En una larga perorata en la que hubo “surtido rico”, el Emperador Lopezuma le tiró con todo al recién electo Presidente de Argentina, Javier Milei. Afirmó el Tlatoani tabasqueño -y en eso respaldó a papi uno de sus hijos, José Ramón, el de la Casa Gris- que los argentinos se metieron un “autogol” al elegir a Milei.
Aquí en México no pocos sostienen que el “autogol” nos los metimos NOSOTROS cuando elegimos al Rey del Embuste y la Simulación: el que habla mucho, pero hace poco.
Fíjense ustedes, amables lectores, qué falso resulta el cuento ese del “pueblo bueno y sabio”: si en Argentina vota por un progresista, entonces, afirma el Tlatoani que se mete autogol y ni es bueno ni es sabio. Pero cuando en México vota por un demagogo populista, entonces se convierte en “bueno y sabio”.
El autócrata opinólogo nuestro que encabeza el Poder Ejecutivo acomoda todo a su gusto, a su manera, a su conveniencia, pero eso sí, muy cortésmente. Antes de tirar la piedra -o la mentada- invariablemente afirma “con todo respeto”.
Porque no piensa como él, Milei, quien llega al poder con abrumadora mayoría del voto de los argentinos, es un “facho”, un defensor de la corrupción y de los privilegios de la oligarquía. Ah, pero cuando aplastando los derechos humanos toma el poder en Nicaragua su cuate Daniel Ortega, dictador exterminador, encarcelador de sacerdotes, sofocador de la oposición, enemigo de la libertad de expresión, le aplaude, lo invita a sus “Cumbres” tropicales y se toma “selfies” con él. Lo mismo con el tirano cubano Díaz-Canel, violador de los derechos humanos en Cuba, a quien regala petróleo y le paga por “médicos” que nos mandan.
Por otra parte, nada tiene que andar opinando oficiosamente el macuspeño sobre los asuntos internos de otra nación, una que eligió democráticamente a su gobernante, le guste éste o no. Viola el Tlatoani la Doctrina Estrada de no intervención, contrariando la práctica diplomática mexicana, precisamente, estrenada por Benito Juárez, a quien el Tlatoani tabasqueño afirma admirar, pero al que procura no imitar, éste cuando dijo: “El respeto al derecho ajeno es la paz”.
Derecho tienen los argentinos a elegir a quien les pegue la gana, y a ese respecto a nadie le interesa ni le está pidiendo a Lopezuma su opinión, por lo que lo único que le toca es reservársela y felicitar al pueblo argentino por haber realizado UN EJEMPLAR ejercicio democrático.
Uno que difícilmente veremos en México, con eso de que el dictador tabasqueño dirige la campaña de su delfina y se apresta a orquestar -con sus Gobernadores y gabinete- una elección de Estado al más puro estilo del viejo PRI.
Observen también, amigos lectores, cómo controla el dictador macuspeño a la flamante señora de Tarriba: dice él una cosa en la mañana y para mediodía ya está ella repitiendo lo mismo. Lamentamos mucho decirlo, y a la usanza del mesías tropical, “con todo respeto”, pero la señora cada día más asemeja una esfera navideña: un mero artículo decorativo. Está de adorno, no parece tener ni ideas ni personalidad propias, se limita a imitar en dicho y hecho a su mentor y padrino.
El rumbo que le trazaría a México, de llegar a la Presidencia, es el mismo que lleva hoy, que deja mucho que desear y ella misma lo sabe. ¡Pobre! No pudo ni siquiera colocar a su candidato a la Jefatura de la CDMX, Omar García Harfuch, pese a que ganó de calle las encuestas, y ni siquiera le dejaron meter mano en la designación de candidatos a ningún lado, siendo que -si gana- le tocaría gobernar con ellos.
Una característica como la descrita no la califica para ser Presidenta de México, pues sin cambio ¿qué esperanza nos da a los mexicanos de que las cosas que andan mal, que son muchas, van a mejorar?
Al no meter la señora de Tarriba la mano, los designados, de ganar también, no se la deberán a ella, sino a su padrino y mentor que la encumbró. O sea que, incluso ganando, pierde: será una Presidenta DÉBIL, destinada a vivir a la SOMBRA del cadillo (que no caudillo) macuspeño, quien tendrá incondicionales transexenales que lo obedecerán a él y no a su sucesora, en caso de ser doña Claudia.
Por lo mismo, que de Argentina no opine: que mida el daño que hace aquí, aquí, aquí.