¿Qué significa el deporte si no viene con una pizca de presión que obligue al alcance del mejor rendimiento posible como equipo?
Perdería todo tipo de sentido y diversión el no sentirse esa piel chinita que se materializa con el arrancamiento de uñas, las palmas en el rostro o el apretón incomparable de una prenda de ropa.
Por eso es tan plausible cuando un equipo logra algo tan significativo como una Serie Mundial porque costó más de 162 juegos llenos de sufrimiento y frustración, pero también de alegría y placer.
Si por sí solo el beisbol es un deporte mayúsculo en cuanto a dificultad se refiere, el agobio de la Postemporada termina por magnificarlo en una escala difícil de explicar con números o palabras.
Esta fase no es para todos los jugadores, pues es aquí donde los beisbolistas se diferencian del promedio; donde se descubren a los beisbolistas franquicia, y, como en cualquier historia que lleva consigo un grado de catarsis, es donde se glorifica a los héroes y se condena a los villanos.
Con la terminación de las Series Divisionales y el inicio en consecuencia de las Series del Campeonato, la Major League Baseball (MLB) volvió a dejar en claro que la Postemporada no es para todos.
Hoy, aquellos Bravos de Atlanta que lideraron todas las Grandes Ligas en jonrones (307) y victorias (104), están de vacaciones.
Hoy, aquellos Dodgers de Los Ángeles que tuvieron en sus filas a cuatro jugadores que rebasaron las 100 carreras impulsadas en la figura de Mookie Betts (107), Max Muncy (105), JD Martínez (103) y Freddie Freeman (102), además de llegar a las 100 victorias, están de vacaciones.
Hoy, aquellos Orioles de Baltimore que llegaron a las 101 victorias y le ganaron la División Este de la Liga Americana a las Mantarrayas de Tampa Bay, Azulejos de Toronto, Yankees de Nueva York y Medias Rojas de Boston, están de vacaciones.
Estos tres equipos, quienes se afianzaron como candidatos fuertes para llegar a la Serie Mundial, no pudieron con el agobio de una constante presión en la Postemporada.
Llegando a la Serie Divisional ante los Filis de Filadelfia, aquel Ronald Acuña Jr. que impuso su propio club de 40-70 con 41 jonrones y 73 bases robadas, se redujo a solo dos hits y misma cantidad de bases robadas con un promedio de bateo de .143.
Llegando a la Serie Divisional ante los Diamondbacks de Arizona, aquella poderosa pareja ofensiva de Betts y Freeman que se conjuntó para 68 jonrones y 209 carreras impulsadas, se redujo a solo un hit en 21 turnos al bate.
Llegando a la Serie Divisional ante los Rangers de Texas, aquel quinto mejor pitcheo de toda la Liga Americana con una efectividad de 3.89, recibió 21 carreras en tan solo tres juegos disputados.
Y es que más allá de ser un duelo deportivo, en estas instancias cuenta más lo psicológico y, en ese sentido, no hay ejemplo más determinante que el de Orlando Arcia.
Entre que sí debió de salir del clubhouse o no su ‘burla’ a Bryce Harper sobre el mal corrido de bases en el final del segundo juego que, a su vez, significó el único triunfo de los Bravos en la Postemporada, el venezolano perdió los estribos en patio ajeno.
Con el hervidero en su máximo punto a sus alrededores producto de una afición volcada en todo momento con sus Filis, se concentró más en responderles a ellos que a sus propios compañeros.
En este 2023 nos volvió a quedar claro que los playoffs no son para todos y que, si se requiere triunfar, se necesita una adecuada planificación como la que no existió en Los Ángeles, donde no tuvieron jamás abridor confiable con 13 carreras recibidas, 5 jonrones (4 consecutivos en un mismo juego) y una efectividad de 4.57; cifras que colaboran a la magnífica cifra de una victoria en las últimas dos postemporadas.
Después de una apabullante fase regular, todo quedó reducido en:
- Bravos perdió la serie 3-1.
- Dodgers se fueron barridos.
- Orioles sufrieron también una barrida.
Hay que saber jugar la fase regular, sí, pero hay que saber jugar mucho mejor la Postemporada.
Y siempre con esta primicia…
El bateo gana juegos.
El pitcheo gana campeonatos.
-El Dugout del Gabo.