En el contexto de la reunión de Claudia Sheinbaum con empresarios en León, Ricardo Alaniz Posada publicó una carta abierta con preguntas dirigidas a la candidata. Sin embargo, es evidente que su objetivo principal era asegurarse de que su nombre y breve historial como exsenador y exalcalde ganaran visibilidad durante la visita. Resulta curioso que si su intención era realmente aclarar alguna duda, podía haberlo hecho en la reunión con más de 300 empresarios, quienes abordaron temas cruciales como los del calzado, la escasez de agua y la grave inseguridad en el estado. La reunión fue un éxito, como siempre lo sabe hacer el exitoso y participativo Ismael Plascencia, presidente de Concamin.

Pero ¿por qué Ricardo Alaniz nunca antes ha cuestionado a los gobernadores del PAN, con tres décadas en el poder y a los expresidentes Fox y Calderón sobre sus promesas incumplidas de proporcionar agua a León? ¿Por qué, siendo senador y alcalde, no tomó medidas al respecto? Cuando el afán de protagonismo motiva la incursión en la cosa pública, lo que en realidad sucede es la imperiosa exigencia del insaciable ego que demanda reconocimiento. En su carta abierta afirma de manera tendenciosa que “AMLO le quitó el agua a León”, cuando es sabido por todos que Fox prometió, pero no cumplió y a Calderón le importó menos que nada cumplir dicho compromiso. Las afirmaciones sesgadas asaltan la verdad con la intención de confundir al ciudadano y encubrir a los verdaderos responsables.

¿Por qué Alaniz no le ha planteado estas mismas preguntas a su candidata Xóchitl? ¿Será que no le ve ninguna posibilidad de llegar a la presidencia? Algunos oportunistas intentan pescar en río revuelto y atribuir a AMLO el fracaso de la gestión del Zapotillo. Por lo tanto, es crucial recordar objetivamente los eventos que limitaron la capacidad de la presa y llevaron a abastecer únicamente a Guadalajara, excluyendo a León. Esto, para que no le cuenten y sea usted mismo el que juzgue objetivamente los acontecimientos.

La construcción del Zapotillo en Cañadas de Obregón, Jalisco, generó numerosas protestas y movilizaciones de las comunidades afectadas, respaldadas por las ONG, universidades, ecologistas y amparos por violaciones a los derechos de los pobladores. Todo esto convirtió a El Zapotillo en un problema intratable debido a su extensión, su naturaleza de suma cero y falta de voluntad política de Vicente Fox y los que siguieron. En términos generales, el conflicto se agudizó por la asimetría en las relaciones de poder y las desigualdades sociales, así como la decisión autoritaria de inundar pueblos sin diálogo con las comunidades afectadas, sin socializar adecuadamente el proyecto.

El Zapotillo nació con graves problemas, enfrentando una fuerte oposición de las comunidades que buscaban proteger sus tradiciones, iglesias, difuntos y las tres mil hectáreas que la presa inundaría. A pesar de ello, El Zapotillo avanzaba, con una cortina proyectada de 80 metros de altura. Sin embargo, todo cambió cuando en 2010, el presidente Calderón, con su estilo autoritario, pendenciero y alcoholizado, decidió arbitrariamente aumentar la altura de la cortina a 105 metros, afectando 5 mil hectáreas y condenando a la desaparición a tres pueblos. Los pobladores libraron una batalla legal de 16 años mediante amparos, movilizaciones y el apoyo de organismos internacionales, la Iglesia y conservacionistas.

No fue hasta el 14 de agosto de 2021 que el presidente López Obrador y el Gobernador de Jalisco dialogaron y escucharon personalmente a los habitantes afectados. Esta atención, nunca experimentada anteriormente, facilitó un acuerdo para rescatar lo posible del Zapotillo: se respetaría la altura original de 80 metros de la cortina y se construirían vertederos a 42 metros de altura para evitar la inundación de los pueblos.

Como consecuencia, esta solución llevó a la reducción de la capacidad de almacenamiento de la presa, pasando de 420 millones de metros cúbicos a solo 120 millones. Así, lógica y económicamente, el agua solo sería suficiente para abastecer a Jalisco, donde se encuentra el embalse y lo más cercano para suministrar agua; aunque, a veces, lo posible no es lo deseable.

Recuerdo cuando don Arnulfo Padilla, en Los Pinos, le dijo al presidente Fox que, al visitar León, ni siquiera habría un vaso de agua para ofrecerle. La respuesta de Fox, frunciendo los labios y produciendo un agudo silbido en la última sílaba, fue: “No soy de León, soy de San Panchiiuuuuu”. Por desgracia, en todos estos años de promesas incumplidas ninguna autoridad pensó en un “Plan B”. Nadie asumió su responsabilidad. No, nadie;  fueron omisos y acomodaticios. Ahora todo mundo reparte culpas, pero rehúyen su propia responsabilidad. A poco Alaniz, que presume haber sido senador y alcalde ¿en algún momento hizo alguna gestión para traer agua a León o planteó un Plan B? ¡Cuidado, no permita que asalten la verdad! En tiempos electorales surgen oportunistas que buscan banderas para salir a desfilar.

P.D. Los líderes camerales mostraron simpatía por Claudia, fueron obsequiosos con sonrisas, reconocimientos de amistad y hasta con zapatos Jean Pierre de última moda. El Gobernador debe estar preocupado…
 

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