser el caso de la propia senadora Gálvez, famosa por su intransigencia en lo relativo a los negocios turbios, increíble, pero cierto, un impedimento que podría descalificarla en su promisoria carrera: no está dispuesta a corromperse.
¿Podrá reunir 500 mil firmas, tener el mínimo requerido de conocimiento social y de intención de voto en un cortísimo plazo? No se ve fácil, pero supongamos que librara las zancadillas, satisficiera las reglas y que su poder de su convocatoria superara las mezquindades y envidias políticas, objetivos complejos de superar, más no imposibles, y en dicho contexto, la dejaran pasar, para ser postulada como candidata de la oposición, pues bien, en dicho evento, todavía tendría que luchar contra Sheinbaum o Ebrard, contrincantes que financiarían sus campañas ilegalmente con el ahorro público, sobornando y amenazando al electorado al envenenar la contienda electoral con consultas espurias violando impunemente la legislación, como aconteció en el Estado de México, una realidad de la que se debe aprender.
El reto de Xóchitl requerirá de 25 millones de firmas para ganar. ¿Imposible? Xóchitl es mujer, experta en robótica, en sustentabilidad, una empresaria exitosa, defensora de los pueblos indígenas, de incuestionable reputación, por lo cual AMLO no podría ejercer chantaje alguno en su contra, a diferencia de lo ocurrido en Edomex. Xóchitl, la Flor del Tepeyac, fue premiada por el World Economic Forum como una de las cien líderes globales del futuro del mundo. Entiende las ventajas del Nearshoring, de la creación de empleos y de la importancia de sol y viento para construir plantas generadoras de energía eléctrica limpias y baratas. Posee una justificada sensibilidad social, ha defendido a las mujeres y a los indígenas en situaciones de pobreza, reabriría las estancias infantiles, las escuelas de tiempo completo y los comederos comunitarios. Su discurso político está bien vertebrado, sabe reír, está informada, se opone a la informalidad, al odio y a la división nacional, es aspiracionista, entiende la importancia de la educación, ha estudiado, es valiente y aguerrida, y tan no se empequeñece, que responde a una calumnia presidencial en su contra, con un amparo para ejercer su derecho de réplica y exponer a AMLO al peligro de un desacato de graves consecuencias políticas. Su lenguaje populachero, en ocasiones soez, no ofende, atrapa, ostenta un sorprendente sentido del humor, escaso entre los funcionarios de hoy. ¿Cuándo se había visto a un político mexicano enfrentarse con el jefe del Estado, no para pedir un favor, sino para exigir un derecho y ante los medios difusión masiva?
A Xóchitl, gran protagonista actual de la política mexicana, le cerraron, por lo pronto, las puertas de palacio, salvo lo que resuelva la Corte, veremos si también se las cierra una oposición obnubilada que ve más por los intereses partidistas, que por los de la República, con lo cual podría facilitar el arribo de un nuevo Maximato para retrasar, aún más, las manecillas del reloj de la historia patria.