El video es brutal. Uno de los cinco jóvenes, vestido con shorts y sudadera negra, es ordenado a golpear la cabeza de uno de sus amigos con piedras y un tabique. Luego le acercan lo que parece ser un machete para que lo mate. Los cinco jóvenes maniatados, inmovilizados y con señales de golpes – que habían quedado de ir juntos a la feria y que más tarde reportaron como secuestrados – fueron identificados en el video por sus familiares. Hasta el momento, no hay señales de que ninguno de ellos sobrevivió.
Esto es México 2023.

Cuando varios periodistas, a gritos y sin micrófono, le preguntaron al presidente Andrés Manuel López Obrador, al final de su conferencia de prensa el miércoles, qué pensaba sobre la masacre de los jóvenes en Lagos de Moreno, Jalisco, él contó un chiste y se fue. Aparentemente él no había oído las preguntas. Las críticas llovieron en las redes sociales durante un ciclo noticioso de 24 horas. “No escuché nada …”, explicó al día siguiente, “por eso conté ese chiste”.

Entendido. A todos nos puede pasar. Pero el problema es que AMLO frecuentemente ha tratado de minimizar el problema de la violencia en México dándonos “otros datos”. Cuando hay vacíos de poder, lo llenan los carteles. Y eso está pasando en muchos lugares del país.

Ahora que el presidente está pensando en su legado, pasará a la historia por tener el gobierno con más asesinatos en la historia moderna de México. (Ya van más de 151 mil homicidios dolosos, según cifras oficiales.) Para ser justos, también será recordado por disminuir la desigualdad y el número de pobres. Pero el más grave problema de México – el crimen – no lo pudo resolver y es la asignatura pendiente para el próximo presidente.

Estamos a solo unos días de saber quiénes serán los dos principales candidatos a la presidencia para las elecciones del 2 de junio del 2024. La oposición tendrá que escoger entre la senadora Xóchitl Gálvez, el diputado panista Santiago Creel y la exlíder priista Beatriz Paredes. Mientras que el partido en el poder, MORENA, lo hará entre los aspirantes o “corcholatas” más cercanos al presidente, quien incluyen: Claudia Sheinbaum, exjefa de gobierno de la ciudad de México; el excanciller Marcelo Ebrard; y el exsecretario de gobernación, Adán Augusto.

Los métodos para escoger a ese candidato único, tanto del partido oficial como de la oposición, no son muy transparentes. Ni están sujetos a auditorías independientes. Y ciertamente están ocurriendo cosas que no están permitidas o no son parejas. En una reciente visita a la ciudad de México me tocó ver mantas, muros y anuncios espectaculares sobre las principales calles promoviendo a los tres candidatos oficiales. “Es Claudia’, decían unos. “Mejor Marcelo”, vi en otros. Y “Camino Seguro o El Hombre Fuerte De La 4T”, junto a la foto sin sonreír de Adán. Y eso que la campaña por la presidencia, oficialmente, no ha comenzado. Imagínense el bombardeo que nos espera.

Sea quien sea, el próximo presidente o presidenta tendrá que presentar un plan muy concreto para que no sigan matando a tantos mexicanos. Las “corcholatas” no se han atrevido a criticar el terrible fracaso de la política de seguridad de AMLO. Su fallida política de “Abrazos, No Balazos” ha resultado en matanzas como la ocurrida recientemente en Jalisco. Un ejemplo: en junio, en promedio, habían más de 84 homicidios dolosos cada día. Eso tiene que parar.

Pero los candidatos oficiales están con la boca cerrada. Ninguno se atreve a hacerle la menor crítica al jefe máximo, a pesar de que es evidente que hay muchas cosas que no están funcionando bien, desde la militarización del país y la apabullante violencia hasta la temerosa política migratoria – que ha convertido a México en el muro de Estados Unidos – y la vergonzosa protección a la dictadura cubana.

Lo que está en juego en el 2024 es el futuro de México. Estuve tentado a titular esta columna “Antes de la guerra”. Pero soy muy optimista sobre el futuro del país. Y no creo que será una guerra. Creo que AMLO entregará el poder, como dice la ley y como lo ha prometido muchas veces, y que los mexicanos seguiremos viviendo en democracia. Eso no significa que no haya abusos de poder ni que estemos de acuerdo en todo. Las diferencias de los morenistas y de la oposición son abismales y las hojas de ruta totalmente distintas.

Será, sin embargo, una lucha. Una gran lucha. Será la búsqueda de continuidad frente a la necesidad urgente de ponerle alto a los muertos, a los militares y a las tentaciones autoritarias. Aunque el presidente parece estar dispuesto a usar todas sus plataformas y su enorme poder de convocatoria para proteger su agenda y a los suyos, espero que no sea una lucha muy desigual.

México, históricamente, ha sido un país de presidentes fuertes. Por siete décadas el mandatario en turno escogía a su sucesor. Ya no. La democracia le ha costado tanto a los mexicanos que no van a dejar que se les desvanezca entre las manos.
Hay mucho que cambiar. No podemos normalizar la violencia. Basta ver por unos segundos el aterrorizante video de los muchachos de Lagos de Moreno para darse cuenta de que ese no es el México que queremos.

 

 

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