En la plaza de Ixhuatlán, en Veracruz, Juan Espadas teje una cronología del cultivo del café, tan querido como odiado en las montañas de alrededor. “La crisis del café no es de ahorita, es de hace rato”, dice, con un tono de lector distraído que ya conoce lo que dicen las páginas.
La crisis del café: precios bajos, hongos destructores, granizo, intermediarios poderosos, falta de mano de obra joven… Más que una bebida apreciada por el planeta entero, el café parece, en esta región, un pariente detestable.
Empieza estos días la cosecha anual en México, que suele extenderse hasta febrero. Más de un millón de toneladas del grano saldrán de montañas del sur del país. Pero en el centro de Veracruz, en el Golfo, que aporta una cuarta parte del total, la añada pinta mal.
Los productores están vendiendo el kilo de café en poco más de siete pesos, algo así como 30 centavos de dólar, cuatro pesos por debajo de la media del año pasado. En el caso de Ixhuatlán, las opciones son mínimas. Solo hay un beneficio industrial en el pueblo, una planta de procesamiento masivo.
El beneficio pertenece a Agroindustrias Unidas de México (Amsa), que maneja otros cuatro en la región. La empresa compra cada año decenas de miles de kilos de café a productores locales, que rondan los 5.500. En el beneficio, Amsa desenvaina, fermenta y seca los granos, dejándolos prácticamente listos para el tostado.
Grandes marcas del mundo cafetalero, como Nespresso o Starbucks, compran café a Amsa en Ixhuatlán. La altura, el clima y las bondades del suelo hacen de este cultivo un tesoro en la zona.
Las cosas no marchan. Las continuas crisis de precios y las sacudidas de la madre tierra, en forma de plagas y precipitaciones, mantienen a una parte de los productores en un estado de irritación permanente.
Ocurre, además, que en los últimos años, los problemas con Amsa no hacen más que aumentar. Muchos critican que la empresa, en una lógica monopólica, impone los precios que quiere, ignorando los números de la bolsa de Nueva York y de la Organización Internacional del Café, base, en teoría, para la compraventa del grano.
La empresa insiste en que esto es falso. El director general de Amsa, Eduardo Esteve, dice: “No se quién le comento de esas variaciones de precios, pero le puedo asegurar que no fue ningún productor que nos entrega regularmente a nosotros”.
Esteve señala que, efectivamente, la bolsa debe tenerse en cuenta para estimar los precios de compra a los productores. Los clientes de Amsa, añade, caso de Nespresso o Starbucks, “revisan los costos de producción más nuestro margen de utilidad, para que el productor reciba el precio correcto. Además, hay otros factores que pueden variar, como el tipo de cambio, el rendimiento”.
En Ixhuatlán, la visión de la historia es algo distinta. “Ellos se han apropiado de todo”, critica el productor Espadas, que en realidad se llama de otra manera, pero que accede a dar su opinión a cambio de resguardar su identidad. El hombre cuenta que Amsa ha ido comprando beneficios en la región a lo largo de los años, eliminando prácticamente toda competencia. Con cinco hectáreas de plantas, productor mediano, él mismo vende su cosecha a la empresa a falta de mejores opciones. Es eso, o nada.
La tensión escaló a un punto de quiebre en enero de 2022. A mediados de mes, productores de Ixhuatlán bloquearon las puertas del beneficio, en protesta por una bajada sorpresiva de los precios. Sequías y heladas en Brasil, el mayor productor mundial de café, habían elevado los importes de compra en el resto de países productores.
En Veracruz, los agricultores esperaban entre 18 y 19 pesos por kilo. Pero Amsa impuso precios de 12 y 13, según han contado estos días varios de ellos. Empeorando el panorama todavía más, la empresa cerró algunos días la compra, dejando a los productores con el café en las manos, bajo el riesgo de que se echara a perder si no se procesaba de inmediato.
Solo intermediarios
Solo aceptaba a sus propios intermediarios, que iban a los campos a comprar el grano directamente. El argumento era que no tenían capacidad para procesar más.
Los bloqueos siguieron y los ánimos se alteraron. Hubo reuniones, incluso una en Xalapa, la capital del Estado, con funcionarios estatales, para tratar de destrabar la situación. Los productores exigían un precio mínimo de 17.50 pesos por kilo.
También querían que Amsa se comprometiera a recibir todo el café que llegaba a sus puertas. No se creían que el beneficio no tuviera la capacidad de procesar la producción de Ixhuatlán. O, como dice el productor Espadas: “Antes, los beneficios tenían menos tecnología y agarraban lo de todos, y ahora resulta que no se dan abasto”.
Espadas y los demás pensaban que sus exigencias eran justas. De lo que recibían de Amsa aún tenían que descontar los cuatro pesos que pedían los cortadores de café por cada kilo cosechado, los fertilizantes que habían usado en los meses anteriores, el transporte al beneficio, el mantenimiento de la finca. En una finca de cinco hectáreas, como la Espadas, las matemáticas son muy simples: “El año pasado, un año bueno, saqué unas 25 toneladas de café.
A un precio medio de 11 pesos y 35 centavos, daba algo más de 280.000 pesos, algo más de 15.500 dólares. De ahí quita unos 100.000 pesos de los cortadores, 40.000 de fertilizantes, el mantenimiento de la finca…”.
Una buena cosecha como la del año pasado dejó a Espadas un beneficio de poco más de 100.000 pesos, unos 5.500 dólares, cantidad para que su familia y él vivan todo el año. Este año, dice, sacará con suerte dos toneladas, por culpa de las tormentas de granizo que azotaron la región en la temporada de lluvias.
Visto los precios que se están manejando, además, los beneficios serán mínimos. Buscando soluciones, Espadas empezó a cultivar plataneras hace años. Ahora vende rollos de cientos de hojas para envolver tamales, negocio que, aunque parezca mentira, resulta más rentable que el café.
Los coyotes
En la mañana del 24 de enero de 2022, hubo una reunión en el parque de Ixhuatlán donde productores y sus representantes hablaron de la reunión de Xalapa con funcionarios estatales, celebrada el día anterior. A las 13.00 se retiraron. Fernando Celis no estaba allí aquel día, pero había seguido la situación desde cerca. “Yo estaba con covid y por eso no llegué a la reunión del parque”, recuerda, “pero ya para entonces había rumores de que algo iba a pasar. Incluso estaba la Guardia Nacional para evitar que se volviera a bloquear la puerta del beneficio”, añade.
Asesor y apoderado legal de la Coordinadora Nacional de Organizaciones Cafetaleras (Cnoc), Celis señala que, terminada la reunión, todo el mundo se volvió a sus comunidades. Productores de Ixhuatlán han confirmado estos días en entrevista su relato. Con la Guardia Nacional a la espera y las autoridades estatales presionadas por Amsa, molesta porque sus camiones llevaban días sin poder entrar al beneficio, pensaron que era mejor resguardarse.
Finalmente, algo pasó. La noticia saltó a media tarde del mismo 24 de enero: el beneficio ardía en llamas. Al menos una parte. La información era confusa, pero ya en la noche quedaba claro que alguien había prendido fuego a unas oficinas de la instalación, llevando la tensión a nuevos límites. Amsa presentó una denuncia por estragos, un delito tipificado en el código penal local.
No era tanto el fuego, dijo después la empresa. Los manifestantes habían impedido la entrada de camiones cargados de café recién cortado, que se había echado a perder. Además, añadía, les habían cortado la luz y el agua, impidiendo el funcionamiento normal del beneficio.
Unos días más tarde, el gobernador de Veracruz, Cuitláhuac García, de Morena, se refirió al caso en su rueda de prensa semanal. García dijo que el problema no era generalizado, que no era un conflicto en la industria del café en general, sino algo muy localizado en Ixhuatlán. El gobernador apuntó a “los coyotes”, intermediarios entre Amsa y los productores, que compran directamente en los campos y llevan sacos de café al beneficio, a cambio de un margen en la venta. El gobernador no especificó a qué coyotes se refería, si los mismos que subcontrata Amsa o los independientes que trabajan en la zona.
García señaló de cualquier manera que los coyotes, fueran quienes fueran, eran los responsables de todo lo que había ocurrido. Denunció además que habían acumulado poder gracias al apoyo de una exalcaldesa del municipio. Aunque no dijo su nombre, se refería a Viridiana Bretón, de Acción Nacional, que había gobernado de 2018 a 2021. Las declaraciones del gobernador levantaron más de una ceja, dados sus polémicos encontronazos con opositores a su gestión, algunos cercanos a su mismo partido.
Durante más de un año, la situación aparentemente se calmó. La cosecha siguiente, que empezó a finales de noviembre de 2022 y se extendió hasta la primavera, fue muy buena. Los precios eran relativamente altos y nadie quería perder más tiempo discutiendo. Pero en mayo, la llama del conflicto prendió de nuevo.
En la mañana del día 26, agentes de la Fiscalía local detuvieron a cinco personas por los “estragos” causados presuntamente a Amsa. Entre los detenidos figuraban productores muy presentes en las protestas del año anterior, caso de Minervo Cantor o Crisanto Valiente, también estaba la exalcaldesa Bretón.
Mismo apellido
Telesforo Piña es un hombre desconfiado. Habla y sospecha que lo que dice puede ser usado en su contra. La exalcaldesa Bretón le explica, le dice que es para un reportaje, que no va a tener problemas. Piña accede. “Mire, aquel día nosotros estábamos yendo al cerro, a trabajar”, cuenta. “Eran las 6.50 y me llamó mi sobrino. Me dijo que habían venido por su papá y se lo querían llevar. No sabía quiénes eran, si secuestradores o qué. Entonces mi hermano y yo vinimos aquí, a casa de mi primo”.
Su primo es Minervo Cantor, que mira a Piña unos metros más allá, en la entrada de su casa. Cantor es pluriempleado. Maneja una tienda en Ocotitlán, una comunidad a diez minutos del centro de Ixhuatlán. Tiene campos de café y maíz. Mientras Piña habla, muchachos en moto llegan con sacos llenos de café recién cosechado. Cantor y su esposa los reciben y los pesan en una báscula. Luego irán a venderlos a un beneficio en Huatusco, a media hora de allí. Bajo la lógica del gobernador García, Cantor es un coyote.
“Cuando llegamos aquí”, dice Piña, “ya se habían llevado a Minervo”. Cantor, atento, cuenta que aquel día pensaba ir a sembrar maíz a su milpa. “Como estaba lloviznando”, interviene, “pensé, ‘mejor desayuno y ya luego me voy’. Estaba dejando mis herramientas en la camioneta cuando me cayeron encima”, relata.
“Eran por lo menos cinco”. Piña y su hermano se salvaron por unos minutos. Igual que su primo, la Fiscalía tenía órdenes de detenerlos. Los dos hermanos huyeron de allí. Piña se refugió unos meses en Ciudad Juárez. Pero Cantor se fue a prisión.
Atenta a la conversación, Bretón señala que a ella la detuvieron primero. Estaba en Córdoba, quedaba más cerca que Ixhuatlán para los agentes. Aquel día, la mujer había ido a dejar a su hija menor a la escuela. Saliendo de allí, los agentes cruzaron su carro del suyo, abrieron la puerta del vehículo de la mujer, la sacaron y esposaron. Los agentes llevaron a los detenidos al calabozo y luego los trasladaron a la prisión local. “A los días me di cuenta de que era la única presa por ese delito de estragos”, cuenta Bretón.
De los cuatro cafetaleros encarcelados, tres lograron salir apenas un mes después. El juez consideró que podían seguir su proceso en libertad, entre ellos el propio Cantor. Bretón y el cuarto productor pasaron cuatro meses y medio en prisión antes de recuperar la libertad, en octubre. “Fue duro”, cuenta la mujer, “al principio me metieron en el módulo de las mujeres acusadas o condenadas por secuestro. Luego me tuvieron que cambiar y me pusieron sola. Al parecer, había otra interna con el mismo apellido que yo, que estaba recibiendo amenazas porque, según, se iba a convertir en testigo protegido de otro caso”, añade.
Productividad
El caso de Ixhuatlán ha llamado la atención a escala nacional porque ilustra varios de los problemas que atenazan al país. El declive del campo, primero. Aunque México aumenta año con año las hectáreas cultivadas de café, y se mantiene entre los 12 mayores productores del mundo, con exportaciones anuales por valor de 428 millones de dólares, según el Servicio de Información Agroalimentaria y Pesquera, los beneficios parecen llegar a cuentagotas. Hasta el punto de que hay productores que prefieren salirse de la cadena productiva de las grandes multinacionales.
Es el caso de Félix Morales, un productor de 54 años que pasó de depender casi absolutamente de Amsa, a no venderle un grano de café. “Nosotros tenemos 11 hectáreas y somos 14 hermanos”, explica el hombre, en medio de una de sus parcelas, una hermosa extensión de plantas de café geisha, que crecen a la sombra de vainillos y chalahuites. “De esas 11 hectáreas, vendíamos la producción de ocho a Amsa, pero ahora ya no”, explica.
Fueron varias cosas. Primero, que Amsa, como intermediaria de Nespresso, exigía una serie de requisitos para la producción del grano. Morales y otros productores cumplían. La parte buena es que la marca pagaba un premio por kilo cosechado bajo sus estándares. El problema es que Amsa, según Morales y otros productores consultados estos días, caso de Espadas, se hacía la remolona y pagaba tarde, o trataba de pagar en especies, en vez de dinero.
Había otro motivo. “Lo que pasa es que Amsa elevaba el precio que pagaba por el café, para hacer quebrar a otros beneficios que había, puras artimañas”, explica Morales. No es que Amsa sea el diablo, pero las denuncias de prácticas monopólicas son constantes en Ixhuatlán.
Esteve, el director general de Amsa, niega cualquier mala práctica: “Los que comenzaron este movimiento son coyotes que compraban muy barato y nos presionaban para que les compráramos. Al no estar certificados, ni tener la trazabilidad de a qué productores les compran, ni a qué precios, nosotros no podemos comprarles. Esto obviamente les molesta mucho”.
El comportamiento de Amsa interpela igualmente a sus clientes. Juan Carlos Pardo, director de Asuntos Corporativos de Nestlé, propietaria de Nespresso, señala: “En el campo mexicano hay tres grandes problemas, la edad de los campesinos, la de las plantaciones y la productividad por hectárea.
Los primeros interesados en que se produzca bien somos nosotros. Si yo reviso quienes se quejan en los últimos 20 años, siempre son dos o tres personas. Nosotros vamos a seguir apoyando a productores, estamos comprometidos en mejorar sus ingresos, pero a través de productividad. Estamos buscando que haya ingresos dignos”.
EL PAÍS contactó igualmente a personal de comunicación de Alsea, empresa que gestiona Starbucks en México. Amsa vende café cosechado en Ixhuatlán a Alsea. Aunque una vocera de la empresa contestó en un primer momento los mensajes de este diario, luego dejó de responder.
¿Todo apunta a venganzas?
El caso Ixhuatlán ilumina igualmente las dinámicas de las Fiscalías en México, erráticas, siempre sospechosas. También las de los poderes judiciales locales. El delito de estragos en Veracruz no amerita la detención de los acusados, pero, por algún motivo, el juez decidió encarcelar a los detenidos. Fernando Celis, de la CNOC, sospecha que Amsa forzó el actuar de la Fiscalía, pensamiento que comparte con productores entrevistados en el municipio estos días. Esteve califica a Celis de “agitador”, igual que a los acusados.
El ejecutivo argumenta que Amsa es la víctima de esta historia, igual que los productores. Preguntada al respecto, la Fiscalía de Veracruz no ha contestado los requerimientos de este diario.
El caso contra los productores procesados por estragos continúa. Aunque no estén en la cárcel, la amenaza está siempre presente. Para Bretón, el caso es una burla. Ella defiende que ni siquiera estuvo el día del incendio en Ixhuatlán, sino en Querétaro, donde cursa una maestría. Señala que la inquina de Amsa hacia ella viene de sus años en el Gobierno local. “Cuando llegué fui a ver si tenían bien su sistema de tratamiento de aguas y si tenían en regla los permisos de medio ambiente. Y sí, los tenían, pero igual les molestó”, explica.
Las partes han tratado de llegar a un acuerdo, más tras la intervención del Gobierno federal, hace unas semanas. A finales de octubre, un reportero preguntó por el caso al presidente, Andrés Manuel López Obrador. El mandatario entendió que el proceso legal contra Bretón y los productores tenía que ver con una denuncia de Nestlé y no de Amsa.
El año pasado, López Obrador fue a inaugurar una nueva planta de la compañía en Veracruz, en la que ha invertido más de 300 millones de dólares. Sobre el caso de Ixhuatlán, el mandatario dijo que Gobernación atendería el asunto. “El representante de Nestlé en México es bastante responsable, estoy seguro de que se llega a un buen acuerdo”, dijo. Nestlé sacó un comunicado más tarde deslindándose del tema.
Preguntado por todo este episodio y por la responsabilidad de las grandes empresas en el comportamiento de sus intermediarias, Pardo, el director de Asuntos Corporativos de Nestlé, dice: “Yo tengo un código de proveedores, no solo de café, de todas las materias primas. Sus prácticas deben ser reconocibles a nivel mundial. Claro, si eso se va a utilizar para decir que si un proveedor de Nestlé no hace las cosas bien, Nestlé no está cumpliendo con lo que debe, sería un poco reductible, ¿no? Nosotros promovemos que tengan ética para hacer negocios, que sea apegada a derecho”.
En Ixhuatlán, Viridiana Bretón pelea para que Amsa se desista de sus acusaciones. Según explica, está tratando de juntar esfuerzos con Cantor y los demás, para desarrollar una estrategia común. Con la mediación de la Secretaría de Gobernación, Amsa ha aceptado desistirse de su denuncia, a cambio de una serie de condiciones, según la exalcaldesa. Una de ellas es que los otros no contrademanden a la empresa. Otra, que no hagan declaraciones a la prensa. El director Esteve critica que Bretón y los demás no se han presentado a las mesas de negociación. “Solo mandan escritos petitorios. ¿Por qué se niegan a reunirse y solo se dedican a hacer publicaciones en las redes sociales y medios de comunicación?”, argumenta.
Bretón aguarda con algo de impaciencia el resultado final. El juez le ha dejado salir de prisión, pero no le permite salir de la región. Aunque ella vive en Córdoba, la ha confinado a Ixhuatlán. Dedica los días a pensar cómo hacer para que las cosas cambien. “He estado estudiando los modelos de otros países, Costa Rica, por ejemplo. Si los productores aquí montaran cooperativas y rentaran sus propios beneficios, las cosas cambiarían”, defiende. Luego dice que el problema también es la misma gente. En experiencias parecidas, los líderes han sido acusados de malos manejos de los recursos.
Las cosas nunca son blancas o negras, tampoco en el mundo montañero del café. Es posible que Amsa haya abusado de su posición, pero también que los productores podrían haber usado los recursos de buenas cosechas para mejorar su posición. Al final, es el modelo lo que está en juego, también sus vidas, el ecosistema, su forma de ver el mundo.
JFF