Entre los momentos memorables de mi niñez, está el juego de canicas que congregaba a los niños de la “cuadra” a hincarse en el suelo (de preferencia en la tierra) para jugar.
S- Pues sí, mi Rufo, resulta que yo fui niño de la calle, donde convivíamos y en dónde jugábamos. Te comparto una obra de arte sobre el tema: “Pichicuas y Cupertino se pusieron con canicas a jugar, Pichicuas, que pide “mano” Cupertino “rintincola, cola y tras”, una raya y un hoyito que pintaron en el patio del solar…” Pichicuas y Cupertino es uno de los grandes temas musicales de Chava Flores, en dónde narra, no solo un juego de canicas, sino las emociones asociadas, incluidas las trampas y berrinches del mal perdedor: “…Pichicuas y Cupertino las canicas se empezaron a ganar, como se jugó de a “devis” muchos “tiros” se cambiaron de lugar… Cupertino que hace trampa y hartos dengues pa´ “ciscar” al Pichicuas; Pichicuas que se lo “poncha”, Cupertino se hace “concha” y no le quiere pagar. –Mis canicas me las pagas y que empiezan las “trompadas”…”
R- Guarraguau, mi Santias, con la facha de Fifí que tienes, nunca hubiera imaginado que fuiste niño de la calle.
S- Y no solo fui niño de la calle, mi Rufo, ¡fui un niño feliz de la calle!, en donde jugábamos de todo, desde “cascaritas” de fútbol, con dos piedras en el suelo como portería, hasta a las “cebollitas”, juego que despertó mi libido a temprana edad y obvio, sin dejar de lado jugar el trompo, el balero, el yoyo y sin duda a las canicas, juego que se privilegiaba porque implicaba tres elementos muy atractivos a temprana edad; la habilidad, la competencia, el reconocimiento y la apuesta, ya que normalmente en el juego de canicas se apostaban las mismas canicas, es decir, el que perdía entregaba sus canicas al ganador; las que en mi caso atesoraba en un cajón en mi recámara, en dónde tenía de todos tamaños, colores y presentaciones (florecitas, agüitas, tréboles, pericos, ponchitos, cacalotes, bombochas y chirinas, las habías de vidrio y de barro) y ya en mi cajón representaban el premio de batallas y competencias, por eso las atesoraba como si fueran un botín pirata.
En video que recibí, signado por Tapia, construcciones industriales, narran que el juego de canicas es milenario, de cobertura mundial y que llegó a México en tiempos de la Colonia; hay registros del juego en el antiguo Egipto y en el Imperio romano, así como en lugares tan alejados como Australia, lo que da la impresión de que el juego de canicas fue adoptado en todas la épocas y por muchas culturas alrededor del mundo, aún sin tener contacto entre ellas.
Para mí el jugo de canicas es parte de mi historia y símbolo y memoria del México en el que crecí, un México en donde no había necesidad de cerrar las puertas de las casas con llave y donde los niños podíamos jugar en la calle con seguridad; un México dónde los vecinos nos conocíamos y nos apoyábamos, dónde el respeto era parte natural de las relaciones humanas y en dónde vivíamos en paz y con tranquilidad; es por eso, que, en mi opinión, un político o gobernante con visión, debería rescatar el juego de canicas y a través de él reconstruir el tejido social de manera lúdica y festiva; en otras palabras, si yo fuera candidato o gobernante, promovería el juego de canicas mediante torneos locales, municipales y regionales, para reencontrarnos con nuestra mexicanidad y con una forma de convivir con alegría al tiempo que mediante la competencia nos entretenemos y nos unimos en comunidad…
Imagino torneos de canicas en los barrios de los pueblos y ciudades de Guanajuato y en las comunidades rurales con categorías por edades y una categoría especial de padres con sus hijos y no puedo más que ver risas y el gusto de divertirse con cosas simples, sin consumo mercantilista y conviviendo vecinos y familiares como estrategia de reconstrucción social… Así de sencillo.
Un saludo, una reflexión.
Santiago Heyser Beltrán
Escritor y soñador