De siete presidentes que han gobernado México entre 1982 y 2024, ninguno ha podido o sabido frenar el crecimiento criminal. Sus errores han sido muchos. Pero en medio de ellos tuvieron aciertos que merecen reseñarse.

Después del asesinato de Enrique Camarena en 1985, Miguel de la Madrid estuvo de acuerdo en que Jorge Carrillo Olea, apoyado por Jorge Tello Peón, bosquejara un “sistema de inteligencia para la seguridad del Estado”; crearían instituciones para servir al Estado, no al Presidente. En febrero de 1989 nació el Cisen, al frente del cual Carlos Salinas de Gortari puso a Carrillo Olea.

Salinas asegura en sus memorias que se comprometió con el combate del narco; su manejo de las instituciones lo refuta. En 1991 removió a Carrillo Olea para poner en su lugar a un profesional (Fernando del Villar) que al año fue sustituido por directores sin experiencia. Carrillo Olea fue enviado a una Procuraduría General de la República (PGR) corrompida e infiltrada por el narco donde, con autorización de Salinas, creó el Centro de Planeación para el Control de Drogas (Cendro).

Su primer director fue Tello Peón. Inspirándose en El Paso Intelligence Center de la DEA, reunió en el piso 6 del Cendro a representantes de las dependencias de seguridad que podían colaborar con información sobre las aeronaves que traían cocaína desde Sudamérica o sobre el Cártel de los Amezcua al que desmantelaron con la Operación Oriente. En 1994, Salinas de Gortari quitó a Tello de la dirección y empezó la decadencia del Cendro.

El Cártel del Golfo creció durante los sexenios de Salinas, Ernesto Zedillo y Vicente Fox. Es una organización clave en la historia de la violencia criminal porque a finales de los noventa reclutó a 20 soldados de élite que se convirtieron en escoltas del capo Osiel Cárdenas. Esos mismos militares fundarían el Cártel de los Zetas que introdujo cuatro cambios cualitativos en la criminalidad: militarización con armas de alto poder compradas en Estados Unidos; expansión al negocio de las extorsiones, los secuestros y otros delitos; creación de una confederación de bandas locales a los que hacían Zetas, y el control de gobiernos locales.

Los servicios de inteligencia de Zedillo y Fox tenían otras prioridades y distracciones y no detectaron el aumento en los delitos en las entidades con presencia Zeta. Entre 2001 y 2006 los homicidios en Michoacán pasaron de 615 a 1,003; un aumento del 63 por ciento.

Cuando Felipe Calderón llegó a Los Pinos cometió dos grandes errores: enviar al Ejército con diagnósticos incompletos y desactualizados y nombrar y proteger a Genaro García Luna como secretario de Seguridad Pública. Tuvo dos aciertos: el nombramiento de Guillermo Valdés Castellanos como director del Cisen y, en 2009, el reconocimiento en privado de su error y una corrección de fondo de la estrategia.

Para recomponer al Cisen, Valdés no sólo obtuvo de Calderón abundantes recursos, sino también la orden de que las otras instituciones de seguridad entregaran al Cisen toda la información. Valdés solo acordaba con el Presidente y pudo incorporar a especialistas en temas donde flaqueaba su organización: Macario Schettino, Eduardo Guerrero y Alejandro Hope, entre otros. Este último me comentó en una entrevista que “en 2009-2010 había pánico en el gobierno de Calderón por el crecimiento de la curva de la violencia y la brutalidad”.

En 2009 el presidente Calderón autorizó la ofensiva contra la estructura de Los Zetas, los más violentos. Valdés recuperó la experiencia del Cendro y creó, en 2010, el Centro de Fusión de Inteligencia y Operatividad (CFIO). En un rincón de la base de la Sedena en Monterrey construyó las instalaciones. A partir de 2011, el gobierno se lanzó contra el cártel apoyado por un grupo de analistas que, después de ser seleccionados cuidadosamente, eran encerrados en las instalaciones del CFIO durante seis meses. Carecían de celulares y tenían prohibido hablar con familiares o amigos. Su única función era transformar en inteligencia operativa la información que iban capturando. En dos o tres años desmantelaron a Los Zetas.

Son historias con varias moralejas. Rescato una pensando en la nueva Presidenta: con voluntad, recursos e inteligencia sí pueden desmantelarse cárteles.

Me apoyé en los libros y columnas publicados por Carrillo Olea y en varias entrevistas a Tello y Valdés. 

@sergioaguayo

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