A nadie debe extrañar que la dictadura cubana culpe al “bloqueo” estadounidense por el apagón generalizado que duró casi cuatro días en la isla y que no ha terminado.

Todos los que quieren saberlo entienden que no hay tal “bloqueo”. Desde 1961, Estados Unidos ha prohibido el comercio de bienes, servicios y financiamiento entre ese país y Cuba. No obstante, la ley permite compras cubanas de múltiples productos norteamericanos, sobre todo alimentos y medicinas, al grado que, como lo señala Rubén Cortés, el comercio isleño con Estados Unidos supera el de La Habana con México.

Asimismo, Cuba puede comerciar con el resto del mundo, entre países ricos y amigos.

Se sabe también que el apagón total, a la par de todos los apagones parciales casi cotidianos, se debe en buena medida a la obsolescencia de las centrales generadoras cubanas, a la falta de mantenimiento, al crudo cubano que consumen en parte, pesado y con alto contenido de azufre, y al exceso de demanda en ciertos momentos.

Pero la explicación de fondo del apagón, según todos los relatos de los medios internacionales y de los expertos fuera de Cuba, radica en la falta de combustible, es decir de petróleo. Y aquí es donde se complica la cosa. Cuba consume unos 120 mil barriles diarios de crudo, y produce unos 40 mil. Los 80 mil barriles diarios restantes provenían, a partir del año 2000, de la Venezuela de Hugo Chávez y de Nicolás Maduro. Solo que en los últimos tiempos, por razones aún desconocidas, el suministro venezolano se redujo casi a la mitad. México y Rusia absorbieron el déficit, en ambos casos, probablemente, gratis.

Pero también por razones indescifrables con información pública, tanto México -que surtía unos 20 mil barriles diarios- como Rusia -otros 30 mil- dejaron de hacerlo, o redujeron su aporte en tiempos recientes. Lo cual abre varias interrogantes.

En primer lugar, ¿por qué Cuba no adquiere crudo con sus amigos exportadores como Brasil, Colombia, Angola o Irán, o con proveedores neutros, como los demás del Golfo Pérsico?  La respuesta es muy sencilla: La Habana no tiene con qué pagar sus compras, y nadie les vende a crédito, porque nunca pagan sus deudas.  De allí una segunda pregunta: ¿Por qué no pueden pagar su combustible para generar electricidad? Por una sencilla razón: no tienen dinero, porque no producen nada exportable, el turismo se desplomó desde la pandemia, las remesas de Miami han disminuido, y el envío de “médicos” a otros países -antes la principal fuente de divisas- también ha caído.

La siguiente pregunta es más enigmática. ¿A qué se debe que los amigos petroleros de Cuba ya no le envíen petróleo gratuito? ¿A poco se agotó la generosidad solidaria, o el internacionalismo proletario? 

Lo que resulta a estas alturas evidente es que a Díaz-Canel se le acabó el veinte. No parece haber nadie en el mundo que siga queriendo cargar con el paquete cubano de gorra. Y no habrá, sino dentro de mucho tiempo, bienes o servicios que Cuba pueda vender que le permitan comprar por su cuenta el combustible que necesita.

La última pregunta es si este apagón, o los que sigan, van a generar protestas que ya no pueda controlar la dictadura.

Lo más probable es que la única solución que encuentren los cubanos de a pie para vivir en ese infierno sea irse, de preferencia a Estados Unidos, si no a España. Y uno que otro a México, donde podrían tratar de ir a ver a los altos funcionarios del gobierno de la 4T para pedir explicaciones de por qué ya no les regalan petróleo, ya no les permiten seguir viviendo de prestado toda la vida. Pero probablemente los altos funcionarios de la 4T sólo les contesten con lugares comunes y retórica rimbombante.

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