Sin duda, la soledad lleva implícitos importantes repercusiones en el funcionamiento psicológico de las personas, y aunque a veces es absolutamente necesaria, e incluso buscada o anhelada, otras muchas veces es experimentada como una falta, una deficiencia, como un vacío.
La soledad, junto con el estrés y la obesidad, es una de las epidemias más graves del siglo XXI. O tal vez una pandemia, al margen de la que ya vivimos debido al Covid-19.
Existe diferencia entre sentirse solo y estar solo, es que la soledad es un sentimiento subjetivo donde la persona experimenta la ausencia de relaciones personales satisfactorias. En cambio, estar solo es una medida objetiva del número de contactos o relaciones que una persona tiene en su red social.
La soledad es una emoción muy intensa por la que todas las personas, en algún momento de nuestras vidas, hemos tenido que transitar. Y aunque en ocasiones es una emoción tan intensa que nos nubla la visión de futuro, es posible aprovecharla para crecer, permitiéndonos abrir nuevas puertas a otros espacios hasta ahora inexplorados. Esos espacios más personales, también más sugerentes y que constituyen nuestro mundo interior.
La soledad, en definitiva, nos puede enseñar a disfrutar de nosotros y de nosotras mismas de una forma que no habíamos descubierto hasta entonces. Compréndela y transfórmala en tu aliada para conocerte y propiciar los cambios que deseas, aunque en nuestra vida cotidiana con tantos distractores es bastante complicado estar en soledad deseada.
Algunos estudios afirman que un 30 % de la población experimenta frecuentemente sentimientos muy intensos relacionados con la soledad no deseada, y esta cifra aumenta hasta un 80 % en personas que contactan con unidades de salud mental. Afirman que se trata de una verdadera “epidemia” (superior a la de la obesidad), que predispone a una mortalidad prematura y que, por tanto, puede ser considerada como un problema de salud pública. Estos autores también prevén que estas cifras continúen aumentando.
Weiss el que, en un intento de hacer manejable el término, distingue dos tipos de soledad: la social “es la sensación de aislamiento, de no ser aceptado por los otros”; la persona desea tener lugar dentro de un grupo de personas y compartir. Y la soledad emocional, que es la ausencia de relaciones significativas para la persona La ausencia de apego, “que proporcione una base segura”. Este tipo de soledad se asocia con sensaciones de vacío y refleja el anhelo de encontrar a la “otra persona” con la que compartir la vida. La soledad forma parte de la vida. Una soledad indeseada hace sufrir. Una particular sensibilidad ante esta soledad se está gestando en nuestros días y es necesario afrontarla y comprenderla. Tiene sus pros y contras de sentirla y vivirla, sus mitos y leyendas y también sobre una realidad que asola y aflige a millones de personas, y más tras una pandemia epidemiológica que obligó, a quien más y quien menos, a cortar sus lazos sociales habituales para protegerse del virus.
Esta soledad no sólo afecta al ámbito emocional o psicológico conduciéndonos a estados de tristeza, sino que además también afecta a la salud física. Se han demostrado relaciones entre la soledad y el aumento del cortisol o empeoramiento del sistema inmune. Algunos estudios establecen similitudes entre la respuesta que da el cerebro a la soledad, con el dolor físico.
La soledad forma parte del ser humano, y, algo se humaniza cuando se comprende: la soledad no está bien vista porque no está entendida. Saber afrontarla y comprenderla es, por tanto, humanizarla.
La soledad ha regresado a estar en el foco de atención debido a la pandemia y el confinamiento, que nos llevó a vivir la realidad aislados de los demás. El ser humano intentó afrontar esta situación con la tecnología y las redes sociales, ya presentes antes de la llegada del virus ahora más con realidad virtual e inteligencia artificial. La soledad de las y los niños es grave, y más ahora que buscan refugio en el mundo virtual. Un niño (a) y adolescente necesitan un grupo de pertenencia, si no lo tienen, se aíslan y ese aislamiento provoca mucho dolor.
Quien siente la soledad, tendría que analizar por qué la siente y cuál es la causa. Siempre hay una causa para soledad: una pérdida, un rechazo, unas relaciones no satisfactorias. Estar solo no es algo tan terrible, es una oportunidad para conocerse mejor y abrirse a otros. Hoy en día tenemos más posibilidades en el caso de querer buscar esas relaciones: en centros de personas mayores, centros cívicos, asociaciones. Abrirse a los demás es una experiencia muy sanadora y humanizadora.
Algunas sugerencias para vivir sin miedo a la soledad:
- Pregúntate qué es lo que quieres.
- El aislamiento puede llegar a ser muy dañino, pero también hay quien disfruta de él.
- Reconcíliate con tus hábitos y gustos.
- Busca el apoyo de las personas más cercanas a ti.
- Oblígate a asistir a eventos sociales.
- Entrena tu asertividad.
- Busca ayuda profesional.
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