Los dictadores, solos, nunca pueden ganar ni gobernar. Siempre necesitan de cómplices para realizar sus crímenes, y de amigos -dentro y fuera- para protegerlos. Este es el caso del dictador cubano, Miguel Díaz-Canel, y del ruso, Vladimir Putin. Ambos tienen sus bandas de apologistas y de defensores de lo indefendible.
Empecemos con Ucrania, que ha sufrido una brutal e injustificada invasión por parte de Rusia. La mayoría de los países de las Naciones Unidas exigieron, al cumplirse un año de la guerra el pasado mes de febrero, concluyó que hay creciente evidencia de varios crímenes, incluyendo tortura, violencia sexual y asesinatos extrajudiciales. Reportó de un video en redes sociales que supuestamente mostraba a soldados rusos castrando a un militar ucraniano amordazado.
No hay duda, pues, de los crímenes de guerra y de la brutalidad de la invasión iniciada por Rusia. Y entonces, ingenuamente, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, invita a la ciudad de México a un contingente militar de Rusia al desfile de la independencia el pasado 16 de septiembre. Así, como si se tratara de lo más inofensivo del mundo y no de un ejército asesino. “Sus botas y manos de criminales de guerra están manchadas de sangre”, dijo en redes sociales la embajadora de Ucrania en México.
AMLO no vio nada malo en apoyar a un ejército invasor. “Se invitó a todos los gobiernos con los que México tiene relación”. Y luego apuntó que cuando Felipe Calderón era presidente de México (2006-2012) también se invitó a una delegación rusa. Pero a López Obrador, que es un gran estudioso de la historia, se le olvidó que la invasión rusa a Crimea no fue sino hasta el 2014 y la de Ucrania en el 2022. No es lo mismo.
Cuando estuve en Ucrania, al principio de la guerra, me tocó ser testigo del éxodo de miles de familias que lo perdieron todo por la ambición imperial de Putin. Recuerdo cómo en la estación de tren de Leópolis las mujeres y los niños se despedían de los hombres, que por ley se tenían que quedar a pelear. Y todos los ucranianos con los que hablé estaban convencidos de que iban a ganar. Todos. Era el preludio de una guerra que ha demostrado la crueldad e impotencia del ejército ruso.
Tres días después de que AMLO pasara revista al contingente ruso, el presidente ucraniano Volodymyr Zelensky denunciaba ante las Naciones Unidas el genocidio en su país e insistía en que “debemos actuar unidos para derrotar al agresor.” Y el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, fue igual de claro: “Tenemos que parar esta agresión ahora para evitar otros posibles agresores mañana.”
Pero AMLO no lo entiende. Tiene la mala costumbre de invitar a dictadores o a sus ejércitos al tradicional desfile de la independencia. En el 2021 invitó al tirano cubano Miguel Díaz-Canel. Esto ocurría pocos meses después de las protestas pro-democracia en Cuba, que fueron brutalmente reprimidas por el gobierno de Díaz-Canel. AMLO así se ponía del lado del dictador. Y en febrero de este año le otorgó a Díaz-Canel la Orden del Águila Azteca, la máxima condecoración del gobierno de México a un extranjero.
“¡Que viva Cuba libre y soberana!”. De nuevo López Obrador, el historiador, olvidaba que en Cuba no hay libertad. Cuba es una dictadura desde 1959, no existen elecciones multipartidistas, solo ha visto a tres gobernantes en más de seis décadas y, según la organización Prisoners Defenders, tiene 1,047 prisioneros políticos. El embargo de Estados Unidos no es la razón porque hay una tiranía en la isla.
“La no cooperación con el mal es tanto una obligación como lo es la cooperación con el bien”, dijo Mahatma Gandhi en un juicio en su contra. ¿Qué motiva a AMLO a aliarse con un matón e invitar a los responsables de la principal crisis bélica en el planeta? Cualquiera que sea la razón, ya es muy tarde. Esperamos de la próxima presidenta en el 2024 una política exterior mucho más congruente, humana y aliada con el pueblo, no con sus opresores.
La gran ironía, y tristeza, es que un presidente elegido democráticamente como López Obrador utiliza su popularidad y capital político para defender a un violador de los derechos humanos y a un ejército invasor. El principio de la no intervención en los asuntos internos de otras naciones pasa a segundo plano cuando se trata de la libertad de un pueblo y de la vida de inocentes. Hay que pedir para los cubanos y los ucranianos las mismas libertades, protecciones y democracia que gozan los mexicanos.
López Obrador y otros creen que tengo una posición anticastrista y contra las dictaduras solo porque vivo en Miami. Se equivocan. Carlos Alberto Montaner y otros patriotas cubanos nos han enseñado que hay que luchar por la democracia en todos lados, no solo para los tuyos.
Es una política equivocada, y una grave falla moral, ser amigo de los tiranos.
HLL