En los últimos seis años he podido ser testigo de la satisfacción de padres, amigos y por supuesto de los egresados que viven el momento de una graduación, titulación y hasta de un sencillo fin de curso escolar, todo enfocado en celebrar la culminación de los logros obtenidos, marcando el fin de un ciclo en el tema académico.
El común en cada rostro son el orgullo, las risas y en ocasiones el llanto durante la entrega de títulos, diplomas, reconocimientos o certificados, los cuales plasman en papel la promesa y el sueño de un mejor por venir, representan los conocimientos, habilidades y experiencias que se han obtenido durante el camino que el alumno ha debido recorrer. ¡Qué gran satisfacción!
La ceremonia es una mezcla de alegría y nostalgia, sobre todo cuando los caminos de los amigos y compañeros deben separarse para cada uno ir en busca de su futuro, ese que tanto anhelaban en las aulas de su institución sobre todo a nivel superior.
Me considero muy afortunada por poder presenciar este tipo de eventos, me queda claro que el trabajo constante y el compromiso empeñado por cada uno de los estudiantes en cualquiera de los niveles que hayan cursado, se palpa y se siente; a pesar de que no formo parte de las familias ahí presentes, siento orgullo y felicidad por las personas que todos los días asistieron a su colegio y aprovecharon la experiencia y labor de sus docentes y catedráticos.
Lo fascinante de estos momentos es que pareciera que se ha culminado, pero en realidad es un nuevo inicio que traerá la exigencia de tener en mente un camino de excelencia, de no ser así, se corre el riesgo de ser del montón y caer en la mediocridad.
Me gusta observar la forma cómo los padres abrazan a sus hijos e hijas, y la cantidad de fotografías que se captan, a partir de ahí, se forja una nueva historia, un nuevo sueño que requerirá perseverancia, con un nivel más alto de responsabilidad y conciencia, propósitos nuevos que solicitarán de la toma de decisiones para el resto de su vida e irán dejando huellas en su andar, de cada uno depende el impacto que estas tengan en la vida de otros.
Que los birretes lanzados simbolicen el entusiasmo por el futuro, pero sobre todo representen las ganas de seguir preparándose y sean el motivante principal por crear una mejor vida, un mejor país, y un mejor porvenir para el mundo.
¡Felicidades a todos quienes estén celebrando por esta causa!