Él me habla sobre su teoría de las evoluciones, sobre cómo diferentes cosas en la vida van cambiando, y viendo las cosas como él las ve, todo cobra sentido. Sí, al igual que en la famosísima teoría, todo está propenso a modificación, así que siguiendo estos criterios, que algo así suceda con nuestra amistad, no es nada sorprendente ni nuevo, solamente estamos cumpliendo reglas. 

Antes, le platico a Él, nosotras podíamos mantener largas conversaciones, pero al haber algún desacuerdo, me lo guardaba para mí, tal vez tenía miedo a entrar en contradicciones y discusiones que siempre me han chocado. Pero a base de traer las palabras no dichas tras los labios, se me volvían un bolo amargo que resbalaba a mi interior buscando salida. Nos despedíamos con cordialidad, sin embargo yo volvía a mi casa con el sentimiento de haberme indigestado. 

Un día, después de muchos, la volví a escuchar diciendo otra de sus aseveraciones, pero a diferencia de otras veces, algo se removió dentro de mí, mi tráquea molesta se cerró  hermética como la puerta de acero de un ascensor y se negó a tragar una más de sus palabras.  Mis argumentos fueron claros y certeros, me escuché a mí misma mostrando mi desacuerdo, diciéndole que no era necesario que siempre pensáramos lo mismo. 

Después de esa desavenencia vinieron otras, hasta que comprendió que el límite estaba claramente señalado, y ella no ha intentado cruzar esa línea. Sin embargo, aunque nos tratamos con amabilidad, siento que ese ciclo llegó a su fin, que ahora estamos en medio de  otro, en el cual yo no acabo de ser de su agrado como lo era antes. Dicho a su manera, nuestra amistad está evolucionando. 

Tiene toda la lógica lo que me dices, después de recapacitarlo, estoy completamente de acuerdo contigo, te digo. Si las especies para sobrevivir han tenido cambios, no esperaba menos que también se operaran en mi persona que es un ente vivo. 

Los pinzones en las Galápagos, modificaron sus picos, las tortugas su caparazón para no desaparecer. Trasladándonos a los humanos, a algunos, las manos les mutaron en garras para continuar con su rapiña, y a otros, por gracia, sus brazos se extendieron como alas fuertes para cruzar el cielo y dejar atrás el flagelo de sus pasados, de sus existencias anodinas. 

También te digo, podríamos hablar de la teoría de los retrocesos, de egoísmos que anquilosaron los corazones y los volvieron enjutos como duraznos secos, pero mejor hablemos de evolucionar que es más edificante. 

Nos quedamos en silencio, seguramente estás sumergido como yo en tus cuestionamientos personales. Lo sé porque tenemos el mismo funcionamiento, te reprochas no haber tenido la madurez y el crecimiento de hoy, haber carecido de valor, haberte tragado las palabras que te hubieran reivindicado, probablemente porque aún estabas en la búsqueda de respuestas. 

Afortunadamente, hemos aprendido a auto aplicarnos el bálsamo de la benevolencia cuando en la actualidad sentimos que nos traicionamos a nosotros mismos. Seguimos caminando con nuestras lecciones aprendidas, a su decir; evolucionamos.

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