Desde que escuchamos la advertencia del senador Ricardo Anaya sobre el contenido de la reforma a la ley del Infonavit, no dejamos de pensar en su contenido. Lo más visible es que convierte a trabajadores y empresarios en invitados de palo en la administración de 2 billones de pesos de las cuentas de vivienda.
¿Por qué sacarlos de las decisiones convirtiéndolos en parte minoritaria de los consejos donde se toman las decisiones? Es demasiado evidente. El jueves pasado, por la noche, el Senado envió una iniciativa con 180 páginas de la nueva ley. La envió para que los mandaderos de la presidencia la aprobaran en menos de 24 horas.
Cualquier ley es compleja y quienes la votan al menos deben leerla. Pero los senadores y diputados de Morena podrían ser analfabetas porque ni leen, ni corrigen, ni piensan, sólo obedecen. Lo que firman son las órdenes del poder supremo. Reciben su salario por calentar su curul y decir que si. En ocasiones sueltan verborrea llena de dogmas y lugares comunes.
El pretexto del cambio de ley es construir 2 millones de casas para rentar y vender durante el sexenio, una buena meta. El detalle es que el Senado quiere que sea el Infonavit con una empresa propia la que construya. La advertencia de Anaya es clara: quien hoy administra el Infonavit fue director de Pemex, su logro fue la nada discreta pérdida de 900 mil millones de pesos en la subsidiaria de la petrolera Pemex Refinación.
La cifra de 2 billones de pesos (dos millones de millones), coincide en valor con los dos millones de casas. La ley dice que ni los trabajadores ni los empresarios tendrán voto en el asunto. Al estar en minoría no podrán objetar ningún presupuesto o subcontratación de obras. Tampoco para dónde, cómo y cuándo se construirían las casas. Tampoco podrían auditar a “Construcciones Infonavit” ni a sus funcionarios.
Con la experiencia de Dos Bocas y el Tren Maya, donde el gasto público sigue escondido, lo mismo puede suceder con las cuentas de los trabajadores. Sería difícil desviar el dinero pero lo que sí puede suceder es que su rendimiento disminuya.
Adán Augusto López, el líder morenista, no vio que los trabajadores no se chupan el dedo ni están dispuestos a ser espectadores del uso de sus cuentas. Vieron clara la sinrazón de los cambios. En México, el PRI tuvo la sabiduría de crear comisiones y consejos tripartitas para acordar el destino de las instituciones. El IMSS y el Infonavit tienen la participación de representantes de trabajadores y empresarios en sus consejos, acompañados de sus funcionarios. En tres partes no fue difícil acordar aún en las situaciones más difíciles. La opinión de cada sector ayudó a construir el México de hoy.
Los empresarios y sus representantes han sido sumisos, obedientes y miedosos frente al poder de la 4T. Su voz nadie la escucha porque no llega a 10 decibeles. La verdad, fueron la vergüenza durante el sexenio de López Obrador y hoy sólo son sombra de los líderes como “Maquío” Clouthier. La resistencia será de la oposición, que podría ganar la simpatía de los trabajadores al respaldar su permanencia en las decisiones y el diseño de la propia ley del Infonavit. Por lo pronto Ricardo Monreal bateó el análisis de la ley para el año que viene.
Apuesto a que no pasará sin la estructura tripartita vigente.