Argentina está quebrada por el populismo que viene desde Juan Domingo Perón. Una y otra vez un país inmensamente rico en recursos humanos y naturales se acerca al caos. De crisis en crisis, los gobiernos imprimen dinero para pagar cuentas de pensiones, gasto público y mucha corrupción. 

En su desesperación, los ahorradores tienen como deporte nacional sacar la riqueza del suelo nacional. Las monedas extranjeras como el dólar y el euro que captan, lo guardan o exportan a la banca de otros países. Es tierra firme para el fruto de su trabajo. 

Las nuevas generaciones de mexicanos no recuerdan cuando México vivió la pesadilla de la hiperinflación como la viven los argentinos, cuando había dos tipos de cambio: el oficial y el mercado libre. Eso fue a partir de septiembre de 1982. El presidente José López Portillo convirtió los ahorros de los mexicanos en dólares en “mex dólares”. 

“Se prohibía a las instituciones de crédito la venta de divisas y metales en cualesquiera de sus formas, utilizándoles únicamente operaciones de compra en que actuaran por cuenta y orden del Banco de México. Además, se instauraron dos tipos de cambio: uno ´preferencial´ y otro ´ordinario´, que serían determinados por el Banco de México”. Según la historia escrita por el propio Banco. 

Argentina está patas arriba desde hace mucho tiempo y la población, ante la falta de resultados de los últimos gobiernos, escoge la solución “nuclear”: vota en elecciones primarias por un candidato de derecha que promete acabar de una vez por todas con la inestabilidad económica, la inflación y la miseria innecesaria que vive un país educado pero empobrecido por la inflación. 

Hace unos días el semanario The Economist pronostica un avance de Javier Milei. La inflación del 114% retuerce y distorsiona todos los precios, concentra la riqueza y deja sin esperanza. Milei ofrece acabar con el banco central, privatizar toda empresa pública, la educación y la salud, además de reducir a la mitad los ministerios. 

Lo que incita el aumento de precios es la impresión incesante de dinero para cubrir las cuentas del gobierno. Los compromisos internacionales de la deuda interna y externa, la sequía reciente y la fuga de capitales exprime a la economía. En 1988 en México tuvimos una inflación del 159%. Le llamaban una “estanflación”; ni crecíamos ni la escalada de precios se detenía. Por eso estuvo a punto de perder el PRI. Los 80 fueron años perdidos para el país porque sucedía lo mismo que en Argentina. 

Miguel de la Madrid tuvo la desgracia de heredar una hacienda pública quebrada y enfrentar el temblor de 1985. Fue el sexenio de menor crecimiento hasta el presente, que va por las mismas cifras de estancamiento. 

Todos los países populistas estiran la liga de los gobiernos para sus fines políticos o electorales. Todos. Llega el día de pagar las cuentas, los platos rotos y la solución es pedir al Banco Central que imprima billetes, que fondee al gobierno con moneda sin respaldo. 

Hace 68 años, Juan Domingo Perón fue expulsado de Argentina por la política populista de Evita Duarte, su esposa, quien repartía dinero a manos llenas y construía servicios públicos como hospitales, a la vez que ella se enriquecía. El cáncer segó su vida y en el imaginario argentino quedó su imagen de santa. Tal era el fanatismo popular que pidieron al Papa beatificarla. No sabían que muchas generaciones la pasarían mal y el país no se desarrollaría por el legado peronista. 

Los años que vienen no serán fáciles para el pueblo argentino. En algún momento tendrán que dejar de imprimir dinero y enfrentar, no al FMI, sino a la realidad.

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