Sus excolaboradores en la Casa Blanca lo tachan de peligroso, la justicia lo señala como delincuente y el mundo teme sus desplantes. Por si fuera poco, las mujeres progresistas en Estados Unidos abominan su historial. Aún así, hoy Donald Trump es presidente electo.
Como buen vendedor, recuperó el poder gracias a la narrativa que le gusta escuchar a un electorado cansado de la inflación y de una presunta “maligna” invasión de migrantes. Es imposible racionalizar todos los motivos que tuvieron sus votantes para elegirlo. Menos podemos comprender a la mayoría de las mujeres norteamericanas que votaron por Trump.
Si recordamos sus primeros cuatro años de gobierno, Trump amenazaba a México diciendo que construiría un muro y nosotros tendríamos que pagarlo. El muro físico no se completó, ni lo pagamos nosotros, aunque a decir de Trump, el entonces presidente Andrés Manuel López Obrador se dobló fácil y envió militares a sellar la frontera.
También amenazó con deportar a millones de indocumentados, cosa que nunca sucedió porque la realidad se impuso: los mexicanos y extranjeros sin documentos representan una enorme ayuda para la economía norteamericana. Ahora que está sólida y en crecimiento, la falta de personal podría generar mayor inflación, algo que todos odian. ¿Quién haría camas y limpiaría habitaciones en los hoteles, cocinaría en los restaurantes de comida rápida o en los de gran calidad?, ¿Quién construiría sus casas y cuidaría sus jardines? La “deportación masiva” como lema de campaña de hace 8 años y de ahora, resulta una patraña.
La “frontera rota” no es sino una frontera abierta para millones de personas que necesitan EEUU para funcionar. Contra todo lo que esa retórica afirma, la diferencia entre las naciones desarrolladas -incluso China- y EEUU es su demografía. China y Japón decrecen, Europa se suicida con tasas de natalidad negativas y, de las economías principales, solo nuestro vecino crecerá y lo hará gracias a la migración y a la fertilidad de los migrantes.
Tan sólo imaginar una redada en Chicago o en Dallas para deportar a nuestros paisanos, sería como un regreso a la pandemia. El rollo de las deportaciones terminó el día de la votación. El simplismo de Trump, su enorme egolatría lo harán decir que a partir de hoy su país está mejor porque ganó él y nadie más que él. Sin ninguna razón.
Lo probable que sí hará es llamar a Putin para ponerlo sobre alerta para terminar la invasión a Ucrania con ganancias que salven la cara al dictador; hará lo mismo con Volodimir Zelenski de Ucrania forzándolo a ceder territorio a cambio de un cese al fuego. De lo contrario EEUU dejaría de enviar ayuda y el resultado sería peor: Ucrania tendría que ceder territorio ante una derrota militar.
Los países europeos, en particular Alemania, no están en su mejor momento. La OTAN sin EEUU no puede ni quiere apoyar a Ucrania, así que el primer gran “triunfo” de Trump sería doblarle la mano a Zelenski para que ceda y marque una nueva frontera con Rusia.
Con Israel habrá total apoyo económico y militar para el aliado de Medio Oriente. Para Irán y sus patrocinados será una señal de guerra sin duda. Dada la fortaleza de Estados Unidos, los ayatolas pensarán dos veces en una guerra frontal que muy probablemente signifique perder su poder interno.
Sin embargo, con Trump todo es una caja de Pandora.