La designación de Lázaro Cárdenas Batel como jefe de la Oficina de la Presidencia en el próximo gabinete ha dado lugar a distintas lecturas: en un extremo, hay quienes lo ubican como una especie de vicepresidente ejecutivo, mano derecha de Claudia Sheinbaum e interlocutor con distintos sectores, incluidos los empresarios, la oposición y los organismos sociales (atribución que le corresponde a la Secretaría de Gobernación). De repente, algunos analistas descubren en Cárdenas Batel cualidades que han permanecido ocultas a lo largo de su trayectoria; Carmen Morán Breña, de El País, lo define como “un hombre excepcional”.

La Oficina de la Presidencia nació con el gobierno de Salinas de Gortari con el propósito de aportar al titular del Ejecutivo elementos para la toma de decisiones, para lo cual se organizaba en gabinetes especializados: económico, agropecuario, de bienestar social, seguridad nacional y de política exterior; cada gabinete tenía un secretario técnico con la responsabilidad de registrar lo más relevante de las juntas y sobre todo dar seguimiento a los acuerdos.

Las decisiones del presidente en reuniones de gabinetes especializados, tenían prelación y su titular, José María Córdova Montoya, se convirtió en uno de los funcionarios más poderosos de un gobierno poderoso, ¿será este el papel del nieto del general?

Presidente más de encargos que de cargos, López Obrador nombró a Alfonso Romo como jefe de esa Oficina, pero con una sola encomienda: la relación con los grandes empresarios. Los resultados de su gestión fueron frustrantes, quizás el episodio que marcó su gestión fue el desmentido que hizo el propio presidente electo a su palabra de que no se cancelaría el nuevo aeropuerto de Texcoco; luego de su renuncia, en diciembre de 2002, la que alguna vez fue una instancia estratégica, quedó vacante.

La designación de Lázaro Cárdenas Batel se inscribe en una lógica distinta y distante a la naturaleza de esa Oficina y más bien parece responder a la racionalidad de lo simbólico y del acuerdo político, después de todo, el apellido Cárdenas sigue pesando en la vida pública del país.

Como coordinador de asesores del presidente López Obrador, Cárdenas Batel jugó un papel tan discreto que casi resultó irrelevante y en el último tramo de gobierno -una verdadera descortesía-, fue desplazado de su ubicación física en Palacio Nacional a las oficinas que tiene la Presidencia en la avenida Constituyentes.

En febrero pasado y después de que el presidente López Obrador ubicara al ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas en el bando de sus adversarios, el nieto del general renunció a la coordinación de asesores.

En un gobierno de la complejidad del mexicano, es indispensable contar con una instancia con los recursos y las atribuciones para apoyar las decisiones del Presidente de la República, lamentablemente, esto no se entendió en el país de un solo hombre; será interesante observar el papel que le asignará la doctora Sheinbaum.

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