Tengo la ligera impresión de que, en estos meses, vamos a terminar hasta el gorro de la politiquería. En septiembre, las corcholatas de la 4T definirán candidato o, según el nuevo glosario de Morena, “coordinador de la defensa de la 4T”.

Lejos de la simulación, leguleya de quinta, ha sido interesante observar a los candidatos sin su máscara de funcionarios. Tienen la orden de darnos un show con reglas opacas y torpes. Se les nota el miedo, la inseguridad de que en cualquier momento puedan terminar señalados por el máximo encuestador, que ya dijo que no se mete, aunque todos sabemos que está metidísimo.

De alguna forma, a veces los aspirantes parecen bufones del emperador, lisonjeros arrastrados, patéticos lamesuelas, tapetitos ya muy orinados de perritos falderos, tristones, pánfilos, de hueva imponente. No hay propuestas porque, bendito país de la paradoja, todo se vale. ¡Menos una idea original y práctica que corrija el destartalado rumbo por el que se hunde el país!

Con todo, es interesante ver a un Noroña más moderado, haciendo su lucha con pocos recursos, pero muchas ideas, sabiendo que si bien no es el favorito, podrá dejar testimonio de congruencia, él es el menos zalamero de los 6, el más seguro de sí.

Monreal se debate entre la ocurrencia y la denuncia amistosa. Se le nota perdido ya, se le nota que la meta no es la silla presidencial sino el premio de consolación. No podía alejarse del proceso, hubiera sido un balazo en el pie, es el participante de a fuerzas al que sólo le queda jugar con su apellido: Monrriality, Monrri Game, cualquier cosa Monrrisible, Monrriamable… Al menos, lo intenta con dignidad, pero se le nota que juega a perder.

De veletas con V de Velasco, mejor ni hablar, porque claramente este juego es de tres, no de dos.

Quizá Marcelo Ebrard ha forzado la sonrisa mucho más en estos últimos días de lo que la forzó en toda su vida. ¿Alguien le está dando chocohongos al candidato?, lo que sea que estén haciendo parece funcionar si están buscando ganar la narrativa para un público diferente del clásico y avejentado círculo rojo.

Lo de Andy es patético para quien no pertenece a la religión lopezobradorista, es un suicidio político para quien no profesa el fanatismo cuatroteísta, sí, sí, sí… ¡pero ganó la narrativa!, aunque quizá no sea suficiente para ganar la encuesta.

Si Marcelo sonríe hasta reventarse la mandíbula, Claudia Sheinbaum tensa la suya, se ve parca y enojada, se desdibuja de a poco porque se quedó sin el manto protector de su zona de confort. Sin luz no puede existir la sombra y ella, claramente, no brilla ya sin el gran foco del presidente a su lado.

Pero, insisto, esta pinta para una carrera de tres. Sorprende un Adán Augusto tranquilo, muy seguro de sí, una firme réplica del presidente, es como su clon, habla igual, hace los mismos ademanes, admira a Carlos Pellicer: “el día es transparente”. Pero, a diferencia de los otros, él lo hace de forma natural, puede dar una gran sorpresa.

De Colofón

No hay tarjetas amarillas ni rojas en el proceso de precampaña, que no le pueden decir precampaña, en la 4T.

Los precandidatos pueden hacer lo que se les pegue la gana, el partido no meterá las manos, dicen que “la gente” se los cobrará.

Y solo faltan ¡11 meses y 9 días! para la elección del 2024.

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