A treinta años de distancia del magnicidio, la Fiscalía General de la República (FGR) echa abajo la versión de que Mario Aburto actuó en solitario, y afirma que hubo un segundo tirador.
La tarde del 23 de marzo de 1994, el candidato del Partido Revolucionario Institucional a la Presidencia de la República fue asesinado de dos disparos, en la Colonia Lomas Taurinas, en Tijuana, Baja California, tras finalizar un acto de campaña. Mario Aburto, el homicida, era entonces un hombre de 24 años de edad que fue atrapado instantes después de que disparó su revólver mientras Colosio caminaba entre los asistentes.
Recientemente, la FGR informó que ante nuevas evidencias reabrió el caso Colosio y acusó ante un juez a Jorge Antonio Sánchez Ortega, un exintegrante del CISEN asignado al equipo de seguridad de Colosio; también fue señalado por la FGR el entonces subdirector Operativo del CISEN Genaro García Luna, como sospechoso de encubrir el nefando crimen. Treinta años después se fortalece la teoría del segundo tirador en el asesinato, ocurrido el 23 de marzo de 1994 en Tijuana.
Hace años tuve la oportunidad de realizarle una entrevista al entonces Subprocurador General de la República y encargado del caso Colosio, Miguel Montes García, y le hice la siguiente pregunta: ¿Quién hizo los disparos que acabaron con la vida de Luis Donaldo Colosio en Lomas Taurinas? Su respuesta fue tajante: “¡Mario Aburto Martínez! Él es el autor material e intelectual del homicidio de Luis Donaldo Colosio. Mi actuación en la investigación del caso Colosio ha sido no solo muy discutida, sino calumniada, tanto que pienso será muy difícil que la generalidad de los mexicanos acepte la veracidad de las conclusiones de la Procuraduría”.
El sexenio de Carlos Salinas se vio empañado por una serie de eventos que, si bien no guardan una aparente conexión entre ellos, sí reflejaban una incapacidad del partido en el poder para frenar las fracturas de la gran familia revolucionaria. Además, el PRI había dejado de ser el garante de la paz y orden en el país: La guerra de Chiapas; el asesinato del Cardenal; el de Colosio; el del presidente del PRI, Ruiz Massieu y la férrea oposición de la izquierda al Tratado de Libre Comercio. Todo lo anterior agregaba una densa bruma de sospechas a las investigaciones, máxime cuando se trataba del candidato a la Presidencia.
En entrevista con el periodista Rogelio Cárdenas Estandía, Carlos Salinas le dio argumentaciones de que la crisis enmarcada en el caso Colosio tenía fundamentos políticos: “Habían apostado a descarrilar las reformas; como no pudieron, entonces promovieron el descarrilamiento del Gobierno”. Junto con el asesinato de José Francisco Ruiz Massieu, “lo que vivimos en ese inicio de 1994 fue un intento de descarrilamiento del Gobierno como respuesta al proceso reformador tan intenso que habíamos llevado a cabo”.
Aunque es importante hacer notar el primer interrogatorio; dos horas después del crimen, el ex gobernador de Sonora, Manlio Fabio Beltrones, por instrucciones del presidente Salinas fue el que interrogó (extraoficialmente) a Aburto, en Playas de Tijuana, utilizando el ‘suero de la verdad’ y torturándolo. El presunto asesino aseguró que había planeado solo herir a Colosio para llamar la atención de la prensa y exponer los problemas sociales del País. Se trataba de un hombre que había crecido en una familia desintegrada y disfuncional, con baja autoestima, impulsivo, inseguro y con facilidad para mentir, según descripción de la PGR.
Aburto fue sentenciado en definitiva a 45 años de prisión y actualmente está preso en el penal federal de máxima seguridad de Occidente, en Jalisco. Hubo más de 28 líneas de investigación, entre las que se incluyen: una supuesta llamada al hotel, en la mañana del día del crimen; dos amenazas anónimas instándolo a renunciar a la candidatura; un supuesto resentimiento del narcotraficante García Ábrego, filtrado por informantes de agencias norteamericanas, por no haberle aceptado dinero para la campaña.
La PGR, incluso, entrevistó sobre el crimen al capo Joaquín “El Chapo” Guzmán cuando se encontraba preso. Guzmán dijo entonces desconocer información al respecto, señalando que estaba en la cárcel desde antes del magnicidio y que Aburto nunca habló sobre el tema.
En una carta pública, el presidente Salinas de Gortari decidió aceptar la argumentación del asesinato de Colosio como un crimen por el poder: “Como servidor público supe de errores y aciertos. Y también de responsabilidades. Las asumo. Pero hay que mostrar con claridad esta tremenda lucha política. Hacerlo así, le hará un verdadero servicio a la democracia en México”.
La imparable violencia que vive México ha retado a las conciencias de la sociedad civil que exigen cordura, serenidad y responsabilidad de los partidos políticos y los medios, sobre todo en la próxima contienda electoral, cuidando el lenguaje y los ataques sistematizados. México vive circunstancias muy similares a las de aquel periodo trágico. Otro magnicidio, en las esferas políticas, sería caótico para los mexicanos, pues como dijera Octavio Paz: “La violencia política y social, engendra guerra civil.