Guanajuato, Guanajuato.- En la 46 edición del Festival Internacional Cervantino, los guanajuatenses tuvieron el privilegio de escuchar a una de las mejores orquestas de cámara del mundo: The Academy of St Martin in the Fields que, bajo la dirección del concertino Tomo Keller y la participación como solista del clarinetista James Burke, ofreció una interpretación electrizante de obras de Mozart, Mendelssohn y Britten.
Con este recital celebrado el sábado 27 de octubre a las 12 del mediodía en el templo de La Valenciana, en Guanajuato capital, la agrupación londinense concluyó su gira en México, luego de presentarse la semana pasada en el Palacio de Bellas Artes, en la Ciudad de México, y en el Conjunto de Artes Escénicas de la Universidad de Guadalajara.
Desde las 11 de la mañana, el público esperaba que las puertas de la iglesia se abrieran para escuchar el concierto. Incluso había personas que intentaban adquirir una entrada, pero los boletos se habían agotado casi dos meses antes. La capacidad del templo quedó rebasada para este evento.
Y es que no se trataba de cualquier ensamble. Fundada en 1958 por Sir Neville Marriner, The Academy of St Martin in the Fields (la Academia de San Martín en los Campos) es una de las orquestas de cámara más apreciadas en el orbe por su refinado sonido. También es reconocida por sus más de 500 discos, entre ellos el de la banda sonora de la película “Amadeus”, con el que ganó fama internacional.
Asimismo, el programa no podía ser más atractivo: la “Sinfonietta opus 1” de Benjamin Britten, la “Sinfonía para cuerdas número 10” de Félix Mendelssohn, y, como plato fuerte, la “Sinfonía número 40 en sol menor” y “Concierto para clarinete en la mayor” de Wolfgang Amadeus Mozart.
Tras la charla introductoria del crítico musical Juan Arturo Brennan, los integrantes de la sección de cuerdas entraron al presbiterio y fueron recibidos con aplausos. Ya en sus sillas, comenzaron a tocar el solemne “Adagio” del pequeño ejercicio sinfónico de Mendelssohn, pero fue en los primeros compases del romántico “Allegro” cuando el sonido pulido y vibrante de la orquesta se escuchó en plenitud. Con esta obra breve pero llena de vigor, el concierto no pudo comenzar de mejor manera.
En esta ocasión, la Academia de San Martín contó con la dirección de Tomo Keller, quien como concertino o solista de los violines primeros fue claro al dar las entradas o destacar los matices de la pieza. Esta forma de tocar, sin batuta, no es nueva, pues desde sus inicios la orquesta se ha distinguido por trabajar sin conductor.
Después de la sinfonía, la agrupación recibió a su clarinetista principal, James Burke, para presentar el sublime “Concierto para clarinete” de Mozart. Sin duda, el público quedó encantado con el fraseo y la musicalidad del solista, a pesar de que su sonido no siempre fue consistente en el registro agudo. Este detalle no opacó la extraordinaria interpretación, llena de matices y virtuosismo. La orquesta, por su parte, se compenetró a la perfección con el concertista y subrayó la alegría y ligereza de los dos movimientos rápidos.
Luego del intermedio, 10 miembros de la orquesta deleitaron con la “Sinfonietta” de Britten, obra escrita para dos violines, viola, chelo, contrabajo, flauta, oboe, clarinete, fagot y corno. Todos los músicos, en especial el primer violín, la flauta y el fagot, demostraron un excelente nivel técnico al tocar con claridad los breves pasajes solistas. Además, la ejecución resultó tan fluida que no se notaron las divisiones entre los tres movimientos de esta obra atonal.
Una sinfonía 40 enérgica
Por último, la Academia de San Martín brindó una lectura enérgica y ágil de la “Sinfonía número 40” de Mozart. Desde el primer movimiento, el concertino eligió un tempo rápido, mas no apresurado, y buscó siempre obtener no sólo belleza y claridad del sonido, sino una interpretación emocionante. Por ello, los músicos dieron todo en el escenario y entregaron una versión de la sinfonía de excelencia.
Al concluir el cuarto movimiento, el público aplaudió de pie e hizo regresar al conjunto más de tres veces. Finalmente, el director musical agradeció y anunció como obra de regalo la “Gavota” de Manuel M. Ponce, que fue tocada con entusiasmo y pulcritud, como seguramente pocas veces se ha escuchado. La audiencia quería oír más, pero los músicos sólo se abrazaron y dieron por concluido este concierto memorable.