Qué bueno que ya te vas, Diego Sinhué.
Si hace seis años reseñaba la triste despedida de Miguel Márquez Márquez, hoy insigne senador de primera minoría (y con fuero), la salida del ahora exgobernador Rodríguez Vallejo lo supera con creces. Ausente en la toma de protesta de su sucesora, y previamente abucheado durante la instalación de la nueva legislatura, demuestra su hartazgo del poder y su deseo de entregar un puesto que siempre le quedó grande. Sobre la estela de su padrino y predecesor, pretendió gobernar a través de spots publicitarios y mensajes de grandezas y legados. Abandonó el palacio de gobierno para rentar una costosa oficina en el Puerto Interior de Silao desde donde despachaba pocos días de la semana y relegaba los demás temas en su alfil, Charly Alcántara (que continuará en el gabinete de Libia García). Hasta para hablar de seguridad había que dirigirse a su vocera, o algún integrante de la dupla Cabeza de Vaca – Zamarripa. Se le podía abordar para hablar de la mentefactura, un concepto machacado en publicidad poco ingeniosa que quizás algún día podamos descubrir en qué consiste, pues además de las luchas de robots y la gran feria de la Hannover Messe (sic) poco más ha cuajado. Recordamos también un gobernador altivo para luchar contra el gobierno federal, al reunirse con sus pares de oposición (cuando la había) y llorón a la hora de enfrentar recortes de presupuesto, agua (El Zapotillo) o gasolina. Un hombre con las maletas siempre dispuestas cuando de viajar se trataba; en sus inicios hacia el lejanísimo Singapur, a Japón, a los Estados Unidos o a Europa. Siempre primer mundo, claro. Tan embelesado estaba con partir que no se quedará a vivir en un viñedo en San Miguel de Allende o en un rancho de Purísima del Rincón, sino en Houston. En resumen, su prometido golpe de timón se pasó de torque y dio un giro de 360 grados que nos dejó en el mismo lugar de partida; o sencillamente, nunca ocurrió, y nos dejó con problemas mucho más acuciantes: la crisis hídrica y ambiental, un crimen organizado fortalecido e inserto en instituciones municipales y estatales, niveles de pobreza alarmantes y endeudamiento adicional que no existía al entrar al gobierno. Ni mencionar las amenazas que se ciernen sobre la todopoderosa industria automotriz en la región si en unos meses Trump gana la presidencia de USA y decide aplicar los aranceles con que nos amenaza.
Qué bueno que ya te vas, Andrés Manuel.
Y qué difícil es poner en una balanza todo lo que hizo y dejó de hacer quien prometía el paraíso y que a pesar de los pesares se mantiene en el corazón de la gente que no tuvo empacho en hacer realidad a través del voto el sueño de todo presidente: la mayoría calificada en las dos cámaras. Juguete peligrosísimo del que ha hecho uso este mes y que no sabemos qué sorpresas nos deparará el próximo trienio. Por obra y gracia de su dedito destruyó y construyó aeropuertos, se embarcó en obras faraónicas para intentar balancear un país que mantenía en el olvido a su población más humilde, y con todo fue el más conservador de los gobiernos de izquierda en la historia de este país. Cumplió a cabalidad su palabra en lo que se refiere a la impunidad absoluta para quienes lo antecedieron, a tal extremo que nos dejó sin Fiscalía General de la República todo el sexenio. Es más ¿alguien ha visto o sabe dónde está el Fiscal General? Requerimos una prueba de vida…
Por extensión, el crimen organizado logró también su sueño dorado: caminar impune por todo el país, con la ayuda también de los gobiernos de prácticamente todos los estados de la federación. Mientras Sinhué se va con el rabo entre las patas, AMLO parece investido por la gracia divina y hasta podría realizar una de esas falsas retiradas para que “el pueblo” (como lo hizo Santa Anna) lo inste a salir de su retiro y regresar al Palacio Nacional. Maestro en dividir o unir a propios y extraños, en tender cortinas de humo o emitir discursos a baja velocidad, López Obrador es por mucho la gran figura política de México de comienzos del siglo XXI. Idolatrado u odiado, será muy complejo analizar cómo pudo enterrar un aeropuerto carísimo en un lago, domar a los presidentes de Estados Unidos, elevar los salarios, y apabullar a los medios a través de su mañanera; mientras le fue imposible lograr que se esclareciera el caso Ayotzinapa, excarcelar a Israel Vallarta o legarnos una Guardia Nacional de carácter civil (algo que también prometió).
Uno por la puerta grande, el otro toma las de Villadiego. ¡Qué bueno que ya se van! Y cuántas dudas despiertan las que llegan.
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