Decía el escritor italiano Cesare Pavese: “No recordamos días, recordamos momentos”, aludiendo con ello a la importancia que tienen los recuerdos en nuestras vidas y cómo influyen en nuestra identidad, nuestras acciones, emociones y convicciones. 

Los recuerdos nos permiten revivir momentos únicos y nos muestran el valor de cada instante. También nos hacen reflexionar sobre la verdad, el paso del tiempo y la naturaleza efímera de la condición humana; son como tesoros personales que nos conectan con nuestro pasado y nos acompañan a lo largo de la existencia.

Circula en redes sociales una fotografía en la que aparecemos el presidente Andrés Manuel López Obrador, mi hija Caty y quien esto escribe. Esa foto, que se remonta a 1997, ilustra dos momentos cruciales en mi vida. El primero, cuando fui invitado por el hoy presidente a ser candidato -por la izquierda- a gobernador de Zacatecas, mi estado natal; y el segundo, el inicio de una colaboración estrecha que hoy, 26 años después, recoge un sinnúmero de hechos, recuerdos y vivencias memorables tanto en el ámbito personal como en lo político.

Lo anterior viene a cuento porque el pasado 1 de julio, en el Zócalo de la Ciudad de México, el presidente Andrés Manuel López Obrador celebró el quinto aniversario de su triunfo electoral, mediante un festejo con miles de simpatizantes de todas partes de la República, quienes escucharon el informe que él ofreció, en conmemoración de la victoria del movimiento y el inicio de la Cuarta Transformación de México.

Este hecho, sin duda, marca un antes y un después en la vida política del México contemporáneo, ya que demuestra el enorme respaldo popular que tiene el presidente, y representa el culmen de un proyecto transformador que se fraguó hace más de 25 años y que he tenido la gran fortuna de acompañar.

En 1997 enfrenté la maquinaria de un régimen totalitario que me llevó a abandonar el partido en el que militaba y al cual pertenecía desde 1975, para unirme al proyecto de izquierda que encabezaba desde entonces Andrés Manuel López Obrador. Esta colaboración marcó el inicio de una relación política que perdura hasta la actualidad.

En 1998, al ganar la gubernatura de Zacatecas, demostramos que sí se puede cambiar el statu quo; igualmente, continuamos abrazando la causa obradorista, lo cual, durante mi gestión como gobernador me convirtió en objetivo de acusaciones y controversias, incluyendo señalamientos y denuestos hacia mí y mi familia.

2006 fue un año crucial. Siendo yo coordinador de la cuarta circunscripción electoral, que comprendía los estados de México, Guerrero y Michoacán, entre otros, el fraude electoral coartó la voluntad popular y le arrebató la Presidencia de la nación a Andrés Manuel López Obrador. También entonces acompañé las protestas de cientos de miles que alzaron la voz ante aquel hecho.

En 2012 fui nombrado coordinador general de la campaña presidencial de AMLO, una señal de confianza que, al día de hoy sigo valorando, ya que nos llevó a recorrer todos los pueblos del país.

Fui uno de los fundadores de Morena, el movimiento social con mayor alcance y proyección en la historia moderna del país y que, posteriormente, se convirtiera en partido político.

Tal y como ocurre con todas las relaciones, en la política éstas también suelen evolucionar con el transcurrir del tiempo. No obstante, en el caso del presidente López Obrador y de un servidor, el vínculo va más allá de lo meramente afectivo, porque nos unen, por sobre todo, los ideales, la visión de lograr un mejor país, la lucha por las causas sociales y la firme convicción de que solamente con la participación del pueblo seguirá siendo posible dar continuidad a la gran transformación de México.

 

ricardomonreala@yahoo.com.mx

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