Guanajuato, Guanajuato.- Después de presentarse en los máximos recintos culturales del país, como el Palacio de Bellas de Artes, el Teatro Degollado o el Teatro del Bicentenario, el joven director de orquesta Iván López Reynoso debutó el viernes pasado en el recinto al que ha asistido desde su infancia y al que le tiene un gran cariño: el Teatro Juárez, en Guanajuato capital, su ciudad natal.
Su primera actuación en dicho escenario fue doblemente especial: la Orquesta Sinfónica de la Universidad de Guanajuato (OSUG), a la que dirigió como conductor invitado, ofreció un homenaje a Ramón Montes de Oca (1953-2006), en conmemoración del décimo aniversario luctuoso del reconocido compositor guanajuatense.
Montes de Oca, fundador del Ciclo de Música Contemporánea del Festival Internacional Guanajuato, es recordado también por su labor docente y como formador de incontables generaciones de jóvenes guanajuatenses, por lo que para López Reynoso, quien recuerda al profesor con afecto, fue un honor haber tomado la batuta en dicho concierto de gala.
Precisamente, el programa inició con una obra del maestro honrado: “El descendimiento según Rembrandt”, cuadro musical escrito en 1991 para orquesta de cuerdas que recrea los claroscuros de la pieza “El descendimiento de la cruz”, del famoso pintor holandés. Gracias a la dirección precisa de Iván López, la escritura contrapuntística de la pieza se escuchó clara y las cuerdas produjeron un sonido luminoso. Al final de la interpretación y tras un breve silencio, el director mostró con solemnidad la partitura al público, que respondió con emotivos aplausos y misma veneración.
La velada continuó con el estreno en México de las “Tres canciones de la princesa de un cuento de hadas, opus 31”, de Karol Szymanowski (1882-1937), las cuales forman parte del ciclo de seis melodías para piano que el compositor polaco escribió en 1915 y que dedicó a su hermana Sofía, autora de los poemas de amor.
De timbre oscuro y bello, la soprano chihuahuense Zaira Soria Tinoco lució una emisión limpia, unos agudos brillantes y una coloratura segura en los adornos y vocalizaciones. Su canto, más contenido y sutil que exuberante y sensual, se adecuó al estilo impresionista de las canciones, ricas en texturas y colores.
Para la segunda parte del programa, la OSUG ofreció una interpretación lírica de la “Sinfonía número 4 en sol mayor”, de Gustav Mahler (1860-1911), obra que invita a reflexionar sobre la vida después de la muerte, por lo que resultó apropiada para el homenaje a Montes de Oca.
En general, Iván López Reynoso abordó la partitura desde un enfoque clásico, en el que destacaron unos tempi ágiles y una sonoridad cristalina. Su cuidado en el balance orquestal contribuyó a que se escucharan con claridad los detalles de los alientos o los solos del concertino en el scherzo. Asimismo, su lectura transmitió los más opuestos ambientes y contratantes emociones, desde la alegría del primer movimiento, pasando por el grotesco scherzo y la pasión del adagio, hasta la serenidad del final.
Enseguida, Zaira Soria regresó al escenario para cantar “La vida celestial”, el lied que cierra la sinfonía. Durante este himno al Paraíso, su voz se escuchó plena, radiante y corrió por todo el teatro. Además de revelar toda la riqueza de la canción, al cuidar las distintas variaciones de fraseo, ritmo y carácter de las estrofas, logró expresar esa tranquilidad única de la música de Mahler.
Tras los últimos compases, el silencio reinó por unos segundos, como si éste formara parte de la sinfonía. Finalmente, se escucharon los aplausos del público y concluyó el concierto en el Teatro Juárez, testigo de los honores a Ramón Montes de Oca y del inicio de una nueva etapa en la historia de Iván López Reynoso.