No puedo permitir que nadie me ningunee”. 

Andrés Manuel López Obrador

 

En su mañanera de este 14 de noviembre el presidente López Obrador explicó que no va a las colonias más afectadas por el huracán Otis porque “me van a mandar 10, 20 provocadores con la televisión. Si no he ido es por eso. Entonces, no puedo exponerme. Tengo que cuidar la investidura presidencial. No soy Andrés Manuel, soy el presidente, y no puedo permitir que nadie me ningunee. O sea, prestarme, caer en una provocación, que eso es lo que quieren”. Sorprende que un presidente que se preciaba de ser humilde y de su cercanía con el pueblo hoy haya asumido las ínfulas de un presidente imperial.

Coincido con la idea de que no tiene sentido que vaya a Acapulco para que lo increpen, lo cual es muy probable por la destrucción que ha sufrido el puerto. Nunca entendí cuál era el propósito de su accidentado viaje por tierra del 25 de octubre a Acapulco, cuando Otis apenas acababa de golpear al puerto, solo para marcharse de inmediato en helicóptero. La presencia de un presidente en una zona de desastre es un estorbo para los trabajos de rescate y apoyo a damnificados.

López Obrador está siendo ahora más cuidadoso en sus contactos con la población. Quiere evitar los roces o situaciones incómodas que ha enfrentado. Ya no viaja, por ejemplo, en vuelos comerciales. En las colonias de Acapulco es probable que hubiera tenido momentos complicados. Se entiende su decisión.

En Sinaloa, en cambio, el presidente se siente como en casa. Así lo afirmó este 14 de noviembre en Culiacán al abrir la mañanera. Ese mismo día fue a Badiraguato por sexta ocasión y añadió: “Antes de que yo termine mi mandato voy a regresar. Hay algunos que no les gusta que venga a Badiraguato, pero a mí me gusta, fíjense, ahora sí que mi gusto es. ¿Y saben por qué me gusta? Primero, porque no estoy de acuerdo con los estigmas. No estoy de acuerdo con que tachen a la gente de mala”.

Parece extraño que un presidente que estigmatiza cotidianamente a quienes piensan diferente –periodistas, políticos opositores, empresarios, médicos, abogados, académicos o incluso sus propios excolaboradores– rechace la estigmatización a los habitantes de Badiraguato, la tierra del Chapo Guzmán. Yo lo aplaudo porque no todos los badiraguatenses son criminales. Pero ojalá que esto lo motive a dejar de estigmatizar a los demás.

Los presidentes suelen cuidarse de presentarse en lugares devastados por un fenómeno natural porque conocen la furia del pueblo bueno cuando se queda sin nada. Ernesto Zedillo sufrió cuestionamientos el 12 de octubre de 1997 cuando fue a Acapulco después del huracán Paulina, aunque antes había cancelado una gira por Europa y se quedó en Acapulco durante varias semanas hasta que la situación empezó a normalizarse. Esto todavía no ocurre en el Acapulco de hoy.

El trabajo de recuperación de una tragedia es por naturaleza lento y debe ser sistemático. El papel del gobierno debe ser coordinar y permitir que la misma población reactive su trabajo. Ni el gobierno ni los políticos deben ser protagonistas. Solo la conjunción de esfuerzos individuales permite una recuperación económica.

Me parece correcto que el presidente busque hoy cuidar la investidura presidencial, aunque en tantas ocasiones él mismo parece haber tratado de disminuirla. No debe tener miedo, por otra parte, a que lo ninguneen. Nadie puede menospreciar a un político tan popular como él y con una concentración tan grande de poder como la que tiene. Pero eso no lo hace tener razón todo el tiempo. Tampoco la tenían otros representantes de la presidencia imperial que tanto daño hizo al país. 

 

Incondicional

 

El presidente quiere asegurar que la nueva ministra de la Corte sea su absoluta incondicional. Su terna: Bertha Alcalde Luján, hermana de Luisa María, funcionaria de Cofepris; Lenia Batres, consejera adjunta de la Consejería Jurídica de Presidencia; y María Estela Ríos González, consejera jurídica de Presidencia. Ya no hay siquiera el intento de guardar las formas.  

 

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