En estos días de espíritu navideño apartemos nuestra atención de Xóchitl, Claudia, Samuel y demás políticos y candidatos, para enfocarnos en reflexiones diferentes, como los diablos y sus infiernos. Jorge Luis Borges dijo una vez: “El infierno y el paraíso me parecen desproporcionados. Los actos de los hombres no merecen tanto castigo ni tanto premio”.
Los políticos y jerarquías religiosas saben que el miedo es una herramienta para manipular y dominar a otros. Paraliza y lleva a una actitud sumisa hacia la autoridad, imponiendo una obediencia ciega al orden establecido. Los poderes fácticos que controlan nuestras sociedades utilizan el miedo para someter a los individuos bloqueándolos física e intelectualmente. Esto ha favorecido al Estado y algunas religiones que han mantenido el control a través de la cultura del miedo, impidiendo así los cuestionamientos y la búsqueda de respuestas.
Seguramente recordará las historias de terror que contaban los clérigos y monjas en la escuela y el púlpito, sobre los diablos y sus infiernos. El miedo que generaban esas historias era estremecedor, provocaba escalofríos y sudoraciones, incluso en las buenas conciencias, atormentando la existencia.
Esas descripciones apocalípticas de los infiernos daban rienda suelta a lo más oscuro de la psique humana; tormentos inenarrables sufridos por los pecadores según sus pecados: peroles de aceite hirviendo para los glotones, serpientes y sapos que devoraban el pene de los lujuriosos, y a los avaros los hacían tragar oro derretido… Un lugar de fuego eterno donde solo se escucha el llanto y el rechinar de dientes.
Si estas visiones te aterrorizan y el miedo domina tu existencia, podrías sufrir de lo que los psiquiatras llaman “hadefobia”, el miedo al infierno, un término que proviene de la mitología griega. Esta fobia puede surgir debido a la inserción en el inconsciente desde la infancia de personajes imaginarios de diablos, fuego e infiernos. Algunos especialistas opinan que aquellos que describen los infiernos padecen un estado esquizoide de conciencia alterada.
Para algunos creyentes, la existencia de un lugar horripilante donde pagan las faltas los que no se ajustan a una norma moral quedó grabada en su inconsciente. Sin embargo, lo bueno y lo malo se definen según la cultura, variando en todo el mundo. ¿Entonces, quién dicta lo bueno y lo malo? Cada país tiene sus leyes, y si se infringen se va a la cárcel, no al infierno eterno. Aunque se dice que los dioses dictaron otras leyes… Esta fobia suele afectar a personas con un celo religioso exacerbado.
Dante hace una descripción clásica de los infiernos en la Divina Comedia, un relato poético acompañado por Virgilio, que conoce la entrada al Averno, ubicado en el pantano del Aqueronte, cerca de Cannes. Allí encuentran nueve círculos con tormentos especializados según el pecado y el pecador. Este infierno alberga desde vulgares pecadores hasta destacados políticos, cardenales y papas. Dante y Virgilio se topan con Satanás emanando un terrible tufo azufrado
Los sociólogos contemporáneos han estudiado este fenómeno sin llegar a un consenso. Algunos afirman que ninguna sociedad hubiera tolerado este recurso de miedo si lo hubiera creído realmente, mientras que otros indican que este discurso terrorista se elaboró conscientemente para controlar las masas.
Aun así, aquellos nacidos en el siglo XX crecieron atemorizados por las visiones fantasmagóricas y apocalípticas de los diablos y sus infiernos de tortura. Seguramente, más de una vez esas visiones los mantuvo en vela durante la noche, arrepintiéndose de sus supuestos pecados. “¿Pero cómo saber si la Tierra no es más que el infierno de otro planeta?” cuestionó Aldous Huxley. Schopenhauer sostiene que el mundo es el peor de los mundos posibles, un mundo de dolor, sin necesidad de más infiernos: “El dolor es la forma en que la vida se manifiesta. Nosotros perpetuamos este infierno con nuestra diabólica voluntad de sobrevivir, la cual debemos superar para llegar a la nada”.
A pesar de las declaraciones de Juan Pablo II sobre el infierno como un estado mental, el terror de las llamas sigue siendo para algunos el instrumento más eficaz de control sobre las masas y personas. Figuras como el cardenal emérito Juan Sandoval Íñiguez insisten en que el infierno es un lugar físico con un domicilio: “Por ahí, en algún lugar con fuego, en el centro de la Tierra”.
En una religión en la que se nace culpable, no se puede esperar más que abusos intelectuales, como la colosal injusticia del infierno y los diablos, que se opone diametralmente a los principios de equidad y justicia de la ley natural y positiva. La cultura del miedo es inherente al autoritarismo, un arma intimidatoria que mantiene muchas conciencias secuestradas en una fantasía que supera la realidad.
Estimado lector, mande sus infiernos al diablo, no se muera de miedo, la vida solo es una, gócela y disfrútela. Feliz Navidad, ¡hasta el próximo año! Pero no beba en exceso, porque seguramente sentirá los efectos de los ¡infiernos..!
“El paraíso lo prefiero por el clima; el infierno por la compañía:” Mark Twain.
RAA