La historia es escalofriante. Una familia que cargaba con leña la batea de su camioneta en el campo pesquero de El Choyudo, municipio cercano a Hermosillo, en Sonora, notó que la unidad se había atascado: una de las llantas había caído en un hoyo en la arena.
Al intentar sacar la unidad, vieron bajo la rueda un manojo de cabellos.
Eran cabellos de mujer.
Cecilia Flores, que desde 2015 anda en busca del paradero de sus dos hijos, uno de los cuales desapareció en las inmediaciones de Guaymas, relata que el colectivo Madres Buscadoras de Sonora recibió la información de manera confidencial.
“Nos mandaron la ubicación por celular”, dice.
Diez mujeres se trasladaron al campo pesquero, “un predio aislado, muy, muy apartado de la ciudad”.
Comenzaron a excavar en el sitio que se les había indicado –al que mucha gente conoce como Los Japoneses.
“Paso que dábamos, había fosas”, relata Flores. “Era muy impresionante, todo estaba lleno de aromas peligrosos, se nos metía el olor de la putrefacción”.
El primer día aparecieron 11 cuerpos. La mayor parte estaban completos, aunque había al menos uno calcinado.
Conservaban la ropa, algunos objetos personales. Y en algunos casos, credenciales del INE. Había hombres y mujeres. De acuerdo con las identificaciones, se trataba de gente que radicaba en Guaymas, una de las zonas del estado en donde la guerra entre Los Chapos, “El Mayo” Zambada y el Cártel de Caborca se ha recrudecido.
“Esa noche no pudimos dormir. Era muy fuerte lo que habíamos visto. Queríamos regresar al predio para seguir buscando. Yo traía la esperanza de que finalmente encontraría a mi hijo“, dice Flores.
Era el 19 de enero. En dos días de trabajo, las madres buscadoras localizaron 30 fosas. Una semana más tarde, según Flores, habían exhumado 57 cuerpos.
“En algunas fosas había siete cuerpos, en otra seis, en una más cuatro… A cada paso salían más muertos. Tanto cuerpo, tanta fosa, tanto estar oliendo aquel olor… Muchas de nosotras ya estamos impuestas a estas cosas, pero nunca nos había tocado algo así”, dice.
Según Flores, 18 de los cuerpos fueron ya identificados. Entre estos apareció el de Carlos Alberto Real Romero, reportado desaparecido el 29 de noviembre de 2023, y el de la joven Adriana Pesqueira Valenzuela, desaparecida el 15 de diciembre del año pasado.
Nada tan estremecedor como la imagen de esas madres buscando a sus hijos en el desierto y en medio de las balas: un día después de su llegada al campo de El Choyudo se reportaron 7 muertos en la carretera Hermosillo-Bahía de Kino: un comando de sicarios que pretendía liberar al hijo de un importante jefe de plaza atacó a un grupo de agentes ministeriales. La balacera causó pánico entre los automovilistas.
Al mismo tiempo, se había desatado en Hermosillo una ola de desapariciones de menores de edad, 14 casos reportados en lo que va del año.
La madrugada el domingo, otro comando fue a cazar a un bar de Hermosillo, el Jakarta Clublife, a los integrantes de una célula criminal que opera en Nogales, y que está ligada al grupo de “El Mayo” Zambada.
En regiones completas de Sonora es imposible transitar de día, mucho menos de noche. Pitiquito, Caborca, Cajeme y Guaymas están en llamas.
Hace unos días relaté aquí cómo el poblado de Átil, a 30 kilómetros de Altar, se quedó sin policías, sin médicos, sin enfermeras, sin maestros y sin comida a consecuencia de la inseguridad incontrolable.
El gobernador del estado, Alfonso Durazo, como relató EL UNIVERSAL hace unos días, vive concentrado en las próximas elecciones (es presidente del Consejo Nacional de Morena), y aunque presume una reducción de 32% en los homicidios, según los datos oficiales solo en 2023 se registraron en Sonora 1,403 asesinatos.
Una revisión de lo publicado en la prensa en los últimos meses habla de autos incendiados, de asesinatos, de secuestros, de feminicidios, de balaceras en las carreteras y de retenes instalados por el crimen organizado.
El hallazgo escalofriante de las madres buscadoras confirma lo que Cecilia Flores dijo hace unos días: el gobierno afirma que conoce México, pero no sabe lo que está enterrado debajo de México; todo eso que corre de manera soterrada tiene a Sonora cercado por la inseguridad, por la extorsión, por la violencia.
@hdemauleon