No solo supieron siempre dónde estaba “El Mayo” Zambada, sino que además lo cuidaban: un comandante de la Fiscalía de Sinaloa, policía activo asignado a la sindicatura de El Salado desde hace más de diez años, era el encargado de la seguridad del narcotraficante.
¿Ignoraba esto el gobierno mexicano? El presidente López Obrador dice que sí, que no lo sabía y que le parece muy mal. Desde el día mismo del misterioso traslado del mayor narcotraficante mexicano a un aeropuerto de Nuevo México, donde quedó en custodia del gobierno de Estados Unidos, la secretaria de seguridad federal, Rosa Icela Rodríguez, ha dado muestras de que no solo ignoraba esto, sino todo lo demás.
¿Lo ignoraba también el encargado del sistema de inteligencia del Estado mexicano, el general Audomaro Martínez?
El general, amigo personal del presidente desde 1980, encabezó el equipo de seguridad de AMLO a lo largo de sus tres campañas presidenciales: en la primera de estas, en 2006, López Obrador rechazó ser custodiado por el Estado Mayor y solicitó en una entrevista con Joaquín López Dóriga que su viejo amigo y paisano (lo conoció en Tabasco desde que Martínez tenía el grado de mayor) abandonara sus responsabilidades en la Sedena para encargarse de su custodia.
Cuando vino la segunda campaña, Audomaro se hallaba en situación de retiro y volvió a encargarse de la protección del candidato. Desde el triunfo de 2018, el general se convirtió en el consejero más escuchado por el presidente en temas de seguridad.
Se dice que rechazó el cargo de secretario de la Defensa, pero midió a los posibles candidatos y recomendó al general Luis Cresencio Sandoval para romper la burbuja de intereses de la cúpula militar y poner al servicio del presidente a uno de los candidatos que, de otro modo, habría tenido nulas posibilidades de ocupar el puesto.
Audomaro Martínez fue artífice de la creación de la Guardia Nacional. Quedó a cargo del Centro Nacional de Inteligencia, que sustituyó al Cisen, y recibió el doble de presupuesto que este.
En las reuniones de seguridad que se llevan a cabo todos los días, y de las que suele ufanarse el presidente, se encargó a lo largo del sexenio de aportar información sensible obtenida por el CNI a través de los datos enviados por los delegados estatales y, sobre todo, por las labores de seguimiento e intervención de comunicaciones realizadas por el personal a su cargo.
Cuando estalló el escándalo del espionaje realizado por la Sedena al defensor de derechos humanos Raymundo Ramos, quien acompañaba el caso de la ejecución extrajudicial de tres personas en Nuevo Laredo, ocurrida en 2020, el presidente dijo que se trataba de un trabajo de inteligencia “que se hace en coordinación con el centro de inteligencia del Estado” para conocer, sobre todo, operaciones de la delincuencia organizada.
“El instituto de inteligencia del gobierno hace investigación porque nosotros sostenemos que es muy importante hacer la investigación, inteligencia, para no usar la fuerza”, dijo AMLO. Y justificó el espionaje con una anécdota:
“¿Saben cómo se le salvó la vida al jefe de la policía de la Ciudad de México, se llama Omar García, de esa manera, unos días antes del atentado? Inteligencia del Estado registró unas llamadas, Omar traía un carro normal, y el general Audomaro Martínez habló con él y le dijo: ‘tenemos esta información, no te confíes’ y cambió por una camioneta con blindaje’”.
El espionaje desde el Centro Nacional de Inteligencia y el Centro Militar de Inteligencia entre otras agencias del gobierno mexicano (como la Agencia de Investigación Criminal) continuó a lo largo del sexenio, según probaron los documentos hackeados a la Defensa por el colectivo Guacamaya. Las comunicaciones de periodistas, activistas y políticos fueron espiadas de manera permanente.
La actividad de espionaje en el ciberespacio en contra de civiles no paró.
El gobernador de Sinaloa, Rubén Rocha Moya, a quien se le ocurrió salir intempestivamente de viaje el mismo día de la captura o la entrega de “El Mayo”, dice que fue informado al regresar al país de que el comandante de investigación José Rosario Heras era escolta del narcotraficante más poderoso de México: “Ahora sé que este señor había sido asignado como comandante en El Salado, y que estaba trabajando ahí bajo esa encomienda. Lo conocieron como el guardia de “El Mayo” en ese tiempo”, afirmó.
“Ese tiempo” pudo durar varios años, los mismos que José Rosario Heras fue asignado a la sindicatura de El Salado.
Según sus propias declaraciones, esto no lo supo la fiscal de Sinaloa, no lo supo el gobernador de la entidad, no lo supo el delegado estatal del CNI. Tampoco lo supieron el presidente que ha declarado que los presidentes mexicanos lo saben todo, ni la secretaria de seguridad federal.
Mucho menos, el general que encabeza el sistema de inteligencia del estado mexicano.
¿O lo supieron siempre y la captura o entrega de “El Mayo” los agarró con los dedos en la puerta?