El regreso de Donald Trump a la presidencia es innegable que impactará la realidad mexicana en los ámbitos económico, político y social. En el campo de la salud, no será la excepción. Con base en la evidencia de su gestión anterior y lo promocionado durante su campaña, es probable que México enfrente desafíos adicionales en su sistema sanitario, derivados de cambios en las políticas migratorias, comerciales y de cooperación.
Trump ha sido firme en el establecimiento de políticas migratorias restrictivas y un retorno a este enfoque podría traducirse en una mayor presión sobre los servicios de salud en México, especialmente en los estados fronterizos, tanto del norte como del sur. La intensificación de las políticas de deportación y la reducción de programas de atención a migrantes en Estados Unidos podrían aumentar la cantidad de personas que requieran atención médica en México, un sistema que ya enfrenta limitaciones para cubrir estas demandas adicionales.
De igual manera, los programas de vigilancia epidemiológica y de respuesta rápida ante enfermedades infecciosas suelen ser esfuerzos coordinados entre ambos países, en especial para la contención de enfermedades zoonóticas o el control de vectores, como es el caso del dengue. Una nueva administración de Trump podría optar por reducir los fondos destinados a estos programas bajo la premisa de disminuir el gasto “en otros países”. Esto podría mermar las capacidades conjuntas de reacción frente a desafíos epidemiológicos.
Otro frente de preocupación es el acceso a medicamentos y equipos médicos. En el ámbito del comercio en salud, el lema de “América Primero” podría dificultar las exportaciones de medicamentos y equipos hacia México, especialmente si se imponen restricciones comerciales. Los costos de importación podrían incrementarse, afectando el precio de medicamentos esenciales, de patente y de equipos médicos que México no tiene la capacidad de producir en cantidad suficiente. Estas barreras podrían complicar aún más la disponibilidad de insumos en hospitales, laboratorios de diagnóstico y otros centros médicos, lo que afectaría tanto el acceso como los costos para los pacientes y el sistema de salud. Un ejemplo de esto sería una mayor limitación en los productos derivados del plasma, que en gran parte se importan desde Estados Unidos.
La cooperación en investigación y la formación de profesionales de la salud también podrían verse afectadas. Durante su periodo previo, se redujeron los fondos para investigaciones en colaboración con otros países y es probable que una política similar impacte negativamente a investigadores y científicos médicos mexicanos.
Otro ámbito potencial de impacto es la seguridad fronteriza. El endurecimiento de las medidas de traslado binacional podría limitar la movilidad de profesionales de la salud que trabajan en la región, así como la atención de pacientes transfronterizos, quienes a menudo dependen de servicios en ambos lados de la frontera. Estas restricciones podrían dificultar la continuidad de tratamientos y la atención de condiciones crónicas, exacerbando los problemas de salud en las comunidades fronterizas.
El reto no es menor. Desde ahora, deben destinarse esfuerzos para fortalecer la producción nacional de materiales médicos y medicamentos, desarrollar estrategias de salud específicas para comunidades fronterizas, reforzar la colaboración con organismos internacionales y regionales, diversificar los canales de importación de insumos, fomentar la innovación y la capacitación en el sector salud, apostar por una diplomacia más efectiva y, en especial, prepararse para una potencial contingencia migratoria. No anticipar estos escenarios ni destinar los recursos necesarios podría ejercer una presión sustantiva sobre nuestro sistema sanitario. Es imperativo atender esta nueva realidad. Es tiempo.
Médico Patólogo Clínico. Especialista en Medicina de Laboratorio y Medicina Transfusional, profesor universitario y promotor de la donación voluntaria de sangre.
RAA