Filósofos como Nietzsche, literatos como Wilde o Tolstoi, pintores como Van Gogh o Goya, personajes como Catalina de Rusia, el mafioso Al Capone, Mussolini el dictador, dramaturgos como Shakespeare, el gran músico Beethoven, emperadores como Napoleón, el oscuro Adolf Hitler y librepensadores como Bolívar y Lincoln, tuvieron algo en común más allá de su paso a la historia: todos padecieron sífilis.
Mientras que unos comentan que la enfermedad surgió en América y fue llevada por la tripulación de Colón en el siglo XV a Europa y otros refieren que este padecimiento ya existía en esa región mucho antes del regreso del explorador al continente Europeo, lo cierto es que es una enfermedad que ha estado acompañando a la humanidad desde tiempos muy antiguos, afectando a Syphilus (pastor que dio origen al nombre de este mal) por “llevar una vida inmoral y llena de vicios”, ocasionando epidemias graves como la del sitio de Nápoles en el siglo XVI y una marcada presencia en la segunda guerra mundial entre los soldados de los diferentes grupos en batalla, quienes hasta la afortunada llegada de la penicilina eran tratados con los tóxicos mercurio y bismuto.
Esta enfermedad, una infección de transmisión sexual (ITS) originada por la espiroqueta Treponema pallidum, pasa de un hospedero a otro a través de contacto sexual con lesiones infectantes, vía transfusión sanguínea o de modo vertical desde una mujer embarazada al feto. No tratada (o mal tratada) progresa a 4 etapas con potenciales consecuencias de importancia para la persona infectada.
En la fase primaria existen lesiones en genitales, región anorrectal, labios o boca (que suelen ser indoloras y “mejoran” sin tratamiento, por lo cual no se suele recibir atención). Si la enfermedad no es detectada se evoluciona a la fase secundaria, donde puede existir un rash cutáneo y de nuevo lesiones en las regiones antes mencionadas, alcanzando también palmas de las manos o plantas de los pies, además de inflamación ganglionar, dolor muscular, fatiga y pérdida de peso, que de igual manera son síntomas que pueden remitir incluso sin terapéutica establecida y dar origen a la fase latente, la cual no presenta signos ni síntomas visibles, mientras que la enfermedad está presente en el organismo incluso por varios años, siendo la persona un potencial transmisor de la enfermedad.
Aquellos que desarrollan la fase terciaria, presentan diversas alteraciones en especial en corazón, vasos sanguíneos, cerebro y sistema nervioso en general, con manifestaciones como debilidad muscular, disminución de la visión o ceguera, pérdida de la audición, vértigo, cambios en el estado mental, problemas de memoria, confusión, demencia y complicaciones agregadas que pueden conducir a la muerte. El caso de la transmisión vertical, es usualmente devastadora para el feto, con complicaciones como muerte neonatal, prematurez, bajo peso al nacer y recién nacidos infectados.
Desafortunadamente, en los últimos años existe un aumento en los casos reportados de este padecimiento. Parece ser que estamos frente a una re-emergencia de una enfermedad que si bien no estaba erradicada, daba la impresión de estar bajo control gracias al apoyo fundamental de las terapias antibióticas. Mientras que en el año 2021 se habían reportado alrededor de 9,515 casos, para el 2022 se reportaron más de 14,000. Este aumento en el número de enfermos se está presentando con mayor afectación en las poblaciones consideradas de riesgo, como son los hombres que tienen sexo con otros hombres y los portadores de VIH, aunque de igual manera en población general sexualmente activa, en especial aquellos que mantienen relaciones sin protección.
Las políticas públicas de detección por pruebas de tamizaje, educación y sensibilización sobre prácticas sexuales de riesgo, aumento de cobertura de servicios de tratamiento (tan básicos como el acceso a penicilina) requieren un reforzamiento inmediato. No se debe claudicar en el esfuerzo de volver a meter en “control” a estos padecimientos, en afán de salvaguardar la salud poblacional. De nuevo, la planeación sensata, estrategias eficientes y financiamiento robusto, serán los pilares para dar ataque a este padecimiento re-emergente.
Médico Patólogo Clínico. Especialista en Medicina de Laboratorio y Medicina Transfusional, profesor de especialidad y promotor de la donación altruista de sangre.