10 de diciembre de 1920, cuando aún no se establecía el Ayuntamiento de Estocolmo como sede para el banquete posterior a la entrega del Premio Nobel de Literatura, Knut Hamsun, que a la sazón frisaba los sesenta años, arrebatado por los honores que se le conferían, agradeció en un breve discurso la obtención del galardón con un elogio a la juventud, “No hay peor destino para un joven que caer prematuramente en la prudencia y la negación.” Pensaría entonces en aquel flaneur que recorría las calles de Kristiania (hoy Oslo) con el estómago vacío y la cabeza bullendo con temas de artículos para vender a los diarios locales a cambio de pocas monedas. Retrato a la vez de ese adolescente maltratado y subalimentado por su tío de quien huiría para ganarse el pan en los más diversos oficios, aprendiz de zapatero, vendedor ambulante, dependiente de tienda, asistente del alguacil o maestro itinerante, hasta dar sus primeros pasos en la escritura a los 17 mientras chambeaba como aprendiz de cordelero. Al igual que el protagonista de Hambre, abandonaría su país para recalar en los Estados Unidos, donde durante dos estancias acumularía más oficios que le ayudarían a definir su visión crítica de la modernidad pregonada por Occidente.
Hambre, su primer trabajo reconocido ampliamente, sale de los modelos melodramáticos ensayados en sus primeras novelas y nos sumergen en la experiencia del personaje excéntrico y trashumante que fluctúa entre “una mezcla curiosa de sensaciones de languidez y energía, de dolor y disfrute, de dulzura y amargura,” y que con su vagabundeo rehúye tanto de la falta de alimento como del pensamiento tradicional de su sociedad. Publicada en 1890, en Dinamarca, algo común en la época, obtiene éxito inmediato que abre las puertas a traducciones al alemán e inglés, así como a una larga serie de novelas, que le llevarían a ese banquete en Estocolmo treinta años después.
La influencia de Hamsun marcó a escritores como Franz Kafka, Thomas Mann, Máximo Gorky, Stefan Zweig, Henry Miller, Hermann Hesse, John Fante, y Ernest Hemingway, entre otros. Tras el Nobel, su influjo llegaría también a Hispanoamérica, muchas veces con traducciones no autorizadas. Lectores y escritores aquilatarían la obra de Hamsun, como en el caso de María Luisa Bombal en Chile, Juan Carlos Onnetti en Uruguay, Arturo Uslar Pietri en Venezuela y Joao Guimaraes Rosa en Brasil. En México, Hamsun gozó de popularidad entre un grupo de escritores y artistas nacidos alrededor de 1920, entre ellos Juan José Arreola, Alí Chumacero, Ricardo Martínez, Jaime Sabines y Juan Rulfo. Previo a esta generación, vale la pena mencionar al guanajuatense Efrén Hernández, como uno de sus lectores más atentos.
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