Por Edurne Villanueva

—¿Andas triste? ¿Quién te pegó? —le hizo la broma para hacerla reír, pero la mueca de ella no llegó ni a media sonrisa. Intentaba animarla— No se deje, dígale a su apá. Seguro que él la defiende.

—Sí, verdad. Gracias —respondió la muchacha al pagar.

Salió de la tienda, pero se detuvo en la banqueta para escribir un mensaje; no pudo evitar escuchar a los hombres. 

—¡Te pasas deveras! Desde que te dejó tu vieja y se llevó a tus hijas ves a todas las chamacas con ojos de padre. Qué no sabes que su jefe se fue con otra vieja hace meses. La mamá se puso a trabajar y dicen que ya anda con otro wey.

—¡Yo qué iba a saber! —se defendió el tendero.

—Y esa morra se anda metiendo con el novio —continuó el otro— y no me extraña. Casa sola… 

—¿Tú le serviste de colchón? —la defendió el frustrado padre, y Mónica se sintió bien por ello— no deberías asegurar esas cosas.

—Pos no de colchón, pero ya le viste las caderas ¿no? Luego, luego se nota…

Hubiera continuado, pero la entrada de la mujer que le gustaba lo dejó mudo. La Berenice andaba en sus treintas, madre de tres niños, tiene marido, pero como si no existiera, hasta donde Nando ha mirado, y ha mirado mucho, llega tarde y sale temprano. 

—Buen día, don Javier. ¿Tendrá paracetamol infantil o algo así?

—Ahí sí le fallo, doña Bere. Tengo nomás del normal. ¿Se le enfermó algún niño?

—Gracias, —la mujer ya iba para afuera— sí. Déjeme correr a la farmacia porque los tuve que dejar solos.

—¡Chale! Qué mala onda. El marido todo el día trabajando y como no son de aquí no tiene familia que la apoye.

—Andas muy enterado —el tendero le dedicó una sonrisa mal intencionada.

—Pos uno que sí sale de aquí no como tú. En la calle uno ve cosas y oye cosas. A poco no te has fijado. 

—El señor Mauricio viene todos los sábados en la tarde por su six de cervezas y sus cacahuates. Habla de deportes con conocimiento y me parece gente decente. Es lo único que puedo decir de ese hombre. 

—Yo solo digo que si va a tener familia mejor que se involucre. Igual y hasta anda con otra.

—Eso ya es mucho decir, ¿no crees? 

Nando se hizo el desentendido mirando el beis, sabía que su amigo era un buen hombre. Él fue el único que lo acompañó el día que se puso bien borracho porque su mujer se fue con todo y niñas. Al día siguiente lo llevó por un menudo, pa’ la cruda. Desde entonces a diario le da su vuelta; en la mañana para tomarse el café con pan o en la tarde, cuando se echa su cerveza. Él sabe lo que es estar solo: hace años que no le habla a su único hermano, se divorció por que no podían tener hijos y tampoco le gustan las mascotas. Cuando Javier volvió detrás del mostrador se divirtió echándole carrilla.

—Pero bien que te encanta que te cuente los chismes de todos, no te hagas.

—Pos sí, no quiero terminar como don Carlos comiendo Pedigree y sobándome las piernas con periódico yo solito.

Esto último Mónica ya no lo oyó, después de escribirle a su amiga, vio salir a la señora Berenice y se fue tras ella. También necesitaba ir a la farmacia. Casi tres cuadras más allá, escuchó la voz de don Carlos en una cochera.

—Estate tranquila, Chole, ya te cambio tu periódico. Mira cómo come la Canija; ándale entretente por allá mientras saco esto por aquí.

La chica alcanzó a ver entre la reja al Golden Retriever inclinado sobre un plato. El viejo, frente a dos jaulas, se afanaba en dejar limpio el espacio de unos canarios.

—¿Y no me vas a cantar hoy, Dolorcitas? Hasta parece que estás esperando que nos llame Miguel. Ya no tarda, ya no tarda. En Alemania ya van a dar las seis. Le vamos a contar las buenas noticias de Laura, ¿verdad?

Oírlo reír, alegró a Mónica. ¡Cómo era la gente de metiche y chismosa!

Un mensaje sonó en su celular, “ya te compré la prueba de embarazo, amiga. Te veo en tu casa. No estás sola.” FIN

Edurne Villanueva es queretana de nacimiento y potosina por elección, aunque vive feliz desde hace años en Irapuato, Gto. Le encantan las historias en libros, películas o en canción. Como parte del taller de Escritura Creativa del IMCAR terminó su primera novela, Mentiras gordas, hace parte de la colección de la editorial Universo de Libros. Acaba de terminar una novela histórica.

Envíenos su cuento a: latrincadelcuento@gmail.com

Leave a comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *