El reloj marca las diez de la mañana del penúltimo viernes de septiembre del 2023 cuando el humo del cigarro se entromete en la conversación de tres seres humanos que, a pesar de la brecha de la edad, un afecto inerte los une a tal grado de crear un acuerdo intrínseco los martes, miércoles y viernes: estar allí para platicar cada que se pueda. 

Los temas son variados, pero en ese día se les da de hablar del beisbol y mil cantidad de experiencias a su alrededor. 

Uno de ellos es reservado e introvertido pero guarda consigo un mar de anécdotas por contar, aunque el tema de ese día se olvide un poco de ello y sea de la actualidad sobre sus adorados Dodgers y el récord que está cerca de romperse con cuatro jugadores por encima de las 100 carreras impulsadas. 

Betts, Freeman, Martínez y Muncy son los apellidos que expulsa de su boca cuando, entre tanto y tanto, la inevitable marcha hacia atrás en el tiempo aterriza en la plática y da pie a la intervención de la sapiencia hecha persona. 

Amable y enfático a la hora de hablar de lo específico, Jesús Galván, curioso y solidario por naturaleza, guarda un mundo de experiencias en esa mente que se ha fortalecido con el pasar de los años. 

Las canas lo reflejan: miles de vivencias han forjado su carácter con los cimientos de centenares de anécdotas que, despreciando al egoísmo, se ha dedicado a compartir sin la posibilidad de que se cuenten… hasta el día de hoy. 

La leyenda de Domingo Santana

Después de que el legendario nombre de Mike Brito hiciera efímera aparición, el de Domingo Santana brilló sobre los demás durante 10 minutos con una anécdota del apodado “Chuy”. 

Subiéndose a un imaginario DeLorean, se transportó 41 años atrás, cuando la vida aún era descubierta en plena adolescencia mientras la vida escolar era sinónimo de esfuerzo en el bachillerato. 

Presa del pasar de los años, le causa un poco de conflicto recordar el nombre del lugar donde pasó gran tramo de su vida deportiva: el Instituto Tecnológico de León

“Yo nunca lo traté, pero sabía que era el entrenador de la Selección de Beisbol del ITL y le decían ‘Mingo’. A pesar de que dentro de la institución había lugares para practicar futbol, basquetbol, futbol americano, no había una designada para el beisbol, pero los seleccionados se iban enfrente de las instalaciones donde habían algunos terrenos baldíos”, relata mientras la vida del cigarro comienza a llegar a su fin. 

Fungiendo su labor como entrenador de los jóvenes peloteros, Domingo Santana los hacía esforzarse yendo al salón de resguardo de materiales deportivos a sacar todo el necesario para practicar: desde guantes y caretas, hasta bates y bolas. 

Sin embargo, hubo algo que le llamó poderosamente la atención y provocó el entrometimiento al cien por ciento en la conversación al grado de que hasta el cigarro llegó a apagarse por completo. 

“Sacaban unas bases pesadas de abajo para que se sostuviera muy bien, con un resorte como del ancho de una mano y, de alto, de la altura de la cintura. La base era de metal y estaba adaptada, en lo más alto, como con un ‘conito’ para que se pusiera allí una pelota de beisbol y los peloteros practicaran el bateo sin necesidad de que existiera el pitcher”.

Aquello servía para facilitar las peticiones de ‘Mingo’ que, si quería la pelota del lado izquierdo, para allá se la tenían que mandar y, si la quería al derecho, tenía el mismo resultado. Hasta parecía algo irreal. 

“Cuando quería línea o elevado esa era la función de ese aparatito que estaba allí y practicaba mucho. Claro que después venía un pitcheo real, pero eso me llamó la atención porque nunca ví algo de semejante magnitud y se supone que eso lo traía de las universidades de Estados Unidos”. 

Sin nada más que agregar del caso, aquel compañero comenzó a hacer conexiones en la actualidad mientras se disponía a encender otro cigarro y decir:

“Sí, ‘Chuy’, eso era muy común de allá donde yo vivo y vaya que sirvió mucho”. 

Domingo Santana con un bate de beisbol. Foto: Archivo Histórico de Beisbol. 

Honrar el pasado

Pero existe una situación: aquel segundo compañero del que no se han dado detalles era yo, escritor de esta columna que se sorprendió en absoluto por lo escuchado al formar parte del relato de una de las tantas anécdotas que aún no se han contado sobre Domingo Santana. 

Inmortalizado con el nombre del único estadio profesional para practicar el beisbol en la ciudad de León, Guanajuato, me di cuenta que, todas esas cosas que hoy nos parecen cotidianas, alguna vez fueron novedosas para todo un sector ávido de comenzar el proceso que cimentó las bases de lo que tenemos hoy. 

Porque sólo así podemos descubrir en su totalidad la importancia del legado que dejaron todas estas leyendas, nos adentraremos en ello con esta nueva sección. 

Hoy fue Domingo Santana, pero mañana… 

¿De quién será el turno?

Bendito beisbol y su historia por contar. 

-El Dugout Del Gabo. 

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