Dolores Olmedo conoce a Diego Rivera en la Secretaría de Educación Pública en 1928. Lola Olmedo se acordaba del día que conoció al maestro, ella acompañaba a su madre, María Patiño Suárez viuda de Olmedo, quien tenía que realizar un trámite escolar. Llegaron a la Secretaría de Educación Pública, donde Diego pintaba sus murales.

Al maestro Rivera le llamó mucho la atención Lola -como ella aseguraba- “seguramente por mis largas trenzas, mis ojos de china o algo así por el estilo, porque inmediatamente le pidió a mi madre que me dejara posar para él”. Su madre, que era amiga de artistas y mujer culta, no se negó. Rivera tomó algunos apuntes de Dolores y, más tarde, realizó 26 o 27 dibujos al desnudo de Olmedo, según lo recordaba ella.

Uno de ellos lo seleccionó Rivera para obsequiárselo a su joven modelo y otros más los aplicó en una de las escaleras de la Secretaría de Educación Pública. Las primeras obras de Diego Rivera que Dolores Olmedo colecciona son dos litografías que el artista le obsequia en 1930: una, su Autorretrato, y otra, Desnudo de Dolores Olmedo, ambas con sendas dedicatorias.

Al casarse Olmedo con el periodista Howard Phillips y debido a un malentendido, Dolores se ve en la posición de regresar las impresiones a Diego, quien las guarda hasta 1955, año en que le fueron obsequiadas a la coleccionista por segunda ocasión. Años más tarde, hacia 1954 y tras la muerte de Frida Kahlo, Dolores Olmedo vuelve a encontrarse con Diego Rivera. Junto con un grupo de amigos viajan a Janitzio para participar en las ceremonias del Día de Muertos que se llevaban a cabo en el lugar. Este hecho les permitió retomar la vieja amistad que hubiera surgido más de veinte años atrás y que perdurara hasta la muerte del pintor.

En 1955 y bajo la tutela de Diego Rivera, Lola comienza a comprar obra del muralista: Retrato de Lola Olmedo (La tehuana), Retrato de Irene Phillips y una serie de dibujos. Doña Lola también contaba con tres obras con escenas del viaje a Janitzio, un obsequio de Diego. En 1956 el propio Rivera le entregó una lista de 10 cuadros, entre los que señaló a El matemático como una de sus mejores obras. Dolores Olmedo compró siete de las 10 piezas.

En 1956 visitó en París a un coleccionista que había heredado 21 obras de la propiedad de Enrique Friedman, amigo de Diego cuando este estuvo en Europa; sin embargo, no logró convencerlo para que le vendiera la colección. Fue hasta 1959, cuando salen en subasta en la Parke-Bernet Galleries de Nueva York (ahora conocida como Sotheby’s), que Dolores logra adquirir 12 cuadros del periodo español y cubista de Rivera.

Tal fue la amistad entre el maestro Rivera y Dolores Olmedo que su relación sobrevivió las actividades de cada uno, los matrimonios o divorcios de ambos y las épocas de mutuo enfriamiento. Al final de sus días, Diego –muy enfermo de cáncer- pasó grandes temporadas en compañía de Dolores. Ella misma explicaba que le ofreció estancia a Diego en su casa de Acapulco -La Pinzona-, para que el artista pudiera trabajar sin preocupaciones. 

Fue ahí donde el muralista pintó el Quetzalcóatl en mosaico con concha, el Tláloc enorme y un sapo grande entregando su corazón a su amiga incondicional. Durante los últimos años de vida del maestro, Dolores estuvo continuamente con él. A la muerte de Diego, en 1957, Lola había adquirido 50 obras de Rivera.

Como establecen los críticos, esta confianza ciega en el pintor no fue producto de una visión de coleccionista experimentada, sino de la lealtad de una amiga que tomó el gran riesgo de apostarle a un artista mexicano. La amistad entre Olmedo y Rivera se tradujo en un pacto de confianza, de tal manera que, antes de morir, Diego le pidió que se hiciera cargo de los museos Frida Kahlo y Diego Rivera-Anahuacalli. 

Además de su labor como coleccionista, Dolores cumplió la promesa que le hiciera a Diego de mantener abiertos estos museos, los que se mantuvieron funcionando por más de 50 años con su supervisión y no pocas veces con sus propios recursos.

Diego María de la Concepción Juan Nepomuceno Estanislao de la Rivera y Barrientos Acosta y Rodríguez, conocido simplemente como Diego Rivera, nació el 8 de diciembre de 1886 en la ciudad de Guanajuato y fue conformador del movimiento pictórico de la primera mitad del siglo XX denominado Escuela Mexicana de Pintura.

Rivera estudió en la Academia de San Carlos donde adquirió sus primeros conocimientos formales en torno al arte. La colección del Museo conserva una de las obras más relevantes en la producción del artista, se trata del retrato que Diego hizo de su madre, la señora María del Pilar Barrientos de Rivera. Dicho trabajo le mereció el reconocimiento de los connotados maestros de la Academia ya que fue realizado a la temprana edad de diez años.

Cuando sólo contaba con veinte años, el artista recibió una beca para estudiar en Europa y se inscribió en la Academia de San Fernando en Madrid, donde fue alumno de Eduardo Chicharro de quien aprendió el dominio de las diferentes técnicas de expresión plástica que entonces existían. Su estancia en Europa se prolongó casi veinte años, conoció diferentes países y en todo ese tiempo incursionó en movimientos artísticos de vanguardia.

El costumbrismo español aprendido en San Fernando lo vemos presente con El Picador (1909); la pintura muestra a uno de los personajes de la fiesta taurina y en ella se aprecia el gran dominio que Rivera tenía del óleo a la edad de 22 años con trabajos de gran formato. Su incursión en las vanguardias se puede apreciar en Mujer con gansos (1918), donde la influencia del posimpresionismo de Paul Cézanne es muy notable, lo mismo que en El Matemático (1919), una de las obras capitales de Rivera; en ella se aprecia la conjugación de matices del cubismo analítico ampliamente experimentado por Rivera en Montparnasse, París, y el tratamiento pictórico, influencia de Cézanne, en el retrato que Rivera le realizara a René Paresce; la obra contiene una gran carga emocional donde el espectador puede apreciar la actitud introspectiva y reflexiva del científico retratado.

La Escuela Mexicana de Pintura está dignamente representada con obras como La Canoa Enflorada (1931), La familia (1934) y La tehuana, retrato de Dolores Olmedo (1955). Rivera murió en la ciudad de México el año de 1957.

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