Mi vida se compone de momentos, se han ido hilvanando a puntadas seguras, como un sastre que inclinado sobre la tela realizara su tarea sin titubeos. No puedo ufanarme de no tener quebrantos, en mi construcción, están revueltos en mi argamasa que contiene arena y gravilla, creo que su función de recordarme lo falible y vulnerable que puedo llegar a ser. 

Pero si hablamos de sucesos memorables que considero piedras de toque, de esos también tengo en abundancia, y cuando llegan a mi vida, los abrazo con fuerza, para lograr rememorarlos hasta el último de sus segundos y sentirlos dentro de mi como un afluente nuevo, que cristalino corriera por mis arterias llevando su música integrada contagiándome de su bullicio. 

Y así, formando parte de ese momento de luz, imbuida de esas ondas sonoras extendidas en el aire, como si volaran hilos de plata fina como la luna, soy feliz. 

Veo tus ojos, sus ojos imaginando cómo brillan los míos, y en ese momento que estamos unidos, se escribe esta vivencia compartida con nuestros hilos enredados, mi vida se multiplica exponencialmente, mis emociones se desbordan, brincan enardecidas fuera de los diques cotidianos. Yo siento la alegría extenderse en el aire, como un velo que ondeara violento o una llamarada que tomara figuras alargadas, un abrazo que me calcinara el alma sin quemarme, y en esos reflejos que me brindan sus miradas, me manifiesto en plenitud.

No puedo decir que me he sentado a escribir en mi cuaderno en solitario, porque en mi vida hay cuadros de diálogo y se le da voz a muchos personajes. Algunos salen de mi obra porque olvidaron sus parlamentos y ya no le aportaron nada, otros permanecen, y escribimos a cuatro, a seis manos una melodía que a base de notas creará la música de mi universo. 
¿Pero qué sería de mi vida si le faltaran las palabras, si reinara el más absoluto silencio?

Sí, hay múltiples momentos, variedad de personas que me permiten irme completando, y en esta simbiosis en la que estamos viviendo, intercambiamos piezas ajenas que no nos habíamos percatado que traíamos cargando. Y tal vez, reflexionando, ese sea el sentido, la función de tus ojos y los míos, la finalidad de las palabras, calmar, mitigar la sed de un corazón.  

Por eso es que estoy atenta, para no consumirme como una vela sin ser parte, sino pronta, subir al escenario en el que se representan varias historias y cada cual tiene sus tiempos para  decir sus parlamentos.

Mi vida, tiene momentos memorables en donde la ocasión admite reírnos a carcajadas, bailar moviendo los brazos alrededor de una mesa, abrazarnos, agradecer nuestra cercanía, hacernos confidencias y decirnos cuánto nos queremos. Porque son momentos mágicos que se permiten para que sean en nuestro vivir muros de carga en los que se sostienen las existencias.

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