Las pensiones que se otorgan en México, especialmente las dirigidas a adultos mayores y enmarcadas en el concepto de “asistencia o apoyo social”, son programas implementados por el Estado para proporcionar un ingreso regular a personas de cierto grupo etario que no cuentan con recursos suficientes (o no pueden generarlos) para cubrir necesidades básicas como alimentación, vivienda y atención médica. Si bien estos “apoyos” buscan mejorar la calidad de vida y reducir la pobreza entre la población beneficiaria, es innegable que enfrentan desafíos sustantivos para cubrir completamente las necesidades de estas personas en toda su amplitud.

A modo de ejemplo, citamos la inflación como primera limitante, ya que estas pensiones no suelen ajustarse a los cambios económicos generados por esta variable, lo que ocasiona que el poder adquisitivo de este recurso disminuya con el tiempo, mermando progresivamente su capacidad de impacto. Otra consideración importante es el costo de la vivienda, la renta, los asilos u otros gastos relacionados, que para los adultos mayores tienen una gran relevancia, especialmente aquellos que necesitan infraestructura especial o asistencia, sin dejar de mencionar los pagos de hipotecas, rentas o mantenimientos. También es innegable que los adultos mayores enfrentan dificultades para acceder a otras fuentes de ingresos, contar con ahorros significativos o realizar inversiones activas, por lo que en muchas ocasiones estas pensiones son su única fuente de recursos, siendo un verdadero desafío depender únicamente de ellas.

Asimismo, las fluctuaciones económicas, las crisis y otros eventos adversos tienen un impacto negativo en el financiamiento presupuestal de estos apoyos, lo que conlleva siempre el riesgo de recortes o congelamientos, muchas veces sin previo aviso ni anticipación. También es importante señalar que las necesidades dentro de este grupo de edad varían considerablemente, y la realidad de cada individuo fluctúa de manera significativa, ya que cada persona tiene circunstancias diferentes, incluyendo el apoyo familiar o la falta del mismo.

En el caso específico de la salud, suele pasarse por alto que los costos relacionados con el cuidado de la misma aumentan con la edad, ya que las consultas médicas son más frecuentes, se requieren más medicamentos y otros tratamientos, y las condiciones suelen ser crónicas, haciendo que un “apoyo” resulte insuficiente para cubrir estas necesidades. Además, incluso con la pensión, es difícil para el adulto mayor acceder a servicios de calidad y oportunos, dado que las distancias, los tiempos de espera y la disponibilidad de servicios (incluyendo la distribución geográfica) se convierten en obstáculos más difíciles de superar.

Los adultos mayores no escapan a la realidad de los servicios de salud en México que afecta también al resto de la población, y muchas veces deben costearse sus propias atenciones médicas o medicamentos, los cuales no suelen estar cubiertos por este tipo de apoyos. Por último, es necesario considerar que ciertas condiciones de salud, discapacidades o enfermedades crónicas requieren cuidados especializados a largo plazo, como enfermería, rehabilitación o cuidados paliativos, que resultan inasequibles con este “apoyo” económico por sí solo.

Por todo ello, para abordar estos desafíos es necesario explorar mecanismos complementarios y comprehensivos que aumenten el financiamiento y la cobertura de estos programas, pero bajo un esquema de financiamiento sensato que no agote simplemente las arcas nacionales. La atención debe enfocarse en mejorar variables como la vivienda, los sistemas sanitarios accesibles, los cuidados para adultos mayores, la educación financiera, la planificación del retiro y las redes de apoyo y seguridad, especialmente para aquellos en condiciones más limitadas o apremiantes. Los apoyos no deben ser simplemente una ayuda temporal que se diluye y resulta intrascendente, sino un mecanismo integral de asignación de recursos para satisfacer necesidades específicas de una población más vulnerable, y es fundamental apostar por ello. En las circunstancias electorales que cursan, esto deberá ser tomado en cuenta por los proyectos políticos. Es tiempo.

(Dr. Juan Manuel Cisneros Carrasco, Médico Especialista en Patología Clínica, Profesor Universitario y promotor de la donación voluntaria de sangre).

 

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