México confía más en Netflix que en la comunicación social del gobierno. Es más creíble y divertida una serie de Netflix que las mañaneras. Es igual de sospechosa la tesis de que el gobierno sabía todo sobre la detención del “Mayo”, como que no tenía idea. Ninguna de las versiones que corren es creíble. Acostumbrados a escuchar mentiras y otros datos, se ha perdido aún más la credibilidad en la información pública.

El mejor testigo del mundo es algo que se llama “streaming”. Este fenómeno juega un papel crucial hasta que el ingenio descubra otra manera de mostrar lo que sucede, aunque no necesariamente con testigos. El público intuye que para conocer lo que pasó con “El Mayo” Zambada habrá que esperar la siguiente temporada de Narcos México.

No es novedad, tampoco es atribuible a la política de comunicación de AMLO que finalmente institucionalizó una manera de rendir cuentas a través de ofrecer a los periodistas un espacio para preguntar directamente sobre los acontecimientos y decisiones nacionales. Independientemente de que AMLO no siempre responde, regularmente elude, contesta otra cosa, insulta, dice mentiras o se molesta, las mañaneras han sido un ejercicio de libertad de expresión. Ningún presidente se había puesto de pechito todos los días, además a ningún presidente se le había dicho o escrito lo que se ha publicado sobre AMLO. De igual manera ningún presidente había insultado y estigmatizado como AMLO a un sector social, el de los “fifis”.

La falta de credibilidad en las informaciones oficiales del gobierno no es nueva, ni exclusiva del modelo 4T. A manera de ejemplo, al finalizar el siglo pasado, en el inicio de los estertores del priismo, cuando corrió la versión de que Amado Carrillo había simulado su muerte, se comprobó que la Procuraduría General de la República (PGR) ordenó y practicó, no solamente la autopsia de ley, sino que hizo acopio de las pruebas disponibles en ese momento para determinar la identidad y muerte de Amado Carrillo. La versión oficial enfrentó las teorías de la conspiración. Subsiste la idea generalizada de que el señor de los cielos vive con una amante en Cuba; o lleva una vida de incalculable dispendio en Chile, o es testigo protegido de la DEA.

Carrillo Fuentes estuvo en la mira de Hollywood y de Netflix. Debido a la conexión con su protector, el General Jesús Gutiérrez Rebollo, el zar de las drogas en México (Director del Instituto Nacional para el Combate a las Drogas), Hollywood produjo un largometraje con un capítulo más de la triste historia mexicana contemporánea ligada a las drogas. La película se llamó “Traffic”, misma que obtuvo cuatro galardones de la Academia (Oscar). Netflix por su parte, exhibió en su plataforma la serie “El Señor de los Cielos”.

Por lo pronto, en espera que se exhiba la siguiente reciente versión de Narcos México, con el episodio de la detención del “Mayo”, hay algunos datos incuestionables: tensión en las relaciones México Estados Unidos derivadas de la actuación de la DEA; dureza de la DEA tal vez debido a resabios históricos (Kiki Camarena, el General Salvador Cienfuegos); bajo perfil en este asunto (¿inexistente?) de la Fiscalía General de la República (FGR); la intromisión del Embajador Ken Salazar en el tema de la reforma judicial, asunto de política y organización interna y exclusiva del Estado mexicano.

Independientemente de la veracidad o de la opacidad de la información disponible y la que se conocerá sobre la captura del “Mayo” Zambada y del hijo del “Chapo” Guzmán y sus procesos penales en marcha, quedará la sospecha generalizada, hasta que llegue Netflix y diga qué pasó.

 

* Profesor de la Facultad de Derecho de la UNAM

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