Novela fascinante ubicada justo en el auge petrolero que “entre 1978 y 1981 hizo pasar por México cerca de 55 mil millones de dólares, para enfrentarlo al terminar 1982 con la vigencia de una deuda externa de 80 mil millones.” Me parece que su aporte va mucho más allá al presentar una radiografía de la política mexicana de ese periodo, y las pugnas entre élites depredadoras “…una nueva familia de terratenientes veracruzanos, desaforadamente ricos, con herederos sin límites, educados en Nueva York” y los caciques sindicales locales, que fungen como mediadores y articuladores de la masa popular, y son eficaces gestores de poder real a través de su injerencia en los asuntos políticos.
La lucha por tierras alrededor de Chicontepec, un pueblo hundido en la Huasteca a beneficiarse de forma espléndida por futuras exploraciones de crudo, enfrenta a Francisco Rojano y su esposa Anabela Guillaumin, con Lacho Pizarro, líder iluminado de la sección petrolera de Poza Rica, cuyas pretensiones disfrazadas de utopía (“maoísmo petrolero”) saben servirse del terror y la intimidación violenta.
La amenaza constante de Pizarro aunada a la falta de escrúpulos de Rojano y la seductora e intrigante capacidad de Anabela, arrastrarán al narrador testigo, el Negro, al vórtice del conflicto. Insigne cofrade de la orden chayotera de René Arteaga, mítico reportero del Excélsior, se codea con los altos mandos del gobierno federal “en una asidua relación profesional dentro de la extraña zona de utilización mutua que conocen bien los periodistas y los políticos mexicanos”. El Negro, admirador impenitente de Anabela, se deja arrastrar inicialmente al juego de los Rojano y nos presenta una descripción deslumbrante de los sueños de grandeza de Lacho Pizarro, durante la visita a sus dominios, “…aquí está en marcha una revolución popular obrera. Estamos haciendo la revolución socialista porque nos vamos a apoderar de las fábricas, del capital, de la producción. Ya nos estamos apoderando de todo eso en forma pacífica.”
La maestría de Aguilar Camín se refleja en la creación de cuatro personajes a la vez adorables y siniestros envueltos en una lucha mortal, alimentada por las pretensiones de poder e ilusiones de grandeza. Un espacio letal donde cada uno sabe cómo servirse de los demás para lograr sus fines. Hasta al lector mismo se le escapa la verdad al no tenerse certeza absoluta de cómo sucedió el desenlace: “Les he ofrecido la versión política de esos hechos, la versión objetiva. No es la verdad, pero es la realidad que ustedes tienen que encarar como si lo fuera: objetivamente, sin hacerse ilusiones.” Novela magistral que enmarca la tragedia individual sobre un México que parecería extinto, pero que nos ayuda a comprender la realidad actual: “en este país el infierno está hecho con las omisiones del gobierno. Los demás sólo empedramos el camino…”
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