México existe más allá de sus fronteras. Aunque muy probablemente haya mexicanos en todos los países del planeta, lo cierto es que la gran diáspora mexicana se encuentra en Estados Unidos.
Una parte de los mexicanos que viven en nuestro vecino del norte pueden rastrear su ascendencia a personas que no cruzaron la frontera, sino que la frontera los cruzó a ellos.
Muchos más migraron a Estados Unidos en diferentes etapas de la historia. La manera en que lo hicieron fue, en algunos casos legal y, en otros, sin la documentación debida.
Los mexicanos son la comunidad de origen extranjero más grande en Estados Unidos. Su contribución a la grandeza de ese país ha sido, por lo tanto, enorme. Su influencia se siente, sobre todo, en el idioma. Es posible que en un futuro no muy distante Estados Unidos sea primordialmente un país bilingüe. Hoy más o menos el 13% de la población estadounidense habla español en el hogar.
Ahora bien, las recientes olas de migrantes hacia Estados Unidos han sido conformadas por personas que están íntimamente conectadas con sus familiares y amigos en México. Esta conexión emocional se verifica, entre otras cosas, de manera monetaria.
En efecto, las remesas deben verse, antes que nada, como un acto de amor y solidaridad por parte de los migrantes recientes con sus seres queridos en México.
Desde 2013 – año que registró una caída – el volumen de remesas ha aumentado continuamente. En términos medidos por el porcentaje del Producto Interno Bruto, las remesas rozan el 4 por ciento. Sin embargo, la caída del valor del dólar frente al peso a disminuido su impacto. Aunque en los últimos meses el valor de las remesas ha disminuido, un estudio realizado por el banco BBVA pronostica que en 2024 el monto de remesas crecería en 6.6 por ciento.
Todo lo cual nos habla de la capacidad de trabajo de los mexicanos en condiciones de prosperidad.
Esta contribución de los trabajadores mexicanos al desarrollo de México no es una política pública planeada por el Estado mexicano, aunque el gobierno obradorista más de una vez haya pretendido adjudicarse como propio el esfuerzo de quienes envían recursos a México desde Estados Unidos.
Muchos de nuestros compatriotas que se esfuerzan en las ciudades y el campo de Estados Unidos indudablemente querrán quedarse en ese país. En ese caso, el gobierno mexicano puede cabildear con el estadounidense para lograr su incorporación a la sociedad estadounidense de la mejor manera. Muchos otros, sin embargo, preferirán regresar a su país de origen. Debemos de facilitar su incorporación a la sociedad mexicana y facilitar un regreso con sus seres queridos, cuando sea el caso.
Hasta donde sabemos, la gran migración de mexicanos hacia Estados Unidos ha disminuido en los últimos años. Por lo mismo, quizás la era de los grandes montos de remesas no se mantenga en el tiempo.
De cualquier manera, no debemos olvidar que hay un México grande y vigoroso en Estados Unidos que mantendrá su identidad mexicana.
Pensar en maneras futuras de conectar ambos Méxicos requerirá de gran imaginación política.