Gracias a Jorge Luis Conejo por recordármelo

Un viejo chiste habla de un monasterio de clausura a cuyos monjes sólo se les permitía decir dos palabras cada cinco años. Un hombre que había tomado los hábitos un lustro atrás, en una ceremonia de por sí silenciosa, se prepara para decirlas enfrente de todos sus cofrades: “Muchas pulgas”, se queja. Pasan cinco años más y al mismo fraile se le permite hablar: “Cama dura”, dice. Tras otro periodo de silencio, de nuevo, frente a todos, comenta: “Comida mala”, y vuelve a callar por cinco años para concluir, tras veinte de rezos y oficios: “Me voy”. A lo que un hermano libre del voto silente replica: “Menos mal porque ya nos tenía hartos con tanta criticadera”.

Al momento de teclear esta columna me siento como el criticón del monasterio porque cada sexenio me quejo de que el INE, con su costo descomunal de 22 mil 322 millones 879 mil 716 pesos, es decir más de 1.300 millones de dólares al año, diga que presentará una aproximación a los resultados electorales (PREP) para la presidencia de México entre las 10 y las 11 de la noche del 2 de junio, cuando debe empezar a emitir boletines sin pausa desde pocos minutos después del cierre de las urnas como se hace en todo el mundo. Para el INE, el PREP, un muestreo de casillas, lo es todo, cuando lo importante es agilizar el flujo constante de información electoral de todos los distritos que lleve a un escrutinio superior al 95% de México hacia las 10 de la noche. 

¿Ciencia ficción? para nada, así funciona en todo el mundo: no están pensando en un algoritmo o muestreo, tienen prácticamente escrutada toda la elección cuatro horas después de cerradas las casillas. Hay que quitar la mirada del ombligo y ver cómo hacen otros países desde El Salvador hasta España o los Estados Unidos. Donde también, de seguro, no hay INE ni presupuestos exorbitantes para la autoridad electoral (y eso que en este sexenio se han recortado). 

La presunta confiabilidad del sistema electoral mexicano, basada en controles y chequeos redundantes, anquilosa la entrega de resultados. Lo usual en cualquier democracia es que las planillas se digitalicen y publiquen a la brevedad y se estén emitiendo boletines sin pausa para evitar cualquier suspicacia de manipulación. El INE eleva el PREP a la categoría de sine qua non, al altar de la estadística infalible, cuando puede perfectamente prescindir de él. ¿Recuerdan en 2006, cuando Luis Carlos Ugalde (quien ahora sale en medios como analista electoral de primer nivel) salió pálido y con el rabo entre las patas a decir que había un empate entre Calderón y AMLO y que el PREP no servía? ¿Aún no aprenden de ello?

Lamento repetirlo, ningún país lo emplea. Y lamento también decirlo tras otro sexenio más cuando cualquier crítica al INE se cataloga como ataque a la democracia. Pero el INE no sólo debe ser garante de resultados confiables, sino ágiles, que aniquilen cualquier sospecha de trampa. Para ello disponen de los recursos y los sistemas de informática y comunicación. 

Es el momento clave del INE y esperamos que no fallen los relojes como en el primer debate, y mucho menos que se caiga el sistema. Las perspicacias han acechado desde los dos grandes bandos durante los últimos años y aunque muchos prevemos que las diferencias de votos pueden ser avasallantes en la presidencial, en los estados en disputa y a escala municipal, el PREP puede resultar tan estéril como en el 2006. 

Por favor, no quiero ver periodistas hablando de encuestas de salida, el INE tiene que avasallarnos con datos a pocos minutos del escrutinio, México no merece menos. 

Comentarios a mi correo electrónico: panquevadas@gmail.com

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