El primer debate presidencial rumbo al 2 de junio transcurrió sin pena ni gloria, marcado por fallas técnicas y un formato restrictivo que lo hizo inoperante e intrascendente. Los partidarios de cada candidato esperaban que estos sobresalieran desde la primera ronda, pero no ocurrió así.

Algunos analistas y medios, incluido el diario español El País, consideraron que “para Xóchitl fue una oportunidad perdida que no supo ganar”. Esto sugiere que los temas agendados para el debate eran los de mayor peligro para el gobierno -salud, corrupción, transparencia- y los habría desaprovechado para pegar en la línea de flotación. Pero establecer un ganador es altamente subjetivo porque no había una tabla de valores ponderados asignados para establecer el ganador de la puntuación del debate. “No debe haber ilusos para que no haya desilusionados”: el clásico.

Es difícil, casi imposible, ganar toda una campaña presidencial con un intercambio de golpes y acusaciones en una exposición. Claro que se podría opinar quién atacó y quién propuso; también se podría determinar el más lenguaraz o el circunspecto y sobrio… quizá, el mejor entrenado para el debate; en fin, sería muy difícil que alguna de estas características determine el resultado de las elecciones del 2 de junio del 2024. Algo que sí podría ser determinante es el carisma, porque un líder carismático puede cambiar el mundo.

Desde luego surge la pregunta obligada ¿quién ganó el debate? La pregunta carece de sentido porque la respuesta será de acuerdo a las simpatías previas que tenga el espectador. La fenomenología de Husserl puede ayudar a comprender con más claridad el fenómeno del conocimiento y la intención de la conciencia que valora: El filósofo alemán Heidegger utilizó el método de la fenomenología para explicar la teoría de la comprensión e interpretación del mundo. Según esta teoría, el mundo viene hacia nosotros (lo que nos rodea) y nosotros salimos a su encuentro y así lo vamos descubriendo y valorando; pero, cada persona, de acuerdo con la intención de su conciencia, influida por la carga histórica del tiempo y sucesos que ha acumulado a lo largo de su vida, va interpretando lo que le va aconteciendo; así, la interpretación de los hechos, se da a partir de la carga histórica que predispone la intención de la conciencia del que interpreta.

Probablemente será muy poco lo que influya el debate en las encuestas. La verdad, en el debate no se dijo nada nuevo, algo que calara hondo y dejara huella en las realidades que duelen para transformarlas en esperanzas que curen. Aunque, sí se pudieron contrastar aspectos sobre la personalidad de cada uno, como esquemas mentales, temple, capacidad argumentativa, asertividad, personalidad y conducta bajo presión, entre otros. 

Tal vez, Claudia Sheinbaum dio la impresión de mejor entrenada, más disciplinada, salió a defender su posición de ir arriba en las encuestas, se administró, no arriesgó demasiado y no se enganchó en la feroz estrategia opositora de los golpes, sin que con esto se pueda afirmar que haya ganado. Xóchitl desaprovechó la oportunidad de noquear, parecía nerviosa, no veía la cámara, sino los rostros de los oponentes, lucía incómoda y desordenada buscando respuestas entre sus papeles. Claudia fue impertérrita, estoica y nunca volteó a ver a sus adversarios. Sobre el candidato de Movimiento Ciudadano, Jorge Álvarez Máynez, podría decirse que fue solo testigo presencial del intercambio de esgrimas que se hicieron las guerreras de marras y aumentó su popularidad debido a su característica sonrisa congelada.

Para algunos analistas, Xóchitl llegó al debate presidencial sin la preparación debida. Fue notoria la falta de asesoría política. Entonces, la pregunta es: ¿No la entrenaron los partidos? Ellos son expertos en materia de debates. Parece que lo que Claudio X planeó en papel, la unión idílica de tres partidos adversarios, empresarios, una candidata externa y supuestos ríos de gente de la “marea rosa” de sociedad civil, no está funcionando: ¿Por qué? 

Una prueba de la disfunción entre partidos-marea rosa-Xóchitl fue la aclaración no pedida de esta durante y después del debate; flanqueada por Alito, Markito, Chuchito y el chambelán Creel, declaró tonantemente que: “No pertenezco a ningún partido”. Es evidente que quería tomar distancia de la partidocracia y de sus impresentables líderes porque de otra manera no habría necesidad de negarlos en ese significativo lugar y momento.

Después de la toma de distancia sin ningún pudor, los dirigentes de los tres partidos que la registraron tomaron revancha y la obligaron a presentarse con ellos y sus caras de cinismo ante el INE para la fotografía y para compartir estigmas. La candidata Gálvez Ruiz no ha sabido explicar el funcionamiento de su Gobierno de Coalición, ya que ni siquiera en campaña ha armonizado a los actores.

Lapidaria frase que quedará en la memoria de millones de mexicanos: “Si a los 60 años no has podido hacer un patrimonio eres bien güey”: Xóchitl

 

RAA

 

 

Leave a comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *