Interesante como vivimos el proceso inevitable de morir; a partir de los 70 años (en mi caso), poco a poco se vive un proceso de deterioro físico que por su rapidez se vuelve perceptible, anticipando el final, algunos les llaman achaques…

Por primera vez me enteré de mi avanzada edad, cuando a partir de los sesenta años, las muchachas de 30, 40 y 50 años me empezaron a decir: “Señor” y dejaron de verme con coquetería; y pues sí, el tiempo pasa y la piel se arruga, el pelo se retrae y deja ver una frente que día con día se amplía, lo mismo que el vientre, lo que es preludio de que el tiempo se acaba y de que en algún momento llegará la inevitable muerte; la que viene en diferentes presentaciones, desde el común y bienvenido infarto, hasta enfermedades lentas, costosa y dolorosas que, en mi opinión, solo traen dolor y desgaste, lo que quita brillo al gusto de vivir… Por lo expresado, soy partidario de la “muerte asistida” y de la opinión de que uno debería irse antes de tener que usar pañales para adulto, me explico, una de las características de una buena vida es vivir con dignidad, la que opino, se pierde, cuando el cuerpo deja de ser funcional; por lo que quizás, una reflexión que todos deberíamos hacernos con oportunidad, o sea ¡ya!, es: ¿para que vivimos? En ese sentido, quienes tenemos una cultura promedio y no profundizamos en cuestiones filosóficas y religiosas, me parece que una buena y entendible respuesta es la que dio mi entrañable amigo, Faustino Castro, quien además fue sacerdote, líder del Opus Dei, fundador y Rector de la Universidad de Zamora y un constante luchador para que la Iglesia no perdiera rumbo, por cosas mundanas, recordando el mensaje de Jesús: “Mi reino no es de este mundo”, Faustino, adicionalmente, tuvo el tino de adelantarse y pasar a mejor vida después de tener una larga y productiva vida, lo cito: “Si quieres saber si creces,… pregúntate si estas amando. Si quieres saber si amas,… pregúntate si estas creciendo.” Este era el pensamiento con el que describía que venimos a este mundo a crecer para alcanzar nuestra plenitud y que para lograrlo en eso que llamamos tiempo de vida lo hacemos amando: ¡el amor es el motor!”.

Hoy, la gente se prepara para celebrar el día de muertos, lo que en México se ha convertido en una festividad y en un atractivo cultural y turístico en dónde, opino, nos hemos alejado de la oportunidad de reflexionar, no solo recordando a quienes ya se nos adelantaron, sino pensando en nuestra propia temporalidad y, con esas reflexiones, aprovechar para recomponer nuestras vidas y así darles el sentido que nos conduzca a sentirnos plenos cuando el tiempo termine. En otras palabras, lo ideal es llegar al final sin la preocupación de dejar asuntos inconclusos, cosas que debí decir, hacer o vivir y que no hice, llegar al final sin pendientes es una buena manera de terminar, por lo que ahora que aún es tiempo para la mayoría de nosotros, deberíamos aprovechar estos días para reflexionar en lo que quisiéramos hacer antes de morir  ¡Y hacerlo!; dicho con otras palabras, si supiera que mañana voy a morir y pudiera expresar: tuve una buena vida, la razón de mi existir tuvo sentido y la forma de asumir el final será en paz conmigo mismo, por lo que la muerte solo será un sueño en el que se inicia una nueva aventura, desconocida para mí, ya que no creo ni en el cielo ni en el infierno, ni en un juicio en el que se juzgue mi imperfecta humanidad; en lo que sí creo, es en que la energía ni se crea ni se destruye (solo se transforma), por lo que, siendo cada uno de nosotros una parte de energía, pasaremos a otro estadio en el que con la curiosidad de un niño, espero llevarme agradables sorpresas… Estimado lector: ¡Feliz día de muertos!… ¡Así de sencillo!

Un saludo, una reflexión.

Escritor y soñador

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