Tengo la fortuna, estimado lector, de colaborar como profesor universitario en la formación de personal clínico. Una de las materias que tengo la responsabilidad y el enorme gusto de impartir es la de Sociología de la Salud. Enseñar y compartir esta disciplina es crucial porque permite a los futuros profesionales sanitarios comprender de manera integral las interacciones entre factores sociales, culturales, económicos y políticos con la salud de las personas. Tener esta perspectiva les ayuda a abordar el concepto de salud de manera integral, reconociendo que las desigualdades e inequidades sociales, las creencias culturales y las dinámicas de las comunidades influyen de manera puntual en los resultados de salud pública e individual. Comparto con ustedes algunas reflexiones obtenidas a lo largo de los últimos años:

En estos días se habla mucho de “transformación”, pero ¿qué significado tiene esto en el contexto de la salud pública? La transformación del sistema de salud es un desafío complejo que requiere la integración de diversas perspectivas teóricas para lograr un modelo que sea equitativo y, además, eficiente. Combinando ideas y pensamientos de autores como Herbert Spencer, Émile Durkheim, Max Weber e incluso Karl Marx, con la visión moderna de la sociología de la salud, es posible imaginar o diseñar un sistema sanitario que no solo responda a necesidades individuales, sino que también promueva el bienestar social y la sostenibilidad a largo plazo.

Al mezclar la responsabilidad individual spenceriana con la solidaridad social de Durkheim, podríamos tener un enfoque mixto en el que se promueva la autosuficiencia y la responsabilidad individual en temas de salud, incentivando a las personas a adoptar hábitos saludables y a prevenir enfermedades. Esto, sumado a redes de apoyo y a la promoción de la solidaridad, reconociendo que la salud de un individuo está interconectada con el bienestar comunitario, daría lugar a un sólido esquema de cuidado personal con un fuerte sentido de responsabilidad social compartida, que brindaría apoyo a las personas más vulnerables.

También podríamos considerar la equidad marxista junto con la eficiencia y racionalización weberiana, construyendo un sistema de salud que garantice el acceso universal a servicios esenciales y asegure que todas las personas, independientemente de su estatus socioeconómico, reciban la atención necesaria. Para ello, se aplicaría una racionalización y burocracia organizada, con sistemas de gestión transparentes y eficientes, procesos claros y profesionales altamente capacitados que garanticen la utilización óptima de recursos sin sacrificar la equidad. Al mismo tiempo, se abordarían las desigualdades estructurales asegurando que el sistema sanitario no solo trate enfermedades, sino que trabaje activamente para mejorar las condiciones socioeconómicas que generan salud, como la vivienda digna, el empleo seguro y bien remunerado y la educación de calidad.

Podríamos también combinar todas estas ideas, aplicando incentivos para el progreso y la adaptación social dentro de ese marco solidario y equitativo, en el que el sistema incluya incentivos para que tanto individuos como instituciones se esfuercen por mejorar continuamente, reconociendo la innovación en tratamientos o tecnologías que mejoren la eficiencia y calidad de la atención, asegurando, eso sí, que los beneficios del progreso sean compartidos por todos y no solo por unos pocos.

Al final del día, sea cual fuere la orientación política de quien lidera el sistema de salud, debería tener una visión de un sistema justo y equitativo, pero también eficiente y sostenible que promueva la responsabilidad individual y la solidaridad social. Este enfoque contribuiría a que la salud sea vista como un pilar fundamental para el bienestar de la sociedad en su conjunto. Por lo anterior, creo que es tiempo de “volver a lo básico” y revisitar conceptos que nos permitan diseñar, reestructurar o simplemente reconstruir un sistema de salud que al día de hoy, está roto. Es tiempo.

 

Dr. Juan Manuel Cisneros Carrasco, Médico Patólogo Clínico. Especialista en Medicina de Laboratorio y Medicina Transfusional, profesor universitario y promotor de la donación voluntaria de sangre.

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