Siguiendo con el tema del árbol familiar, curso que está finalizando, me ha permitido ahondar en historias ocultas, que me ha develado la razón de las sensaciones que escocían mi corazón, y a la vez, me ha permitido empatizar con mis ancestros, algunos de los cuales no conocí.
Pero ahora que he trepado por sus ramas como lo hacía de niña, solo los he observado sin juzgarlos, con el mayor respeto de que soy capaz.
Ella, con su voz modulada, me ha guiado permitiéndome volver, traspasar la barrera del tiempo con una bella música de fondo hasta llegar y entender mi principio y las circunstancias que se vivieron influenciando sus acciones como un golpe de calor.
Hoy, tengo que hacer algunos ejercicios liberadores, esta tarde, me dispongo a ejecutar sus fórmulas, estoy lista para poner manos a la obra, cortar esos daños que pudieran pasarse a mi descendencia a su decir, y evitar que trepen como ardillas sin mi permiso, que ya bastantes estragos han causado, ya no más.
Nos ha dado varias opciones de sanación, yo, he optado por las cartas, escribiré a cada uno diciéndoles que los libero de seguir cargando incomprensibles rencores y lealtades de mi clan. Se ha terminado conmigo, dice la fórmula, y yo lo repetiré de la misma manera, acato distraer mi subconsciente, y así, estando completamente despistado, diré yo la última palabra.
He comprado mis sobres, porque no serán cartas modernas ni las enviaré por el teléfono o correo electrónico. No, serán entregadas en persona, dejando constancia, dice ella, y al concluir añade, tendrán que firmarla, y así se hará. Las entregaré en su propia mano, dándoles ese maravilloso regalo de libertad.
Me emociona la práctica porque tiene una gran relevancia, y en este acto simbólico, el clan pasmado contemplará cómo se rompen esas reglas obsoletas, como se clausura y se inhabilita la puerta.
Claro, no esperaba menos que me dieran algunas soluciones, puesto que el curso se llama sanando el árbol transgeneracional. Lo siento, les digo a mis antepasados, no es traición, pero les debo más lealtad a los míos, hoy rompo viejos patrones, el tiempo de arreglar sus asuntos particulares concluyó, no se metan en vidas ajenas.
Así que de mañana en adelante, me digo, los míos transitarán libres, sin lastres ni anclas, como si les hubieran crecido unas alas nuevas relucientes y fueran ángeles del cielo. Porque, me pregunto, ¿puede gozar un hombre de más ventura que no cargar con las cruces de otros?
El curso llega a su fin, y esta es la actividad final, he decidido obedecer y dejar de cuestionarme estas prácticas extrañas, pero efectivas. Después de la redacción liberadora, queda un espacio en blanco, así que añado de mi cosecha que los amo con toda mi vida, con cada célula que me forma, porque sé la importancia de decir te quiero; es la mejor medicina, y el mejor regalo para dar.