La ley de las comparaciones puede aplicarse al cambio de gobierno. Esa regla no escrita de la naturaleza humana explica que todo es relativo. Cuando a un simpático doctor le preguntaban cómo estaba su esposa, respondía socarronamente: “Comparada con quién”.

El sexenio comienza bien porque hay diferencias de la Presidenta con el ex Presidente. La Dra. Sheinbaum se acerca a Norma Piña, del Poder Judicial; sale de inmediato a Acapulco para liderar el esfuerzo de rescate del puerto que sufre una doble tragedia climática; quiere energía limpia para el país y observa la necesidad de inversión privada. Su mañanera es distinta, más ejecutiva, más al grano y menos choro. Vaticinamos que al tiempo dejará a sus ministros la tarea de informar cuando sea necesario. Ella, más que informar, debe gobernar. Otra comparación es la inclusión y la apertura. Mientras López Obrador se encerró en Palacio, no será el caso de la Presidenta.

Sólo una petición hizo Xóchitl Gálvez, la candidata de la oposición, que la Presidenta hable con la verdad. Eso sería un contraste enorme con el sexenio de la mentira y la opacidad que acaba de terminar. Esperemos que pronto haya una reunión con Xóchitl Gálvez o con la oposición en su conjunto. Sería un hit.

La Presidenta no necesita mucho para consolidar el sexenio como propio, como intransferible en su compromiso y mandato. Ella puede mostrar que efectivamente tiene el bastón de mando imprimiendo un estilo distinto, lleno de contrastes con el pasado.

Tenemos la intuición de que así será. Primero porque ante los enormes problemas a enfrentar, no tendrá tiempo de mirar atrás y luego porque el modelo de control que tenía López Obrador es irrepetible y al final se agotó. El viraje hacia la razón, la verdad y la transparencia traería a México confianza en el futuro. Sólo un gobierno racional, sincero y claro puede ayudar al crecimiento sostenido.

El Banco de México publica cifras desalentadoras de lo que opinan expertos sobre el crecimiento del país en la próxima década. Según el informe del banco central, creceremos menos del 2% anual promedio. Para el año que viene el pronóstico es de sólo 1.2%. Con esos números no habrá desarrollo ni mejor educación, salud y seguridad pública. El país puede y debe crecer cuando menos al 4% anual para disminuir la pobreza, la desigualdad y crear mejores empleos y condiciones de vida. Resulta imposible cumplir las promesas de inicio del sexenio sin recursos. Es necesaria también una reforma fiscal, todos los expertos lo sugieren.

Los pronósticos de los economistas privados no son una fatalidad. El país creció a un ritmo del 6% anual en la década de los sesenta, luego al 4% con Carlos Salinas de Gortari. La confianza en la inversión privada nacional y extranjera es fundamental. La buena relación con Estados Unidos, Canadá y Europa es imprescindible. Una buena señal es la unión de funcionarios federales y líderes empresariales para concebir un plan estratégico que ayude a México en el aprovechamiento del “nearshoring”. Sabemos que es una oportunidad extraordinaria que podría perderse si peleamos con Estados Unidos, nuestro principal cliente y el mayor empleador de mexicanos fuera de México. Por fortuna Donald Trump lleva las de perder y, por primera ocasión en la historia, nuestros países tendrán a dos mujeres gobernando.

¿Cómo está tu Presidenta? Comparada con el anterior, muchísimo mejor.  

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